Escritor del Mes Cronopio

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CHICAS, AL SALÓN

Por Gemma Lienas i Massot *

A lo largo del siglo XIX y hasta bien entrada la segunda mitad del XX, las adolescentes han jugado un papel secundario, cuando no inexistente, en los libros de literatura para jóvenes.

Los protagonistas de la literatura juvenil escrita por hombres han sido los muchachos: Dick Sand, el capitán de quince años, de Jules Verne; Oliver Twist y David Copperfield, de Charles Dickens; Jim Hawkins de Robert Louis Stevenson; Mowgli, de Rudyard Kipling; etc.
Incluso las escritoras han elegido personajes masculinos para protagonizar sus historias: Nils Holguerson, de Selma Lagerlöf; el pequeño lord, de F.Hodgson Burnett; Guillermo, de Richmal Crompton; y la mayoría de personajes de la prolífica Enyd Blyton.

En medio de este panorama, la novela de Louise May Alcott, Mujercitas (1868), cuyas cuatro protagonistas son muchachas adolescentes, constituye un modelo singular.

No es extraño, sin embargo, que ni autoras ni autores se sintieran atraídos por otorgar papeles principales a los personajes femeninos, ya que éstos carecían de alicientes para sustentar toda una novela a su alrededor.

Por un lado el rol que tenía asignado la mujer desde que traspasaba el umbral de la pubertad era la creación de una familia, lo cual suponía dedicar a ello toda la vida puesto que las maternidades se sucedían unas a otras sin muchos descansos. Además, a las mujeres se las privaba de cualquier tipo de instrucción; pocas accedían a la escuela y casi ninguna a la universidad. Ese ser, de escasa formación, atrapado por su propio vientre abultado y por los quehaceres del hogar parece poco interesante desde el punto de vista literario.

Además, las características psicológicas del modelo femenino al uso eran la sumisión, la obediencia, la abnegación, la falta de curiosidad, la dependencia… Desde la más tierna infancia las niñas aprendían el miedo y la necesidad de ser protegidas, mientras que los niños eran educados en el rechazo del miedo. Cuando las niñas aprendían a llorar, a obedecer y a escuchar, los niños aprendían a controlarse, a dominar y a opinar. En definitiva, la mujer era un ser pasivo y débil.

¿Puede alguien pensar en una capitana de quince años, dispuesta a surcar los mares y a luchar contra todo tipo de adversidades, cuyos aprendizajes en la niñez hubieran sido refugiarse en el regazo de su madre al primer chichón y no aventurarse nunca fuera del jardín de su casa por miedo a contravenir las órdenes de su padre?

Las muchachas no eran aptas para protagonizar aventuras, ni tan siquiera hechos cotidianos, si éstos exigían algo de intrepidez. Las jóvenes, como mucho, eran aptas para protagonizar historias de amor. Eran las heroínas de las nefastas novelas rosa, en las que la historia termina justo cuando empieza la vida de verdad.

En el mundo occidental, algo ha cambiado a lo largo de las últimas décadas.

El rol femenino se ha modificado notablemente. La mujer dispone, desde la pubertad hasta la muerte, de una larga vida por delante, puesto que su esperanza de vida se ha dilatado hasta más allá de los setenta y cinco años y, además, no está obligada dedicar mucho tiempo a la maternidad. Este cambio le ha permitido incorporarse al mundo de la instrucción, al del trabajo y a la vida pública. Ello ha supuesto un reto para la mujer, que ha tenido que superar los miedos y la necesidad de protección inculcados a lo largo de miles de años.

La literatura juvenil del último tercio del siglo XX y primera década del XXI se hace eco de estos cambios: las mujeres han salido de la sombra y han adquirido relieve. Las protagonistas de una gran mayoría de novelas juveniles son las adolescentes.

Un análisis comparativo, siquiera superficial, entre el modelo singular antes citado, Mujercitas, y algunas de las novelas actuales permite hacerse cargo del cambio social acaecido.

En la novela de Louisa May Alcott, cuyo argumento apenas roza ningún tema que pueda ser de interés para los adolescentes de hoy, sorprenden dos ideas por su modernidad: la del trabajo de la mujer perteneciente a la clase media y la del celibato como objetivo femenino al margen del matrimonio. Ambas ideas obedecen a la formación de la autora, cuyo padre, vinculado a las corrientes educativas progresistas de la época, propició su entrada en la universidad y que, por otro lado, merced a su precoz carrera literaria, pudo ayudar a su familia cuando ésta tuvo dificultades económicas.

Sin embargo, a pesar de esa cierta modernidad, el paradigma femenino que se ofrece a través de las protagonistas es el tradicional.

Las cuatro adolescentes viven el trabajo como un deber más que como un derecho, y como un modo de esclavitud más que como una forma de liberación que conduce a la independencia. Y las tareas que desempeñan son las «propias de su sexo»: Meg da clases a unos niños; Jo cuida de una señora mayor; Beth se ocupa de la casa. Además, las cuatro se entretienen con la jardinería y los bordados. Todas ellas esperan ser eximidas de su trabajo por medio del matrimonio, aunque no aspiran a casarse a cualquier precio.

Se exige de las cuatro muchachas que sepan comportarse como señoritas, con elegancia y contención, pero sin afectación ni cursilería. Se valoran como positivos el saber ser cariñosas, la paciencia, la humildad y la prudencia.

Ante todo ello, Jo, la hermana menos permeable al patrón femenino, expresa su descontento por no haber nacido muchacho, por no poder dedicarse a aquello que realmente le apetece: correr, saltar, leer, escribir y mostrar su carácter fuerte. Aún así, ni en ella ni en sus hermanas se aprecia el menor atisbo de crítica hacia el orden establecido; se admite como el único posible.

Muchas de las novelas actuales con muchachas como protagonistas, aunque distintas entre sí, presentan ciertos rasgos comunes que las alejan radicalmente de Mujercitas.

En cuanto a las características psicológicas de las protagonistas, el principal rasgo diferenciador es el distanciamiento del modelo pasivo, que da como resultado unas adolescentes activas, curiosas intelectual y vitalmente, críticas ante las decisiones y comportamientos de los adultos y, en general, hacia el mundo que las rodea, a la vez que conservan una buena capacidad para analizar las propias emociones, transmitir los sentimientos y comunicarse con los demás, porque siguen siendo capaces de llorar y de escuchar.

En cuanto a los argumentos, el principal de entre estos rasgos diferenciadores es la aparición de temas que suponen un acercamiento a los problemas propios de la edad, con un tratamiento, en general, exento de mojigatería.

Los problemas propios de la edad más a menudo tratados son, entre otros, los primeros contactos sexuales (Gretchen se preocupa. C. Nostlinger; El diario rojo de Carlota. G. Lienas; Perdona si te llamo amor. F. Moccia); el conflicto generacional (La cazadora de Indiana Jones. A.Balzola; Gatos de noviembre. M. Pressler; Frena, Cándida, Frena. M. Carranza); los conflictos emocionales vinculados a sentimientos: el enamoramiento, la amistad, la enfermedad, la pérdida, la rivalidad… (La gran Gilly Hopkins. El diario de Julia. C.Nostlinger; También se puede morir en primavera.L.Lowry; Pídeme la luna. C. Santos; ¡Qué asco! C. Nöstlinger; ¡No te cases, papá! F. Casalderrey); los problemas de salud derivados del consumo de alcohol, de drogas, los trastornos de la alimentación… (Chocolate amargo. M. Pressler; El diario amarillo de Carlota. G. Lienas; Melany. D. Joan Harris); las reacciones ante los problemas de los adultos: el divorcio, el paro o desempleo, la enfermedad… (Una historia familiar. C.Nostlinger, Així és la vida, Carlota.G.Lienas; Raquel. Isabel-Clara Simó); el interés por cuestiones de orden global: política, conflictos bélicos, sostenibilidad, situación de la mujer… ( Una nena amb cara de llebre. L.Conti; Cuando Hitler robó el conejito rosa. J. Kerr; Llamando a las puertas del cielo. J. Sierra I Fabra; Los árboles pasaban a ras de ventana. E. Larreula), etc.

Otro denominador común de todas estas novelas es el cambio que se ha operado en el entorno familiar (diverso modelos son válidos) y el que han experimentado las madres de las protagonistas (en su mayoría mujeres de una cierta independencia, con una vida profesional al margen de sus actividades familiares).

Este artículo no bastaría para enumerar todas las novelas de las últimas décadas —en gran parte escritas por mujeres— que reflejan los cambios sociales que se van produciendo, y que, en la medida en que constituyen modelos a imitar, también los propician.

Puesto que el o la joven que lee tiende a identificarse con el personaje protagonista, ese joven, esa joven, aprenden leyendo. Así pues, aún son precisas más novelas de este tipo, en las que las adolescentes, que hasta hace unos años no tenían más remedio que identificarse con personajes masculinos, puedan hacerlo con protagonistas femeninas. Todavía es preciso aprender nuevos comportamientos, por ejemplo, ser capaces de dar menor importancia al propio aspecto físico y hacerse valorar por el carácter, la personalidad, la inteligencia, etc.

Por supuesto que este tipo de novelas no lo son «sólo para chicas», sino que son también interesantes para los muchachos, a quienes puede resultarles difícil, en alguna ocasión, identificarse con las protagonistas, porque no están habituados a ello. La lectura de estos libros constituye un aprendizaje hermoso y, a la vez, útil para su vida de hombres en el futuro.

Gemma Lienas i Massot recibe el premio «Participando creamos espacios de Igualdad». Consejo de las Mujeres del Municipio de Madrid. Clic para ver el video
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* Gemma Lienas i Massot (Barcelona, 1951) es una reconocida escritora de Cataluña, España. Es una de las escritoras más influyentes de su generación. Ha escrito básicamente novelas, aunque también ha cultivado y ha escrito en otros géneros. En especial, destaca Carlota, un personaje que ha protagonizado algunos de los libros con más éxito de Lienas. Por otro lado, como activa feminista, también ha escrito ensayos sobre diferentes temas ligados al mundo de la mujer como Rebeldes, ni putas ni sumisas o Quiero ser puta. Su obra ha sido traducida al alemán, euskera, italiano, portugués, entre otros. Licenciada en Filosofía y Letras por la Universidad Autónoma de Barcelona, ejerció como profesora y editora antes de comenzar a escribir. Su primera obra publicada se titula Cul de sac (Callejón sin salida), una novela juvenil que apareció en 1986. l nocturn (catalán). Es autora de las novelas Anoche soñé contigo / Una nit, un somni (catalán). El final del joc (catalán) / El final del juego. Atrapada al mirall (catalán) / Atrapada en el espejo. Vivir sin ellos, los hombres no son imprescindibles. Rebels, ni putes ni submises (catalán) / Rebeldes, ni putas ni sumisas. Quiero ser puta. Contra la regulación del comercio sexual / Vull ser puta. Contra la regularització de la prostitució. Pornografia i vestits de núvia (catalán) / Pornografía y vestidos de novia. Us espero a taula (catalán).

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