Literatura Cronopio

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Poema a malcom lowry

POEMA A MALCOM LOWRY

Por Germán Cuervo*

resplandeciente la copa empinada

Malcolm Lowry insaciable ante el lago del espejo

bogó su imagen los abisales vasos

las botellas el volcán ivonne

la suspicacia de las cosas en contra de uno

 

inútil embarcarse de marinero raso

las calles de ese pueblo

al caminar se le venían encima

adolecía de una enfermedad incurable

era un vacío de copa difícil de llenar

 

ante el espejo esa mañana de noviembre

bebió y bebió su imagen al descubrir su

/ verdadero rostro

¡imposible dialogar con ese gesto sin semblante!

era algo monstruoso imposible de ocultar

¡era una falla de diseño primordial! algo así

como una malformación física

pero ¿cómo fue esto? ¿dónde fue ese cruce

ocasional de ríos? ¿cuáles fueron esas noches del alma?

¿dónde se quebró la clave del éxtasis para comenzar

la pesadilla? ¿los pasos en el corredor a mitad

de la noche?

ese llanto acurrucado y mudo en un rincón oscuro

¡oh! Malcolm ¡te quedaste encerrado en las

bodegas de la infancia!

¡quizá antes! ¡peor aún! esos tachones

y nubarrones grises

esa marca de indeleble estigma

es anterior al agua primera y posterior a las cenizas

esa herida no puede olvidarse el abandono de los

que ya caminan muertos; no puede aplacarse con

lluvias de cerveza en las heridas; esas hendiduras

ya no cierran quedan para siempre hay que

convivir con ellas

imposible cubrir ese abandono

 

¡oh Malcolm! es fácil decirlo

esta ultima copa inundará de olvido el atroz borrón

tranquilizará al capullo amedrentado y traicionado

calmará el escozor es fácil decirlo

pero ¿cómo reparar la leche agria?

 

¡oh! ¡las intercaladas copas!

esta debilidad, estos ahogos de pozo oscuro

no pueden remediarse con paños tibios de whisky

con intercalados sorbos de vino ginebra o mexcal

¡oh Malcolm! ¡espirituosa sombra!

 

ahora

la cuesta del volcán se abre a tus pecados

también es fácil decirlo, nadie tiene la culpa

pero el cielo se ha llenado de una sustancia pegajosa

y no puedes liberarte de ella

lo que sucedió nadie puede decirlo

por mucho que escriba

nada pueden tus infinitos renglones

inútiles tus proclamas al cielo solicitando alivio

(aunque sea transitorio)

esa resaca mañana de noviembre

Malcolm bebió su imagen ante el espejo

con entrañable pulso

como beben los muertos

de antemano

sus flores del terror

una tras otras las copas

sin palabras

 

esa mañana bebió su sin piel

bebió su sin pierna

sin cadera su sin luna

bebió culo de botella sin marca

corcho sin frasco

bogó de costado acostado recostado dormido

y bañándose

bebió a todos los muertos en un solo día

en una fiesta espantosa

 

 

el corazón palpitando en la botella de naufrago

sin complicados brazos o correas

con un lazo sosteniendo la escritura

de un mar borracho tejido desvelado

orín en los pantalones tambaleante Malcolm

 

Geoffrey Firmin el cónsul sin calcetines

el interminable  el otro el mismo escrito

esa resaca de mañana del día de los muertos

tuvo que tragarse ante el espejo el lago de su imagen

 

ingirió caravana de carnavales y la procesión

por dentro

vomitó palabras de ira incandescente bestias

arriadas

tambaleante al fin se fue de bruces

por el hueco del espejo

y cayó en la ladera del volcán

otras sombras con él empinaban la cuesta

la lava ascendía de las profundidades

de las bodegas más oscuras

y bañaba las otras sombras

se detuvo en el pecho del volcán

avanzó y tropezó con ese mar hirviente de quejidos

¿quiénes son ellos? ¡Ya no más por favor! … las

voces al oído

aceite hirviendo vomita el teléfono en la oreja

el monólogo de torso carnudo

la crucifixión de caballos blancos

esa luz violeta en interminables madrugadas

no había más remedio que empinar hasta el cráter

pero por más que empinara el codo el pecho la luna

siempre quedaba una queja

una estela de humo negro de largo aliento

no quedaba más remedio que colmar

el tubo digestivo del volcán

¡oh! tú Malcolm ¡espirituosa sombra!

¡detente por favor Malcolm!

¡esa copa no la vas a llenar nunca!
____________
* Germán Cuervo conoció en bachillerato a Andrés Caicedo. Al terminar la carrera, se sintió molesto en su oficio, la publicidad, y entonces intentó vivir del dibujo artístico a lápiz. Ha participado en numerosos concursos nacionales. Su cuento «Los indios que mató John Wayne» (ya pueblicado en nuestra revista) no fue valorado en Colombia —es prácticamente desconocido en la actualidad en nuestro país— hasta que hace algunos años, Carmen Balcells, desde Barcelona, en ese entonces agente literaria de García Márquez, Vargas Llosa, Camilo José Cela, Juan Goytisolo y otros peces gordos, lo seleccionó y fue incluido entre los cien escritores de la Literatura Colombiana (1985), realizado por la editorial Oveja Negra. Es uno de los escritores más representativos de la temática juvenil y la contracultura de los años sesenta. Ha ganado el premio de poesía Jorge Isaac 2006. Ha publicado varias novelas, cuentos y poesías.

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