Editorial 87

Una leyenda sefardí cuenta que cuando los judíos fueron expulsados de España en 1492, todas las familias decidieron llevar consigo las llaves de sus casas porque abrigaban la esperanza de volver un día a su hogar. Hablamos de un pueblo que para entonces llevaba cerca de cinco siglos en el exilio y a pesar de las vicisitudes, no perdió la esperanza. Hablar desde la comodidad de nuestras sillas es sumamente fácil. Con facilidad se culpa a las víctimas de su tragedia: a los pobres les dicen que lo son porque quieren, a los que mueren por defender sus derechos les dicen subversivos y justifican su asesinato, a quien le reclama al gobierno le indilgan el haber votado por él… y así hasta el hartazgo de la indiferencia.

¿Cómo creer en la calidad moral de quien se autoproclama «gente de bien» pero no duda en calumniar, humillar, discriminar y menospreciar? Nosotros no seremos judíos, ni sefardíes, pero qué bueno poder tomar ese ejemplo de esperanza en estos tiempos de penuria. Al mundo le sobra gente que odia y le falta gente que persista en aprender a amar donde tantos quieren aferrarse al poder por el camino del odio.

Terminamos felizmente el año décimo de existencia de nuestra revista. Prometemos que este será el hogar al que podrán llegar ustedes, señores lectores, tras el exilio de la pobreza espiritual. A quienes nos leen y nos apoyan vaya nuestra gratitud y buenos deseos. Que el 2020 que se avecina sea la ocasión de mejorar el mundo con nuestra firme decisión de transformar lo que despoje al hombre de su humanidad.

Los editores.