Vidas de Artistos Cronopio

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LA FLOR DE MAETERLINCK

Por Gustavo Arango*

Nadie sabe cuáles son los énfasis para Dios. Cuando Maurice Maeterlinck recibió el Premio Nobel de Literatura, en 1911, la hoy agonizante Academia Sueca de las Letras le confirió el honor en consideración a «los múltiples aspectos de su actividad literaria y, en especial, por sus obras dramáticas, que se distinguen por la riqueza de su imaginación y por un ingenio poético que se revela con la apariencia de cuentos de hadas, su inspiración profunda, mientras de manera misteriosa apela a los propios sentimientos del lector y estimula su imaginación».

Nacido en Bélgica, en 1862, a los 49 años Maesterlinck era una celebridad. Había estudiado en una escuela jesuita (allí nació su rechazo a toda forma de religión organizada), cedió a la voluntad de su padre y obtuvo un título de abogado; pero una visita al París de los simbolistas consiguió descarrilarlo. En 1890 estrenó en la Ciudad Luz su primera obra teatral, La princesa Malena, inspirada por las imágenes pintorescas y sobrenaturales de los poetas de la época. El éxito fue inmediato y, en los años siguientes, su creación fue constante. Para comienzos del siglo veinte, Maeterlinck era la figura más importante del teatro simbolista europeo.

Su triunfo como dramaturgo corrió paralelo a su relación con la actriz y cantante, Georgette Leblanc, quien estaba casada y con quien sostendría una relación abierta y escandalosa durante quince años. Al principio, la resistencia de los padres de Maeterlinck y la negativa de la iglesia católica a autorizar el divorcio de Leblanc actuaron como combustible para la pasión. Leblanc se convirtió en la inspiración y fue la actriz principal de las obras de Maeterlinck. Pero, alrededor de 1905, el fuego se fue extinguiendo y Maeterlinck empezó a sufrir profundas depresiones. En aquel tiempo escribió un libro, La inteligencia de las flores, que pasó casi inadvertido.

En 1910, Maeterlinck pareció encontrar una nueva luz en una actriz de 18 años, Renée Dahon; pero le tomaría algunos años romper la relación con Leblanc para casarse con su nuevo amor. En 1911, tras recibir el premio Nobel de literatura, Maeterlinck escribió una historia del universo en contra de las doctrinas del catolicismo, lo que le valió ser incluido en el índice de libros prohibidos.

Maeterlinck pasó la tercera década del siglo veinte cultivando un nuevo aspecto de su obra: su interés por la vida de los insectos, siempre con lo trascendental como trasfondo. Escribió una «Vida de las termitas» y «Una vida de las abejas» que renovaron su fama. Por esos días llegó hasta Hollywood con una propuesta, pero don Samuel Goldwyn abandonó la oficina dando alaridos:

«Este hombre quiere hacer una película protagonizada por una abeja».

Su fama de entomólogo trascendente se fue al suelo cuando se supo que su «Vida de las termitas» era una copia descarada de los estudios del profesor africano Eugene Marais. Algunos críticos hicieron eco de las denuncias de Marais y llamaron a Maeterlinck «el único experto en termitas que nunca ha visto una termita». Marais terminaría suicidándose, según algunos como consecuencia del plagio. Otro plagio del que se acusó a Maeterlinck, el de su obra «Monna Vanna», no tuvo tanto despliegue porque Robert Browning ya no podía protestar ni suicidarse.

Los últimos veinte años de Maeterlinck fueron relativamente oscuros. Compró un castillo en Niza, donde vivió con Renée Dahon y el hijo de la pareja. En 1936 recibió el título de conde, de manos del rey Alberto I de Bélgica. Durante la Segunda Guerra Mundial vivió y dio conferencias en los Estados Unidos, un país que nunca fue de su agrado. Después de la guerra regresó a Niza, donde siguió escribiendo ensayos sobre ocultismo e historia natural que tuvieron una modesta pero constante acogida. Murió de un infarto, a los 86 años, el 6 de mayo de 1949.

Maeterlinck ha seguido hundiéndose en un olvido que quizá anhelaba. Sus obras de teatro rara vez se representan. Sus vidas de insectos, como las abejas, parecen condenadas a la extinción. Solo un libro suyo se ha salvado del olvido: «La inteligencia de las flores», porque Jorge Luis Borges lo eligió para formar parte de su biblioteca ideal: un honor, sin duda, más importante que su celebridad y su premio Nobel.

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* Gustavo Arango es profesor de español y literatura latinoamericana de la Universidad del Estado de Nueva York (SUNY), en Oneonta y fue editor del suplemento literario del diario El Universal de Cartagena. Ganó el Premio B Bicentenario de Novela 2010, en México, con El origen del mundo (México 2010, Colombia, 2011) y el Premio Internacional Marcio Veloz Maggiolo (Nueva York, 2002), por La risa del muerto, a la mejor novela en español escrita en los Estados Unidos. Recibió en Colombia el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, en 1982, y fue el autor homenajeado por la New York Hispanic/Latino Book Fair, en el marco del Mes de la Herencia Hispana, en octubre de 2013. Ha sido finalista del Premio Herralde de Novela 2007 (por El origen del mundo) y 2014 (por Morir en Sri Lanka).

 

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