Literatura Cronopio

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Derrota

LA NOVELA HISTÓRICA DE LA DERROTA Y LA VIOLENCIA

Por Antonio Arenas Berrío*

(A propósito de la novela Los derrotados, del escritor Pablo Montoya)

Para Martha y Ofelia

«Hay que contar la historia de las derrotas»
(R. Piglia),

En su pequeño, atrayente y bien logrado libro «La novela histórica en Colombia (1988-2008)». El escritor Pablo Montoya nos hace un balance de las novelas históricas colombianas, define esta variedad y enuncia su noción sobre la novela histórica. Se parte de una pregunta esencial: ¿Qué se entiende en los inicios del siglo XXI por novela histórica? La respuesta no es escueta y se va desde las concepciones de G. Lukács, «La novela histórica» (1954), hasta llegar a su apreciación sobre la novela histórica siguiendo a Enrique Anderson Imbert (1952).

Repitamos: «Llamamos «novelas históricas» a las que cuentan una acción ocurrida en una época anterior al novelista», y siguiendo a Amado Alonso se dice: «ese pasado no debe haber sido experimentado por el autor. Esta experiencia parecería ser de tipo vivencial. Pero la literatura que recrea un tiempo anterior obedece a una experiencia de tipo intelectual y emocional que el autor siente inevitablemente hacia el fenómeno recreado. De allí que sea comprensible que en muchas novelas históricas el diálogo entre el presente del autor y el pasado que la novela documenta, disfraza o inventa, esté muy marcado».

Al mismo tiempo, agrega que no comete un desliz e irresponsabilidad al decir que: «una novela histórica es un artefacto narrativo que permite al autor y al lector visitar una época pasada, no importa cuán lejana o cercana sea, con los personajes que existieron o pudieron existir, con los espacios y tiempos que se convierten todos en fenómenos literarios que ayudan a los hombres de hoy a conocerse mejor».

El artefacto pudiera ser sinónimo de estructura, mixtura, miscelánea, artificio y por qué no, compuesto o mosaico. Ahora bien, no sabemos hasta dónde el escritor Pablo Montoya, ha asimilado el método de Marcel Schwob en sus dos bellos textos: «Vidas Imaginarias y La Cruzada de los Niños». Éste nos indica que el biógrafo es un artista y no un historiador. El escritor trasfiere unos semblantes de la vida humana que de por sí son irrepetibles.

El arte de la novela radica en inmortalizar esas vidas con la ayuda de la imaginación. Se solaza y perpetúa el recuerdo ajeno, se escribe lo olvidado y lo inmemorable de los hombres y mujeres. Pero… ¿Cuál es el procedimiento de Schwob y de Montoya?… La práctica del mosaico.

El arte consiste en crear, relacionar y unir todos los párrafos de los historiadores, pasajes, cartas, legajos que descansan en los archivos, se resucita a los hombres, que al vivir, hacen la historia en sus circunstancias materiales de existencia. Empero, la tesis de Marcel Schwob es precisa cuando expresa su idea del arte narrativo: «el arte está en oposición con las ideas generales, no describe sino lo individual, no desea sino lo único. No clasifica: desclasifica». Este arte desconocido de diferenciar las vidas lo practica Pablo Montoya, con una perspicacia efectivamente sutil. Es la vida de cuatro individuos instaurada y vuelta a crear. ¿No es la vida de Francisco José de Caldas la que se vuelve a recrear, lo mismo que su pasión por la botánica, su cobardía y su fusilamiento? ¿No son los avatares revolucionarios y políticos los que aquí se desatan en una oleada de violencia por los pueblos del Departamento de Antioquia y del Chocó?

La novela Los derrotados posee la técnica del mosaico y Pablo Montoya es consecuente cuando al final de la ficción enfatiza, para el lector, lo siguiente: «Los derrotados posee elementos de la novela histórica. Una parte de ella está dedicada a recrear desde diferentes perspectivas genéricas —la biografía novelada, la nota ensayística, el diario poético— la vida de Francisco José de Caldas. En algunos momentos he utilizado fragmentos de su obra naturalista y su correspondencia. En ese sentido el capítulo 18 es una reelaboración de una de las últimas cartas que Caldas dirigió a Pascual Enriles, el segundo al mando del pacificador Morillo. También debo señalar que el capítulo que le antecede, el 17, lo conforman una serie de comentarios a varias fotografías de Jesús Abad Colorado que seleccioné con toda libertad y en aras de lo que exigía la novela. Sin embargo, Andrés Ramírez, el fotógrafo de los derrotados, es una figura de ficción. Igualmente me parece pertinente aclarar que la carta del capítulo 22 pertenece a Germán, amigo a quien está dedicada la novela».

¿No es esto ya una señal para leer y darle sentido a la novela histórica Los derrotados? Francisco José de Caldas muere como un reo por haber seguido la revolución sin lograr descifrar el olor de la muerte y cumplir su sueño de botánico. España no requería sabios naturalistas, lo que necesitaba era mantener sus colonias y sus impuestos. La ficción es un tejido y los vínculos aparecen en los capítulos como «el catálogo de los muertos», «los desaparecidos», «fotografías», «rechazo de las fotografías» y «el cargamento de Orquídeas» etc. Se pueden incluso pensar en leer uno a uno y en forma separada. En ese sentido el mosaico está armado con un mecanismo de 25 capítulos y 313 páginas, además, «se han propuesto unas palabras claves para orientar al lector en la búsqueda de apartes específicos» (notas de las editoras). La novela, es en sí un artificio que, de manera directa, se jacta de su condición fragmentaria, su creación narrativa consiste en unir las partes e ir de lo imaginado a lo posible. Los derrotados es una ficción creada y recreada por el lenguaje, y los mecanismos de la novela funcionan en la medida en que el lector los ata.

Un universo inventado y tejido por su creador y el narrador. El centro de la novela es la derrota y el fracaso de unas vidas en medio de unas guerras infructuosas. La naturaleza, la belleza y el olor de las Orquídeas, pueden incluso hacernos creer que se trata de la biografía de un naturalista y no de una novela sobre la derrota y el desengaño. Falsedades y verdades de la violencia colombiana se trasmiten por medio de las palabras sutiles y frases poéticas donde el estrépito de la violencia termina consumiéndolo todo. Las fotografías son la radiografía de las guerras y las masacres, y los combatientes cambian de bando con mucha frecuencia y las causas políticas importan poco, «el asunto es muy sencillo, buscan el lugar donde mejor les paguen». La novela «Los derrotados» es una ficción publicada en marzo del 2012 y quizá la podemos llamar, dentro de la narrativa posmoderna, como una metaficción, hay autoconciencia, autoreflexividad e intertextualidad. Su objetivo crítico está enmarcado en narrar la vida y muerte de Francisco José de Caldas y la de tres jóvenes revolucionarios que decaen en su intento de cambiar las condiciones sociales y políticas del país.

Hay en ella dos historias paralelas que atrapan rápidamente al lector desde su título en plural: Los derrotados. Hay que contar la historia violenta de unos personajes derrotados. En la novela podemos además, no perder de vista la parábola verídica, la ficción irreal y las dramáticas situaciones de la violencia en Colombia. Se relatan en pedazos algunas historias que cautivan al lector. Se narra la historia de procesos políticos y revolucionarios fallidos y vidas enfrentadas al desastre de la guerra. La fotografía es la técnica del artista. La fotografía como el único medio para denunciar la guerra y de la cual algunos dicen con maledicencia, «déjenos en paz por un momento con esa guerra inmunda».

De ahí las ansias del fotógrafo Andrés Ramírez por captar el mínimo detalle de la guerra. La destrucción, la muerte, los miedos, las separaciones de improviso, la protección de la vida, las muertes colectivas o selectivas, el desarraigo, el desplazamiento, las vidas que se van y no vuelven, lo incierto del día a día. La guerra es la peor peste de la humanidad, actúa como una fuerza ciega, fatal, produce en los hombres una conducta de aprehensión aleatoria que desafía todas las expectativas de la vida y el uso de la razón. La guerra es el caos total, un juego de fuerzas desconectadas y descontroladas que actúan sobre la sociedad y acentúan el poderío de algunos pocos. En la guerra quienes pierden casi siempre son las mujeres, los niños y los viejos. Ahora bien, En la novela hay una unión entre la botánica, la naturaleza, el arte de la fotografía y el agobiante mundo de la violencia.

El tema fundamental es la derrota y la violencia vista en experiencias diversas. Pánico que ha afectado a los seres humanos y que lleva a preguntarnos ¿Cuál de todas las violencias define la Colombia de hoy?… Ninguna, siempre habrá dolor, impotencia, sacrificio y resistencia. La violencia viene con la idea de la generación de la independencia y las guerras de independencia, las violencias de las guerras civiles, las violencias de 1948, las de los años ochentas, el narcotráfico, las violencias de hoy y de siempre. Desapariciones, torturas, catálogos de muertos, exilios etc. Violencia generada por todos los actores armados, la violencia común de muertes por hurto y raponeo.

El hombre es una criatura cruel y salvaje que nunca habrá de cambiar. Se deleita y delira «al saber que los inocentes sufren y mueren en la completa orfandad. Gozo en presenciar la descomposición de la vida». Asesinatos crueles y desapariciones como las del Aro y Bojayá, historias crueles y violentas que están bien descritas en la novela. El colombiano ha vivido históricamente inmerso en un ambiente de violencia y esta idea se ve claramente en la novela Los derrotados. La sobrevivencia en los ambientes rurales y urbanos, somos así una cultura producto de una violencia histórica. Las masacres, los desaparecidos, la toma armada de pueblos, el terror y el miedo, la proscripción, las vicisitudes y desesperanzas. El mundo de la violencia lo ha cubierto todo. Las ideas revolucionarias pueden verse con profunda malicia como una forma de derrota. La actuación del individuo colombiano, esté en el bando que esté en la guerra, siempre lo ha conducido al desastre y al horror de la violencia.

En la novela hay geniales ejemplos, y en especial el del sabio Caldas. El sabio Caldas se ve envuelto en las ideas revolucionarias de la independencia y naufraga como hombre de ciencia y botánico. Lo mismo que los tres jóvenes estudiantes, apasionados por la botánica, la revolución social y la fotografía. Muchos creyeron en la revolución y es posible que las desigualdades sean infinitas en nuestro país y la lucha por la tenencia de la tierra y la riqueza hagan caer más ríos de sangre inocente.

Las narraciones los hacen ver como derrotados y se interpreta las revoluciones como historias de derrotas, fracasos, y son representaciones de ser del colombiano que van existiendo en el tiempo. La novela es una alegoría a la derrota y el fracaso producto de las violencias irracionales. Algunos capítulos de la novela son descripciones que explican las razones de la derrota. Algunos dejaron las artes y la ciencia por correr tras un espejismo revolucionario hoy inalcanzable. El narrador introduce un cierto tipo de crítica social y política que nos iluminan en cuanto a la relación del sujeto colombiano con las diversas formas de violencia, exclusión y la negligencia de nuestros gobernantes y complicidad de algunos.

El narrador dice: «El pueblo colombiano le parecía una triste y ruidosa criatura condenada a las exigencias de sus intestinos y sus órganos genitales». La novela también contiene reflexiones y genera una incertidumbre informal. Veamos: «El fragor de la violencia en realidad había terminado por consumirlo todo». Se trasluce el inconveniente de ser colombiano que refleja y construye la mediación con el mundo a través de la violencia. «Colombia es una puerca metáfora del realismo mágico». La alegoría de la derrota está establecida enteramente por el lenguaje «lo nuestro fue una causa ajena a la victoria y el mundo que nos revela es el mundo de la derrota. A veces, en el monte, parodiábamos… y decíamos que nuestra divisa era ir de derrota en derrota hasta el triunfo final». Quisimos hacer la revolución pero incendiamos más el país».

Francisco José de Caldas, Santiago Hernandez, Pedro Cadavid y Andrés Ramírez son la historia coagulada de la derrota. Sea como sea, la lectura de la última carta de Caldas es el lugar del encuentro con un ser derrotado, es, a nuestro entender, el punto de confluencia entre la experiencia del conocimiento y un ideal fallido. La mediación del conocimiento frente a la guerra, no salva de la muerte y el dinamismo de una configuración científica o botánica, termina en un acto de cobardía. Pero lo que vale es la vida, téngase las ideas que se tengan.

La carta merece un especial trato y un análisis detallado y valdría la pena saber hasta qué punto Montoya realiza una reelaboración literaria de ese acto de súplica y claudicación. Esta carta, y en especial el capítulo «fusilamiento de Caldas», debilitan el espíritu humano y son el fiel reflejo de los hombres derrotados. De los derrotados.

Vale la pena leer con suficiencia afinada la novela Los derrotados. Hay que preguntarnos: ¿Cuándo llegará la violencia a su final?… La guerra en Colombia tiene como forillo la violencia; la fotografía y la literatura sintetizan la perspectiva de un artista frente a ella.
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*Antonio Arenas Berrío es escritor y ensayista colombiano. Correo-e: antonioarebe1@hotmail.com

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