Literatura Cronopio

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LOS INSTINTOS DE LAS MUJERES EN LA HUMANIDAD. A PROPÓSITO DE «MISIÓN OLVIDO», DE MARÍA DUEÑAS

Por María del Rocío Vallejo Alegre*

«“No hay muerte, hija. La gente muere solo cuando los olvidamos”,
explicó mi madre poco antes de que ella me dejara.
“Si puedes recordarme, estaré contigo siempre”».
(Isabel Allende)

Blanca Perea, protagonista de la obra «Misión Olvido», huirá de su tierra con la misión de olvidar (1999), escape común que muchos utilizamos en algún momento de nuestras vidas evitando la realidad. Paradójicamente se refugia en rescatar el trabajo de un compatriota fallecido en 1969 al otro lado del Atlántico, Andrés Fontana, al cual la guerra civil española lo dejaría cautivo en California. La añoranza de su patria lo llevaría a refugiarse en una historia olvidada, la historia hispánica en California. Historia que incluye 21 misiones franciscanas fundadas entre 1769 y 1823 conocidas como el Camino Real. Daniel Carter, hará de Blanca su alidada en la lucha luchará por evitar el olvido de su mentor, junto con otros muchos refugiados españoles.

* * *

El título de la novela de Dueñas me atrajo inmediatamente, Misión Olvido (Marías Dueñas, Ediciones Planeta Madrid S.A. España, 2012). Inconscientemente estaba buscando el manual para olvidar. Proyectarme en algún personaje, en alguna situación paralela y olvidar. Me parecía un excelente plan. No enfrentar mi realidad, no luchar, no cuestionar, simplemente olvidar. Por lo que Misión Olvido, estaba siendo mi tabla de salvamento. Específicamente ¿qué quería olvidar?, no lo sé. Quizás la política en mi trabajo, la monotonía, los achaques de mi edad, mis errores, lo lejos que vive mi padre, mis fracasos, mi exilio, todo o un poco de todo.

Misión Olvido, iniciaba mejor de lo que esperaba. La protagonista, profesora de literatura española, buscando olvidar cruzaba el Atlántico y se refugiaba en una universidad californiana. ¡Como anillo al dedo! El paralelismo estaba dado. He radicado los últimos 17 años en los Estados Unidos, de los cuales, los diez últimos he enseñado en la Universidad del Estado de Nueva York. Adicionalmente, La edad del personaje se acerca a la mía, con dos hijos prácticamente independientes.

La autora utilizará magistralmente dos de las interpretaciones de la palabra «misión». Una será el sinónimo de objetivo, mientras la segunda, resulta históricamente relevante, es el nombre utilizado para designar la casa/iglesia utilizada por eclesiásticos o seglares que predican el cristianismo.

Adicionalmente, Con el profesor Fontana, también me identificaría, puesto que el buscaría un enlace entre su tierra, su cultura, su pasado y su presente: El Camino Real. En mi caso mis clases de español, me brindaría esta gran oportunidad.

Recordando quienes somos y de dónde venimos. El profesor Fontana nos ejemplifica esto en su búsqueda continua por mantener un enlace con su tierra y su cultura, rescatando la historia del Camino Real. A su vez Daniel, rescatará junto con Blanca el trabajo de Fontana dando una voz a los numerosos refugiados españoles olvidados en el tiempo que nunca pudieron regresar a su tierra.

Aceptando nuestra realidad, enfrentando nuestros problemas. Daniel, aprendió esta lección de la forma más difícil, jugándose su propia vida y ve como Blanca está cometiendo el mismo error, olvidar no es la solución.

Misión Olvido, en lugar de enseñarme a olvidar, me ha enseñado a recordar. Por un lado, la época colonial; pero también la historia de mi abuelo materno que al igual que Fonseca, se refugió de este lado del Atlántico. Recordar a mi abuelo Vicente, es recordar su peregrinaje buscando refugio por Francia, la República Dominicana y México. Así como, su constante espera que llegaría a su fin en 1972, tres años antes de la muerte de Franco, por lo que nunca volvió a su tierra. Al igual que Fonseca, mi abuelo vivió recordando su tierra, nunca quiso olvidarla.

Las guerras, las catástrofes y las persecuciones siembran muerte, sufrimiento y desesperación. Las personas buscando refugió, cruzarán ríos, montañas u océanos; enfrentarán peligros, miserias y hasta la propia muerte, con tal de sobrevivir. Numerosos autores buscan hoy en día evitar olvidar la vida de tantos refugiados españoles que se vieron obligados a dejar su país por la guerra civil. Sin embargo, ¿cuántos de ellos hablan de los muchos españoles que han tenido que salir por hambre?, sencillamente como migrantes, antes y después de la guerra. Es así, como he recordado a mi abuelo paterno, Eduardo. Nacido en un pueblito de Burgos, en España, llamado Villaventín. Siendo muy joven tuvo que emigrar a México para poder llevarse el pan a la boca. Contó con la ayuda de un tío, el cual había inmigrado anteriormente, así que llegó a trabajar directamente con él. Esto no significó que tendría tratos especiales o que la situación le sería más fácil.

Mi padre me contaba cómo mi abuelo solía dormir en el piso de la farmacia de su tío y a base de muchas horas de duro trabajo logró salir adelante. Conocer las historias de mis abuelos es motivo de inspiración, además de todo un honor. Su legado pasó a mis padres, los cuales siempre los recordaron y gracias a ello hoy soy quien soy.

Reflexionando he comprendido que definitivamente no quiero olvidar, no debo olvidar. Olvidar es sencillamente una cobardía de nuestra parte por evitar luchar en el presente.

Sé que «generalizar es una falta de educación», mi madre siempre me lo decía. Por lo que me disculpo por la siguiente generalización: tratamos con una gran diferencia a los refugiados y a los migrantes. Por los refugiados sentimos el compromiso moral de ayudarlos. Es contrastante, que a los migrantes los tratamos como invasores. Simplemente el uso de la palabra inmigrante los clasifica como seres humanos de segunda categoría, con menos derechos y causantes de numerosos males. Es por ello que es «aceptado» rechazarlos sin que nuestra moral se vea comprometida.

Por ello me pregunto: ¿No son, el hambre y la sed, las más grandes catástrofes que como seres vivos podemos enfrentar? ¿Cuál es la diferencia entre migrantes y refugiados? Ambos están buscando sobrevivir.

Cuando hablamos de este tema, lo primero que nos viene a la mente es la situación que se vive en la frontera entre México y los Estados Unidos. La nueva política migratoria «tolerancia 0» está ocupando continuamente las noticias. Durante el mes de junio, numerosos «inmigrantes» hondureños y nicaragüenses buscaron refugio en los Estados Unidos. Los primeros huyendo de las pandillas que devora El Salvador. Los segundos, evadiendo la sanguinaria violencia desatada por Ortega. Si alguien se atrevió a alzar la voz por clemencia para estas personas pidiendo asilo por su vida, prestamente fue silenciado. Aquellos que usaron la palabra refugiados, inmediatamente fueron corregidos son «migrantes», criminales, narcotraficantes, pandilleros, asesinos… sinónimos comúnmente utilizados por el inquilino de la Casa Blanca.

Desafortunadamente la Unión Europea está viviendo este problema también. Los altos niveles de violencia y guerras en la región, como es el caso de Siria e Irán por mencionar algunos; han provocado una gran movilidad de personas. En las noticias cada vez se utiliza menos la palabra refugiados y se utiliza más la palabra migrantes. En el mismo mes de junio tenemos a Italia negando el desembarco de 629 «inmigrantes» rescatados en el Mediterráneo cerca de Libia.

Pareciese que mientras clasifiquemos a estos seres humanos que buscan sobrevivir, sea cual sea su causa, como «migrantes», somos exonerados de toda culpa de no ayudarlos. Como si esto no fuera suficiente, se les juzgará de acuerdo a la situación económica del país de acogida. Cuando hay bonanza, los «migrantes» resultan altamente convenientes, así que seremos más tolerantes, ya que realizan los trabajos más duros y menos pagados, a sueldos más económicos y sin prestaciones. Cuando no hay bonanza, son invasores que quitan el trabajo a los nacionales, se vuelven la razón de todos los males que se enfrentan, son una excusa perfecta y podemos aplicar el rigor de las «leyes».

Amnesia, es una solución tan cómoda y fácil. Somos capaces de olvidar que esos migrantes y refugiados son seres humanos igual que tú y yo. Borramos su existencia y desconocemos su dolor. Los usamos para realizar los trabajos que no queremos, los usamos para culparlos de nuestros problemas.

Necesitamos recordar, que quizás nuestro padre, algún tío, nuestro abuelo… fue un refugiado, un migrante y por su fortaleza hoy estamos aquí. La movilidad migratoria en esta época se asemeja a la migración durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Hemos olvidado lo que se vivió en aquella guerra?, ¿Queremos olvidarlo?, ¿Queremos que nuestros hijos y nietos vivan, lo que nuestros abuelos y padres vivieron?, ¿Queremos que los campos de detención, de acogida o de migrantes se multipliquen como los campos de concentración en Europa y en Estados Unidos?

No podemos olvidar los miles de ciudadanos estadounidenses de origen japonés detenidos en los Estados Unidos en campos de concentración. No debemos olvidar la cantidad de vidas aniquiladas en el holocausto. No queremos olvidar, nuestras raíces, nuestros antepasados. Es nuestra obligación aprender de nuestros errores. Es nuestra responsabilidad enfrentar nuestro presente y es nuestra esperanza recordar nuestro pasado.

Nuestra «misión», es poder crear un «mundo» donde todos seamos respetados como seres humanos, sin diferencias, sin clasificaciones… sin olvido. Nuestro mundo debería de ser una misión, como aquellas que crearon los franciscanos, donde todos los seres humanos seamos hermanos y vivamos en paz y con respeto.

___________

* María del Rocío Vallejo Alegre es Ingeniera en Ciencias de la Computación y Cibernética y Magister en Administración de Negocios por el Instituto Autónomo Tecnológico de México. Es docente en la State university of New York at Geneseo desde 2008. Fue voluntaria en la Geneseo Central Schools, NY. A lo largo de su carrera ha recibido varios reconocimientos, entre ellos el «Joseph M. O’Brien Award for Excellence in Part-Time Teaching», en 2011. El «Honored on Faculty Recognition Day by Class of 2013-2014», Fall 2013. Es autora de los libros «Basic for Kids» (Basic para niños), 1985 y «I CAN» una serie de tres libros de Basic en Español. https://www.geneseo.edu/languages_literatures/vallejo

Ha recibido los siguientes reconocimientos:

· Joseph M. O’Brien Award for Excellence in Part-Time Teaching 2011

· Service-Learning Course Development Award for «Medical Spanish courses» 2013

· Honored on Faculty Recognition Day by Classes of 2013-2014-2015 2013-2015

· Patricia and Gerry Award Endowed Faculty 2015

· Appreciation award by Academic Affairs Committee and Learning Center 2015

· Positively Geneseo Highlight Book 2016

· Chancellor’s Award for Excellence in Adjunct Teaching 2017

 

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