Escritor del mes Cronopio

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EPIDEMIAS EN LA HISTORIA Y EL DÍA DESPUÉS

Por Javier Campos*

El ataque y destrucción de las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001 en Manhattan, donde murieron 2.996 personas, remeció la libertad individual que se daba por hecho en EEUU. Un profesor norteamericano de historia me dijo ese día que aquel acto terrorista era porque «Estados Unidos siempre había sido una sociedad abierta sin ningún temor de que su territorio fuera atacado». Es cierto, Estados Unidos jamás tuvo un ataque por ningún lado de su espacio terrestre, marítimo o aéreo como lo tuvieron países de Europa, o en regiones del Asia. Estados Unidos envió siempre sus tropas fuera de su país y allí murieron miles, por cierto. El único ataque fue en otro lugar. Fue el bombardeo japonés a la base naval de Pearl Harbor en Honolulu, Hawaii el 7 de diciembre de 1941. EEUU jamás recibió una bomba nuclear, pero sí lanzó dos en Hiroshima y Nagasaki respondiendo con furia a lo de Pearl Harbor. Quizás a eso se refería ese profesor de historia. Pero lo cierto es que esa libertad «absoluta» se resquebrajó. Los controles electrónicos en los aeropuertos de entrada a los Estados Unidos, que eran unas puertas electrónicas sin mucha sofisticación, a partir de 2001 se transformaron en aparatos de vigilancia de alta tecnología en todos los aeropuertos de Estados Unidos y del mundo. Nuestro cuerpo, por lo menos para los que podían viajar en avión, dejó de tener esa libertad dada. Los agentes policiales de los aeropuertos podían revisarlo como quisieran. Muchas mujeres protestaron ese tipo de revisión porque violaba su intimidad y su libertad individual indicada en la constitución.

El virus covid-19 está cambiando quizás para siempre la nueva forma de relacionarnos personalmente, pero también toda la estructura de la sociedad, la economía, los medios de comunicación digital y la cultura a nivel planetario. Ha llegado al más lejano pueblo o villa del planeta. Ataca a hombres, mujeres y niños, a ricos o a pobres, cualquiera sea el grupo étnico. A partir de diciembre de 2019 la libertad de la humanidad cambió para siempre. Lo anterior puede parecer el comienzo de un cuento de Ray Bradbury, o un epígrafe de una película de ciencia ficción de Stanley Kubrick, Steven Spielberg o de Spike Jonze. Pero no lo es. Es lo que estamos viviendo y quizás viviremos así por un tiempo más (¿meses, años?) hasta que probablemente una vacuna nos proteja, pero por ahora tampoco se sabe si esa protección terminará con la pandemia e infección global.

Se ha escrito mucho sobre algunas de las grandes pandemias que han azotado a la humanidad matando a millones. Pero el mundo no fue igual durante y después de esas pandemias. Por ejemplo, algunas enfermedades que trajeron los europeos y se expandieron al Nuevo Mundo a partir del primer viaje de Cristóbal Colón en 1492, y principalmente desde el segundo en 1493, fueron, según Noble David Cook, enfermedades mortales que no eran de las Américas como la viruela, el sarampión, el tifus, la influenza, la peste bubónica y pulmonar, y el cólera (esta última entra en los primeros años del siglo XIX). Es el 9 de diciembre de 1493. En el segundo viaje, 1.500 personas que venían en 17 barcos desde España ponen por primera vez sus pies en la isla La Española (Cook, 2002) donde las enfermedades europeas se extenderán y contagiarán a los nativos americanos. Es el comienzo de la propagación de la influenza, la viruela, la tifoidea, el sarampión, el tifus, principalmente; exterminando y diezmando a poblaciones enteras tanto en la región del Caribe entre 1493 a 1543, como desde 1519 a 1595 en México (Cook 2002). Se considera que esas pandemias fueron la causa de una de los mayores exterminios de gente en la historia de la humanidad. La segunda mayor fue la peste negra o peste bubónica en el siglo XIV en Europa. Pero dentro de esa causa principal de millones de muertes, indios y negros en el Nuevo Mundo, también hay que incluir el trabajo esclavo en plantaciones y minas.

Los estudios académicos más importantes sobre la llegada y efectos de las enfermedades traídas por los españoles al Nuevo Mundo datan de 1980 y de 1990 como señala Noble David Cook citando a Francisco Guerra, quien fue el primero en 1980, y publicado su trabajo en 1999, quien identificó por primera vez las enfermedades y las muertes en la isla La Española a partir del segundo viaje de Colón. Y esas dos primeras enfermedades fueron la influenza y el tifus (Cook, 2002). Pero con mayor fuerza la influenza y la viruela fueron las primeras enfermedades que comenzaron a propagarse desde el 9 de diciembre de 1493 entre los indígenas por ser muy contagiosa (mucha fiebre y postración) causando gran mortalidad, como advirtió Francisco Guerra (Cook, 2002). Pero en 1980 se encontraron nueve cartas de Colón escritas en 1492 de las que antes no se sabían que existieran. Seis de ellas tenían nueva información sobre las condiciones de salud entre Taínos y europeos. Se mencionan las siguientes enfermedades: sífilis, malaria, viruela y modorra. Esta última era producida por parásitos que producía aturdimiento y somnolencia (Cook, 2002). Aunque la modorra podía ser, dice Cook, también la influenza. Sobre el tifus que también venía en el primer viaje, vendrá también en el segundo viaje, pero no fue una enfermedad que contagiara a nivel masivo a los nativos en el primer viaje.

El tifus aparece en 1489 en la guerra contra los moros. Muchos que se embarcaron en el primer viaje con Colón en 1492, y también en el segundo en 1493, habían peleado en esas guerras de reconquista y habían sufrido el tifus, pero se habían recuperado. Colón adquirió el tifus en el segundo viaje, pero solo en diciembre de 1493 comienzan los síntomas y pasó cinco meses recuperándose (lo escribió su segundo hijo Fernando Colón y también Bartolomé de las Casas) (Cook, 2020). Casi el 60% de esos 1.500 que venían a poblar las nuevas tierras, que llegaron en los 17 barcos en ese segundo viaje, se infectaron de tifus. Muchos de esos hombres que lucharon en la guerra eran «asintomáticos», o sea que podían tener la enfermedad, pero no mostraban síntomas. Eran sí transmisores y podían contagiarla. Guerra dice que sobre el tifus por la naturaleza de su contagio no habría afectado a los taínos pues el tifus se contagia a través de piojos, pulgas y condiciones insalubres. Los indígenas andaban casi desnudos, tenían el pelo muy corto, y constantemente pasaban bañándose. El tifus se contagió más entre los españoles.

Según Cook, la viruela no se introdujo entre los taínos en el primer viaje de Colón (1492), sino en el segundo (1493). No hay evidencia que los indígenas se infectaran de ella en el primero porque de la gente que venía en esos tres barcos, nadie la tenía ni nadie estaba infectado. Colón nunca mencionó en esas seis cartas encontradas en 1980 que los nativos se hayan contagiado. ¿Cómo se transmitió la viruela entre los taínos? Lo siguiente es documentación reciente que, según Cook, era imposible encontrar en los estudios coloniales antes de 1980. En Cádiz ya había viruela en el tiempo de los preparativos del segundo viaje de Colón (13 de septiembre de 1492). En el primer viaje de regreso de Colón a España, 16 de enero de 1493, Colón llevó a 10 indígenas taínos hombres a España. El propósito era mostrar a los reyes católicos ese tipo de gente, pero también para entrenarlos como traductores y regresar con ellos para ayudar en la pacificación y conversión al cristianismo de los demás indígenas.

Antes de partir de Cádiz, un indígena murió de viruela y dejó a dos que estaban enfermos, pero no dice Colón que esos dos estuvieran enfermos de viruela. Y se llevó a siete en el barco en viaje a La Española. Colón llevaba como médico cirujano a Diego Álvarez Chanca (1450-1515), contratado por la corona para ir en el segundo viaje. Chanca escribió que cinco se murieron en el viaje de viruela y solo dos llegaron a su tierra natal. La actitud de Chanca muestra que no había conciencia en él como médico de que la viruela u otras enfermedades pudieran extenderse como pandemia en toda la población indígena. Colón dejó a uno de los indígenas en la costa de Samaná de donde lo había sacado para llevarlo a España en 1492. Dice Colón que le dio ropas y otras cosas para su familia. Unas de esas ropas se habían usado para cubrir a los otros indígenas enfermos de viruela en el barco de regreso a La Española. Entonces es una posibilidad que el virus se hubiera traspasado de allí a otros indígenas a través de esas ropas contagiadas. Esos dos indígenas que sobrevivieron el viaje no se contaminaron. El que fue a ver a su familia luego de 10 días regresó al barco y fue utilizado como traductor de Colón en su recorrido por las islas. La otra contaminación de la viruela, dice Cook, es que haya sido un europeo de esa tripulación de 1.500 personas quien la haya contagiado a los indígenas.

Esas enfermedades, junto al trabajo esclavo, fueron verdaderas pandemias para los taínos, exterminándolos hasta desaparecer en su totalidad en El Caribe. Los taínos no tenían defensas o sus defensas eran muy débiles. Y eso ocurriría con todas las enfermedades desconocidas y que a partir de 1517 también afectaron a los esclavos negros. La llegada de negros fue propuesta al Rey por el fraile dominico Bartolomé de las Casas a pedido de algunos encomenderos de La Española a falta de indios. El mercado negrero comenzaría definitivamente en La Española en septiembre de 1518 y nunca más se pudo parar, aunque el dominico Bartolomé de las Casas quería y propuso que solo fuera momentáneo. Cook concluye que en 1492 había entre 500 mil a 750 mil indígenas en el Caribe. En 1543 ya no había ningún sobreviviente nativo en el Caribe. En 51 años se exterminó toda la población de esa región (Cook 1999). En Mesoamérica fueron millones que murieron principalmente desde que la viruela entra en abril de 1520 por Cempola, en el actual estado de Veracruz, traída por un esclavo negro, Francisco Eguía [ver nota 1]. El paisaje y la gente que Colón describió en su primera carta el 12 de octubre de 1492 de la región del Caribe, había desaparecido para siempre.

Ciertas conclusiones se pueden sacar de las consecuencias de estas enfermedades traídas por los europeos al Nuevo Mundo. Desde el punto económico si esas pandemias no hubieran ocurrido, tampoco habría quizás ocurrido la traída de esclavos negros, porque el comercio esclavista era pedido por los encomenderos puesto que los indios se morían constantemente no solo por el trabajo esclavo sino por la veloz propagación de las enfermedades que mataban más gente por día, que por el trabajo duro, por hambre o por el trato cruel de los encomenderos. Probablemente sin enfermedades las relaciones de producción habrían sido diferentes a como las hemos conocido desde 1493. Desde el lado ideológico, la Iglesia habría tenido probablemente una relación menos conflictiva con los encomenderos pues debían cuidar la mano de obra esclava para la producción agrícola y minera que iba hacia España. Las comunidades indígenas como los taínos quizás no habrían sido exterminados y su cultura se habría preservado como ha ocurrido en Mesoamérica y la Región Andina. Esto no quiere decir que se habría suprimido la explotación de los encomenderos, que con su mentalidad colonialista y comercial querían explotar ese nuevo territorio para ellos mismos y para la corona española. Pero como dice Lovell y Cook (1999):

«El colapso demográfico que sufrieron las poblaciones indígenas americanas fue inevitable. En ese entonces no se sabía qué era una pandemia ni cómo se transmitía y qué medidas podían tomarse para evitar su propagación. La mayoría de los españoles no entendía las razones del fenómeno y luego empezaron a entender lo que esas muertes por enfermedades significaban para sus posibilidades de explotación y enriquecimiento o sus fines evangélicos. El dominico Bartolomé de Las Casas, que atribuía la muerte de indígenas solo al mal trato y explotación de los españoles, no entendió que eran más las enfermedades las que hacían extinguir a pueblos indígenas enteros. De allí que pidiera en 1517 la llegada de esclavos negros».

Otra gran pandemia fue la «peste bubónica» o «peste negra» (entre 1344-1353 el brote más fuerte). Fue una de las grandes pandemias en el siglo XIV. Se calcula que murieron 25 millones de personas de Europa y entre 40 a 60 millones en África y Asia. Esa peste influyó en los ámbitos demográfico y económico. Primero, matando a más de una cuarta parte de la población europea. Segundo, la creciente influencia de lo urbano —producto del éxodo rural de la plaga a las ciudades— empujó a que el sistema de explotación feudal se deteriora y colapsara. Esta situación de debilidad fue aprovechada, en primer lugar, por la realeza, imponiéndose de manera gradual al poder que, secularmente, ejercían los nobles. Así, se reforzaron mediante la creación de estados totalitarios. En tercer lugar, la Iglesia que, bajo el manto permanente de la fe, supo sacar partido de la situación, encumbrándose y estableciéndose como el único remedio posible ante el castigo divino. Estas situaciones provocaron que las relaciones de producción cambiaran y que la burguesía comenzara a ocupar un nuevo lugar en las relaciones de poder con el nacimiento embrionario del capitalismo. Por tanto, la peste negra aceleró el cambio en Europa en el siglo XIV de lo que se conoce como paso de la Edad Media a la Edad Moderna. La única salida para evitar la peste eran tres palabras: «pronto, lejos y tarde». Esto significaba: huir lo más pronto posible, lo más lejos que se pueda y regresar cuanto más tarde se pudiera.

Hay obras artísticas representativas de esa plaga. El escritor italiano Giovanni Boccacio tuvo que recluirse durante esa peste y de allí salió su famoso Decamerón, escrito entre 1351 y 1353, el libro universalmente más conocido cuya inspiración fue esa peste negra. El Decamerón son historias que narran cada noche diez jóvenes (3 hombres y 7 mujeres) por diez días, recluidos en una villa a las afueras de Florencia por la peste bubónica que asolaba dicha ciudad en 1348. Los temas de las historias son de amor, la fortuna, la inteligencia humana, el erotismo, el drama, la tragedia, la comedia. No son historias pesimistas pues no hablan del fin del mundo sino historias para entretenerse mientras se está en cuarentena. Hay cuadros de artistas famosos que han retratado muchas pandemias, como los del pintor francés Jean Baptiste Hesse (1806-1879) quien pintó «La muerte de Tiziano» (1832), muerto a los 90 años por otra brote de la peste negra que azotó Venecia en 1576. O el de Francisco de Goya (1746-1828), «Corral de los apestados» (1798-1800), un cuarto de hospital muestra a un grupo de gente sufriendo terriblemente los efectos de una epidemia de plaga.

Y es ahora que, exactamente después de diciembre de 2019, el mundo no será otro por la expansión invisible del covid-19. ¿Entraremos a una nueva libertad, según los designios del coronavirus? ¿Volveremos a antes de diciembre de 2019 a recuperar esa libertad de pasear por parques sin máscaras, por metros y buses, por aeropuertos, discotecas con miles de jóvenes apretujados saltando al compás la música, de bailar tango abrazados otra vez, sentarnos en un bar con cientos de personas a conversar? ¿Cómo será ahora la brecha entre los millones que han perdido sus trabajos ocasionales o el desamparo de millones de indígenas hoy en América Latina? ¿Y el futuro de millones de marginados de los beneficios de la globalización? ¿Cómo será la nueva globalización? ¿China seguirá produciendo casi el 80% de lo que consume el planeta? ¿Pasaremos aferrados ahora a los teléfonos celulares, comunicándonos vía plataforma Zoom u otras más sofisticadas que creará el nuevo mercado con nuevas tecnologías digitales? ¿Pasará la educación a enseñarse solo o parcialmente vía on-line como ya está ocurriendo en muchos países? ¿Las tertulias en cafés, los conciertos al aire libre, o en salones, quépasará con ellos? ¿Las 200 milongas de cada día en Buenos Aires? ¿Se terminará el tango, que es un baile esencialmente social, donde dos personas abrazadas íntimamente caminan siguiendo esa música nostálgica que es el tango, hoy patrimonio cultural de la humanidad?

Más de alguna vez se pronosticó que quizás la destrucción de la humanidad iba a ser a través de bombas nucleares desde un continente a otro. Pero un virus invisible, con aún desconocidas consecuencias para la vida de la humanidad, no lo esperábamos y por cierto muy diferente al 9/11 y a las plagas a la llegada de los europeos al Nuevo Mundo, o las plagas medievales. Hay muchas novelas que hablan de pandemias, historias imaginadas y muchas de ciencia ficción. Igualmente, películas (pienso en Contagion de 2011 y su gran similaridad ficticia con el inicio de covid-19 en Wuhan). Pero casi nadie pensaba que alguna vez una de esas historias podríamos vivirla realmente a comienzos de 2020.

En conclusión, dos de las más grandes pandemias del pasado, las enfermedades traídas por los europeos al Nuevo Mundo y la peste negra, nos han enseñado que cuando hubo millones de seres humanos muertos eso marcó una nueva manera de organizar la sociedad, las relaciones de producción, la conducta del ser humano, y una nueva forma de pensar y contemplar nuestra humanidad y la naturaleza que nos rodea. Quizás es muy temprano para saber a dónde nos llevará la batalla contra el covi-19. La lucha está muy lejos para que termine.

NOTA

[1]. El 18 de febrero de 1519 sale Hernán Cortés desde Cuba a explorar el Golfo de México. Antes de desembarcar el 11 de abril en Veracruz había rescatado a Jerónimo de Aguilar que por 8 años estuvo viviendo con indígenas mayas cerca de las costas de Yucatán, este aprendió allí la lengua maya. Desde allí parte a Tenochtitlan y el 8 de noviembre de 1519 contemplan desde las montañas la magnífica ciudad en medio del lago Texcoco. En noviembre tiene lugar el gran encuentro en Tenochtitlan con Moctezuma y su corte de nobles. Allí van como traductores la Malinche y Jerónimo de Aguilar (de Cortés a Aguilar en español que sabe maya; de Aguilar a Malinche en maya; de la Malinche en náhuatl a Moctezuma; y viceversa). Otro conquistador, Pánfilo de Narváez, llega a Cempola el 15 de marzo de ese año para tomar prisionero a Cortés porque no estaba autorizado para entrar a México por el gobernador de Cuba, Diego Velázquez. Ese ejército autorizado por Velázquez lo componían 19 naves, 1.000 hombres y 50 caballos. Allí entre la tropa venía un esclavo negro, Francisco Eguía, infectado de viruela quien sería el transmisor a los indios allí en Cempolea. La enfermedad corrió como pólvora entre indígenas siendo una de las cusas principales de millones de muertes. Y la causa principal de la débil resistencia azteca a Cortés quien toma definitivamente Tenochtitlan el 13 de agosto de 1521. Moctezuma fue asesinado el 29 de junio de 1520. Su sucesor, un gran estratega militar, Cuitláhuac, quien detiene y derrota a Cortés en «la noche triste», 30 de junio de 1520, va a morir de Viruela el 5 de diciembre de 1520. La peste de viruela que llegó hasta Tenochtitlan traída por ese esclavo negro mencionado tomó 8 meses en ir expandiéndose hasta alcanzar al sucesor de Moctezuma. Durante esos meses miles y miles de indígenas iban muriendo de viruela. Además, sin un líder fuerte que dirigiera a los guerreros aztecas, la caída de Tenochtitlan, asediada por 75 días, con una débil resistencia, desde junio 30 hasta agosto 13, finalmente fue tomada por Cortés.

BIBLIOGRAFÍA

Bocaccio, Giovanni. El Decamerón. Lebooks Editora, 2016

Cook, Noble David. «Sickness, Starvation and Dead in early Hispaniola», Journal of Interdisciplinary History, xxxii:3 (Winter, 2002), pp. 349-386

Guerra, Luis Miguel. La peste negra. Novela, 2019

Kurmanaev, Anatoly, Andreoni, Manuela, Casado, Leticia. «Latin America’s Outbreaks Now Rival Europe’s. But It is Options are worse». NYT, Mayo 12, 2020

Lovell, George y Cook, David Noble, compiladores. Epidemias y despoblación en Hispanoamérica Colonial. Ecuador: Ediciones Abya-Yala, 1999.

Martínez, José Luis. Hernán Cortes. México: Fondo de Cultura Económica, 2006. (1009 páginas)

Miralles, Juan. Hernán Cortés. Inventor de México. México: Tusquets Editores, 2001. (694 páginas)

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*Javier Campos (Santiago de Chile). Actualmente es profesor titular de literatura latinoamericana y español en la Universidad Jesuita de Fairfield, Connecticut, Estados Unidos. Ha publicado dos novelas, dos libros de cuentos y cuatro libros de poesía. El poemario Las cartas olvidadas del astronauta (EEUU, 1991) obtuvo el primer premio Letras de Oro en 1990 para escritores hispanoamericanos residentes en Estados Unidos. El año 1998 fue finalista del premio Casa de las Américas, Cuba, con su cuarto libro de poesía El astronauta en llamas, publicado luego por LOM, Chile en 2000. Ha sido traducido al inglés, alemán, gallego, y ruso. En diciembre de 2002 gana el premio de poesía, categoría poema largo («Los gatos») en el Premio Internacional «Juan Rulfo» de Radio Francia Internacional. En 2003 publica su primer libro de cuentos La mujer que se parecía a Sharon Stone, Editorial RIL, Chile.   Fue columnista del periódico chileno en Internet El Mostrador desde 2002 hasta 2012 (cerca de 300 columnas publicadas). Antologado en Antología de poesía chilena (Santiago de Chile: Editorial Catalonia, 2012).   13 poemas fueron traducidos al ruso en una revista literaria rusa en 2015 con introducción de Yevgeny Yevtushenko.  En diciembre de 2019 salió en Buenos Aires, su libro-ensayo El tango en el Río de La Plata (conversaciones con Osvaldo Natucci).  Recientemente publicado, octubre de 2019, su libro Los gatos no viven en el tejado, en la Revista Altazor  https://www.revistaaltazor.cl/javier-campos-2/ Tiene un libro inédito de poesía. Recientemente, abril de 2020, ganó el premio por la mejor crónica escrita sobre el tema «La Frontera» de la revista de literatura, pensamiento y arte de Argentina, Boca de Sapo. Será publicada en el número 30 de esa revista. Reciente relato ficticio sobre el virus https://letras.mysite.com/jcam160420.html

 

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