Literatura Cronopio

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Borges

LOS APÓCRIFOS VERDADEROS DE BORGES: EL CASO DEL APÓCRIFO DE LA INTRUSA

Por María Ximena Hoyos Mazuera*

La Intrusa es un cuento que Borges escribió en 1966, pero se publicó en El Informe de Brodie en 1970, en un intento por volver a las narraciones realistas de su juventud, cuando recién llegó de Europa. Hacía 30 años había incursionado en el criollismo con El Hombre de la Esquina Rosada, publicado en Historia universal de la infamia de 1935, y sintió nostalgia de esa época. Borges ya había incursionado en la literatura fantástica que lo había hecho famoso, e hizo un breve retorno a la literatura realista a sus 65 años, cuando ya estaba prácticamente ciego. Emir Rodríguez Monegal (1980) lo explica de esta manera: «A pesar de todas sus teorizaciones sobre la literatura fantástica y su devoción por Kafka y H.G. Wells, Borges siempre tuvo una nostalgia por la vieja y querida literatura realista».

Nos proponemos acercarnos brevemente a la narrativa de Borges en el caso concreto del epígrafe del cuento de La Intrusa, que dice: «II Reyes 1: 26», y hace referencia a un hombre que llora la muerte de su hermano, dentro del libro II de Reyes, del capítulo primero de la Biblia. El resumen del capítulo completo habla de que: «David hace quitar la vida al que dijo haber muerto a Saúl, a Jonathás, y demás israelitas; y forma un cántico lúgubre a este intento» (año del mundo 2.949; antes de Jesucristo, 1005). Sin embargo, Emir Rodríguez Monegal (1980) nos revela, en su antología Ficcionario, que la referencia «II Reyes 1, 26» es errónea: y que dicho versículo bíblico no existe. Más bien indica que debe tratarse de II Samuel 1, 26, donde David exalta el amor de su hermano Jonatán por encima del de las mujeres, lo cual coincide con el espíritu del cuento.

Esta confusión de epígrafes, con el fin de engañar al lector, era una estrategia muy utilizada por Borges, lo que hace que sus estudiosos tengan que volverse unos «detectives de la hermenéutica» para encontrar la verdadera intención comunicativa de sus cuentos. Borges se nutrió de La Biblia y de las Enciclopedias Británicas, entre otros tantos libros que leyó a lo largo de su vida, para crear ese mundo de ficción tan particular que lo hace único dentro del panorama de la literatura universal. Él mismo nos sorprende contándonos cómo escribió sus cuentos, en una transcripción que hizo Américo Cristófolo, quien estaba presente cuando dijo cómo se le ocurrían sus cuentos (1991): «A pesar de lo reservado que era, algunas veces le comentó a varios de sus amigos y amigas, de dónde sacaba sus ideas para escribir este u otro cuento: «no sé qué llegó primero a mí, si el cuento o el relato de cómo fuera hecho aquel; pero en cualquiera de los casos, ambos han sido disfrutables».

A Estela Canto, le dio las pistas para entender El Aleph cuyo significado está detrás de un calidoscopio por donde se podría mirar todos los mundos posibles. Borges dedica este libro a Estela Canto, porque estaba muy enamorado de ella, como a la Beatriz de Virgilio o la de Petrarca, en este cuento, ella tiene la perfección que otorga la muerte, la ausencia o la frustración de un amor imposible no consumado, como pasó en sus vidas.

En el cuento de La Intrusa, Borges utiliza una estrategia técnico–narrativa muy propia, que es la de tomar un versículo de la Biblia para desarrollar un tema insertado dentro de la atmósfera gauchesca de finales del siglo XIX. La Intrusa cuenta la historia de dos hermanos que voluntariamente cohabitan con la misma mujer, Juliana Burgos, «no mal parecida, de tez morena y ojos rasgados» (1980: 191). De acuerdo con lo que el narrador supo de la historia, contado finalmente por Santiago Davobe, los hechos ocurrieron en 1890, en un suburbio de Buenos Aires, a donde llegaron cientos de miles de inmigrantes de Europa. Cristián, el hermano mayor lleva a la casa a una prostituta a quien trata como una «cosa» quien sólo sirve para ser sirvienta y para «fornicar». Por su lado, Eduardo, sin saberlo su hermano mayor, se había enamorado de su mujer. Así, atraídos ambos por aquella mujer, las costumbres machistas los llevan a confrontarse, y a pesar del profundo cariño que se tenían, comienzan a celarse fuertemente y sus vidas no vuelven a ser las mismas.

Desde aquella noche la compartieron. Nadie sabrá los pormenores de esa sórdida unión, que ultrajaba las decencias del arrabal. El arreglo anduvo bien por unas semanas, pero no podía durar. Entre ellos, los hermanos, no pronunciaban el nombre de Juliana, ni siquiera para llamarla, pero buscaban, y encontraban razones para no estar de acuerdo. Discutían la venta de unos cueros, pero lo que discutían era otra cosa. Cristián solía alzar la voz y Eduardo callaba. Sin saberlo, estaban celándose. En el duro suburbio, un hombre no decía, ni se decía, que una mujer pudiera importarle, más allá del deseo y la posesión, pero los dos estaban enamorados. Esto, de algún modo, los humillaba (Borges, 1980: 191-192).

Orillaron un pajonal; Cristián tiró el cigarro que había encendido y dijo sin apuro: —A trabajar, hermano. Después nos ayudarán los caranchos. Hoy la maté. Que se quede aquí con sus pilchas, ya no hará más perjuicios.

Se abrazaron, casi llorando. Ahora los ataba otro círculo: la mujer tristemente sacrificada y la obligación de olvidarla (Borges, 1980: 191-192).

Finalmente, es tanto el amor de hermanos que se tienen, que Cristián decide matarla para que no sigan teniendo más discordia entre ellos y puedan seguir siendo los de antes.

El epígrafe que Borges nos da, es la clave para comprender el tema del cuento, que es el amor filial entre dos hermanos, «compadritos» habitantes de los suburbios e hijos de inmigrantes, en la Buenos Aires de principios del siglo XX:

¡Oh, hermano mío Jonatás!, gallardo sobremanera, y digno de ser amado más que la más amable doncella, yo lloro por ti. Del modo que una madre ama a un hijo único que tiene, así te amaba yo (II Samuel 1: 26).

Mucho se ha dicho y se ha escrito sobre el epígrafe del cuento; que el versículo no existe, que es uno de los tantos apócrifos de Borges, que se lo inventó para confundir al lector y jugar con las palabras (como lo ha hecho en varias oportunidades), que no se refería a ese precisamente, sino a Samuel I; 26. El profesor de literatura Hispanoamericana, Guillermo Tedio (2000) dice que fue un error de Borges y que nunca quiso corregirlo, por dos cosas que ha dicho la crítica literaria, que tuvo miedo a que el cuento sonara a relato de una pasión homosexual, y por ende, a una relación incestuosa entre los dos hermanos: Esta citación in absentia de la Biblia se produce igualmente en «La intrusa». El epígrafe «I Reyes 1: 26» debe remitir realmente a II Samuel 1: 26. No se escapa el error de la referencia bibliográfica —nunca corregido por Borges—» (2000: 4).

En el primer párrafo vemos la analogía que hace Borges con respecto del versículo de la Biblia, es el hermano menor, Eduardo quien se supone contó esta historia, en el funeral de su hermano mayor, Cristián «que murió de muerte natural» (1980: 189); y que fue escuchada por un tal Santigo Dabove, quien más tarde se la referirá al narrador. En el versículo de la Biblia, el narrador está llorando la muerte de su hermano Jonathás, exponiendo que lo amará más que a una doncella, en el caso del cuento, vendría siendo Juliana Burgos, una prostituta.

La crítica psicoanalítica anglosajona ha interpretado este relato como la manifestación de cierto carácter homosexual en la conducta de los Nilsen, quienes imposibilitados para aceptarlo, por su personalidad de machos y malevos, usarían la misma mujer para establecer indirectamente su contacto físico. Ellos se unirían a través de la mujer. Pero, si nos quedamos con esta interpretación, Borges no se habría molestado en hablar de la rivalidad entre los hermanos y no habría el problema de los celos que empieza a haber entre los dos hermanos, es la mujer la que los separa, es una intrusa en sus vidas:

«Entre ellos, los dos hermanos no pronunciaban el nombre de Juliana, ni siquiera para llamarla, pero buscaban, y encontraban, razones para no estar de acuerdo. Discutían la venta de los cueros, pero lo que discutían era otra cosa» (Borges: 1980: 192).

El profesor Herbert J. Brant, (1995) en su texto «The Queer Use of Communal Women in Borges «El muerto» and «La intrusa»», expone que el mundo ficcional de Borges en el segundo muestra una posible homosexualidad entre los dos hermanos, que tienen sexo a través de una mujer, Juliana, quien es además usada como una cosa. Esta sería una conducta que podría explicarse como «homosocial», en la cual el uso del epígrafe incorrecto de la Biblia hace parecer que se trata de un amor filial y no homosexual.

En El evangelio según Marcos, Borges crea una historia dentro del mundo gauchesco a partir de las historias de la Biblia, mezclando relatos antiguos que vuelven a sucederse en la creciente Buenos Aires con personajes inmigrantes de principios del siglo XX:

«El hecho sucedió en la estancia Los Álamos, en el partido de Junín, hacia el sur, en los últimos días del mes de marzo de 1928. Su protagonista fue un estudiante de medicina, Baltasar Espinosa» (Borges,1).

PARA SALVAR A TODOS DEL INFIERNO

«Gutre le dijo entonces:

—¿Qué es el infierno?

—Un lugar bajo tierra donde las ánimas arderán y arderán.

—¿Y también se salvaron los que le clavaron los clavos?

—Sí —replicó Espinosa, cuya teología era incierta».

Los textos de la Biblia vuelven a ser materia prima para la literatura fantástica, como él mismo lo ha afirmado refiriéndose a la religión: «Yo creo que la teología es una rama de la literatura fantástica. Otra rama de la literatura fantástica es el psicoanálisis». En este cuento vuelve además a jugar con el problema del pecado a partir de las actitudes de personajes enmarcados en un espacio y lugar muy distante de la civilización, son personajes de la pampa argentina, la de Faustino Sarmiento, muy diferentes a los personajes de El Aleph, que son más «civilizados».

Aquí vuelve a hacer una referencia a la Biblia nombrando a Caín, quien todo cristiano lo relaciona inmediatamente con el amor que deben tenerse dos hermanos para evitar problemas dentro de la familia patriarcal, y así poder vivir en paz para mantener el patrimonio familiar. Borges dice que el escritor, contrariamente a lo que decía Edgar Allan Poe, debe intervenir lo menos posible en su obra. «Aunque parezca asombroso; sin embargo, no lo es, en todo caso se trata curiosamente de la doctrina clásica». (2000: 9). Sin embargo, Caín es mencionado para reafirmar que la historia va por el tema del amor filial, es uno de esos indicios borgianos que siempre nos deja en sus relatos para poder descifrarlos y poder aproximarnos a ellos. Nombra a Caín para recordarnos el peligro en que pueden caer los hermanos por culpa de una mujer aparecida de repente en sus vidas. «Caín andaba por ahí, pero el cariño entre los Nilsen era muy grande y prefirieron desahogar su exasperación con ajenos (1980:193).

Escribe que «en la casa de esa gente una gastada Biblia de tapas negras, con caracteres góticos […] era el único libro que había» (Borges, 1980:190). Este hecho nos sitúa en la vieja idea de que sólo se necesita un libro en una casa: la Biblia, ya que es «el libro prototipo entre todos los libros y donde ya están contenidas todas las historias».

Es Juliana, la mujer que los hermanos Nilsen comparten, la que en realidad les está haciendo la vida difícil, ella es la doncella que es nombrada en el versículo, ella es la manzana de la discordia, es la Eva en la vida de estos dos criollos, que entre otras cosas, eran «troperos, cuarteadores, cuatreros y alguna vez tahúres» (1980: 190). Los compadritos cometen otro pecado que es el de «No desearás la mujer de tu hermano o prójimo». Esta situación les molesta y los hace sentir mal, sin embargo, el amor pasional aquí se pone en primer plano.

La mujer, para los hermanos Nilsen es una cosa para usar, pero se sienten débiles y menos machos, porque los dos están enamorados. No quieren aceptar ese sentimiento del amor que les incomoda por ser hombres para apuñalear y robar, para mandar y ser obedecidos: «En el duro suburbio, un hombre no decía, ni se decía que una mujer pudiera importarle, más allá del deseo y la posesión» (1980: 192).

En resumen, todas esas intertextualidades bíblicas que cruzan la estructura de este relato, se reflejarían en dos ideas básicas que Borges quiere resaltar. La primera es la de los compadritos y su forma de vida que crearon a orillas de Buenos Aires; y la segunda es la de sociedad normalizada, con su código religioso, moral y jurídico, que no tiene nada que ver con la de ellos. Es decir, ellos nos sólo se sienten excluidos de la sociedad, sino que también se sienten rechazados por esa sociedad que les está diciendo que no deben compartir una misma mujer, en su propia casa, en su propia cama. El hecho que la Biblia sea el libro más importante en la casa nos da a entender que ellos son unos pecadores, a pesar de que, suponemos, leen la Biblia. Finalmente, por esto y por su mentalidad machista, deciden acabar con el incordio que es Juliana para ellos y vuelven a cometer uno de los pecados de los diez mandamientos: «No matarás». Juliana es la mujer que los hizo pecares dos veces.

Jorge Luis Borges en “A fondo”. Cortesía de Televisión Española Internacional. Pulse para ver el video:
[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=hNYylti4E9A[/youtube]

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* Ximena Hoyos Mazuera es Comunicadora Social de la Universidad del Valle. Docente de escritura en la misma universidad y en la Pontificia Universidad Javeriana. Correo-e: ximenahoyosmazuera@gmail.com

BIBLIOGRAFÍA

Borges, Jorge Luis (1980), Nueva Antología Personal. Barcelona: Club Bruguera.

Brant, Herbert J (1995) The Queer Use of Communal Women in Borges’
«El muerto» and «La intrusa». Consultado en línea: https://lanic.utexas.edu/project/lasa95/brant.html

Bravo, Pilar & Paoletti, Mario (1999), Borges Verbal, Buenos Aires: Emecé, p. 152.

Cristófalo, Américo (1991) Así Escribo mis Cuentos: Entrevista con Jorge Luis Borges Revista Quimera 103-104, Ed. Montesinos Editor S.A., págs.7-9

Mi Sagrada Biblia (1998), Los Reyes, Libro II. Capítulo Primero.26, 1ra. de Samuel
Principal. 1ra. de Reyes. Euro americana de Ediciones Internacional.

Rodríguez Monegal, Emir (1981), Ficcionario. México: Fondo de Cultura Económico.

Tedio, Guillermo (2000) LA CASA DE ASTERIÓN. Revista Trimestral de Estudios Literarios, Universidad del Atlántico. Volumen I – Número 2. Julio-Agosto-Septiembre.

2 COMENTARIOS

  1. Hay que molestarse un poquito más en investigar.
    Borges no se equivoca. Remite a una traducción de la Biblia, directa de la Vulgata Latina, en que los libros I y II de Samuel figuran como I y II de Reyes.
    No vendría mal un poco más de trabajo y un poco menos de soberbia.

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