Vidas de Artistos

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DOS O TRES MOMENTOS

Por Gustavo Arango*

No recuerdo si fue Borges u Onetti quien decía que una persona puede parecer muchas personas distintas, según los episodios que se elijan para contar su vida. Una cuidadosa selección puede hacer de nosotros unos santos o seres muy malvados. Pero el conjunto general es más bien un enigma que ni siquiera la muerte permite resolver.

En una de sus vidas, Alberto Sierra Velásquez fue un hombre de su tiempo. Nació en Cartagena en 1943, era un joven inquieto cuando llegaron las inquietudes que sacudieron al mundo en la década del sesenta. Sus pasiones fueron el cine, la literatura y el teatro (el orden depende de la persona que tengamos la intención de retratar). Creció a la sombra del Festival Internacional de Cine de su ciudad. Vivió de la enseñanza y de su labor como crítico. Rara vez salió de Cartagena. Allí nació y allí murió el 4 de diciembre de 2011.

Nadie le ganaba a Alberto Sierra en sus conocimientos sobre cine. Fundó cineclubes legendarios, coleccionaba películas y carteles, era un experto en minucias sobre el séptimo arte. Quizá los hechos que mejor reflejan su pasión por el cine sean que su casa —situada en lo que entonces eran las afueras de Cartagena— se llamara: «Puerta de lilas» (en homenaje a la película de René Clair), y que se diera el lujo de bautizar «Charlie Chaplin» a la calle que pasaba frente a esa casa.

Sierra era amigo de los collages, de lo psicodélico, y muchos de sus libros reflejan esa amistad: «Ojo desnudo en espiral», «El antimilagro», «Anamorfosis: Crónicas de cine y guion fílmico». Su último libro, «Literatura en imágenes» fue presentado en agosto de 2010. La noticia de su muerte fue recibida con sorpresa. Su recuerdo y su legado han caído en un olvido natural en esas tierras donde a duras penas se recuerda lo que pasó el día anterior.

Pero la vida de Sierra también puede contarse con dos episodios de naturaleza opuesta que causan perplejidad. Quizá algunos recuerden que Eduardo Zalamea le dio el impulso inicial a García Márquez para que llegara a ser lo que fue. Zalamea publicó en las páginas de El Espectador su primer cuento, «La tercera resignación», y saludó con ese gesto la aparición de una nueva figura de las letras nacionales.

La reacción de otro Zalamea, esta vez fue Jorge, fue similar cuando leyó «Dos o tres inviernos», la novela que Alberto Sierra escribió a los 18 años. De manera que al cartagenero inquieto y amante del cine le cayó encima una carga demasiado pesada: la expectativa de que fuera un nuevo García Márquez. El resto de su vida fue una larguísima espera de otras novelas maestras que jamás llegaron, y «Dos o tres inviernos» se mantuvo apenas con vida a través de reediciones de circulación limitada.

El nombre de Sierra terminaría ocupando los titulares de los periódicos por razones ajenas a su talento literario y a su pasión por el cine. En la noche del 4 de diciembre de 2011 fue asesinado a cuchilladas en su casa. Todo indica que el asesino fue un obrero con quien Sierra había desarrollado algún tipo de cercanía. Parece que se conocieron cuando Sierra necesitó hacer unas reparaciones en su casa. Los vecinos comentaron que el obrero cuidó de él cuando se recuperaba de una operación. Aquella noche tuvieron una discusión y, poco después, Sierra murió desangrado en la sala de su casa, rodeado de libros y carteles de películas.

Tal vez nunca sepamos los motivos y circunstancias reales de aquella muerte. El asesino fue condenado en ausencia y se encuentra prófugo. «Dos o tres inviernos», la novela perfecta de Sierra, sigue esperando a que ese país de indiferentes la valore y reconozca.

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* Gustavo Arango es profesor de español y literatura latinoamericana de la Universidad del Estado de Nueva York (SUNY), en Oneonta y fue editor del suplemento literario del diario El Universal de Cartagena. Ganó el Premio B Bicentenario de Novela 2010, en México, con El origen del mundo (México 2010, Colombia, 2011) y el Premio Internacional Marcio Veloz Maggiolo (Nueva York, 2002), por La risa del muerto, a la mejor novela en español escrita en los Estados Unidos. Recibió en Colombia el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, en 1982, y fue el autor homenajeado por la New York Hispanic/Latino Book Fair, en el marco del Mes de la Herencia Hispana, en octubre de 2013. Ha sido finalista del Premio Herralde de Novela 2007 (por El origen del mundo) y 2014 (por Morir en Sri Lanka).

 

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