Literatura Cronopio

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LA POLÍTICA DE LA BARBARIE

Por Javier H. Murillo*

Se publicaron el año pasado dos libros importantes para que Colombia se piense a sí misma. Uno, «No hay silencio que no termine», de Íngrid Betancourt (Aguilar), y el otro, «Había que decirlo», de la psicóloga Florence Thomas, en la Editorial Ícono.

Son equivalentes sus títulos, y no por casualidad. Los dos libros refieren experiencias singulares, hechos que sin duda debían ser contados. Primero, porque nadie debe cargar con semejante peso en silencio, y, segundo, porque es imprescindible que Colombia se reconozca de una vez en su absurda historia de de violencia.

Se trata de dos libros muy diferentes, sin embargo.

El primero fue uno de los más esperados dado el carácter de quien lo firma: una candidata presidencial que fue secuestrada por un grupo de izquierda armado y fortalecido por el narcotráfico, y que, contra todo lo esperado, permaneció en cautiverio durante seis años a los que sobrevivió con tenacidad y dignidad a pesar de las dificultades. Figura pública, además, favorita de cámaras y de periodistas que antes y después de su impensable cautiverio entronizaron como a una más de la pequeña aristocracia criolla. Su texto venía a sumarse y a cerrar de alguna manera la ya infame saga de testimonios de secuestrados y, en general, de las víctimas de la violencia política y económica de Colombia: una no tan pequeña colección temática que pondría los pelos de punta a quien tome por ahí desprevenido.

El otro es menos cinematográfico, más íntimo, en principio. Escrito por quien ha sido fundamentalmente una intelectual, una profesora, pero sobre todo por una de las abanderadas de la reivindicación de los derechos de la mujer en Colombia. Es una reflexión, más que contra la doble moral del inoperante Estado colombiano, contra la dificultad de ser mujer y la de ejercerlo en un país que en más de un sentido parece estar viviendo en la edad media.

La política de la barbarie
Pero su principal diferencia está en la forma en la que fueron recibidos por los lectores. El libro de Betancourt fue el libro del año. Fue comentada su edición, su por momentos tartamudeante traducción del francés. Recomendado por personajes de la política y la literatura. Es “un gran libro […] Lo que en los demás [testimonios sobre el secuestro] es una anécdota, en éste es gran literatura” (Héctor Abad Faciolince, 2010). “Aunque no he leído sino 40 páginas, creo que el libro se merece un Nobel” (Juan Carlos Pastrana, 2010), y comparado ¡con los libros del judío italiano Primo Levi.

El de Thomas, por otro lado, si bien fue también promocionado, lo fue de una manera más tímida. Más bien vergonzante.

No hay duda de que estar secuestrado  -y estarlo durante más de seis años- tiene que ser una de las experiencias más agresivas y devastadoras que puede sentir un ser humano. Cualquiera tiembla ante la posibilidad de perder la seguridad cotidiana, de estar a merced de quien pueda desproveerlo de su nombre y de sus más íntimas versiones de sí mismo. Pero contarlo -referirlo, hacer de ello una experiencia compartida con el lector- debe de tener algo de liberador. Cada uno de esos libros es un testimonio importante, periodísticamente son invaluables, así que de entrada se cuenta con un respaldo editorial y comercial importante. De entrada puede decirse que está bien hacerlo: el autor es la víctima, y la decisión de escribir su experiencia tiene algo de heroico, de memorable. El autor sabe desde el principio que el lector estará de su lado, que se identificará con él y que seguirá con interés y curiosidad viva cada uno de las difíciles vivencias que pudieron haberle ocurrido a él, y en las que al final, bueno, hay final feliz.

Algo muy distinto ocurre con lo que Florence Thomas tenía para decir. El aborto, la interrupción voluntaria del embarazo es todavía intocable en la sociedad colombiana, incluso como simple tema de discusión; mucho más si el problema es abordado en caliente, desde la experiencia personal de una mujer que lo refiere en primera persona. No importa si quien lo hace es la obstinada líder de los procesos feministas en Colombia que es Thomas. No importa si tiene ya una voz reconocida mundialmente en la defensa de los derechos de las mujeres, incluso tomar la decisión de escribirlo es un salto hacia adentro que muy pocas personas estarías dispuestas a dar:

“Quizás evito desde hace años encontrarme de frente con este evento de mi vida, mi propio aborto, a pesar de mi feminismo ya casi endémico, a pesar de pertenecer a La Mesa por la Vida y la Salud de las Mujeres, a pesar de haber escrito más de una docena de columnas periodísticas sobre el tema y a pesar de haber mencionado mi propio aborto hace doce años en un libro muy mío, llamado Conversación con un hombre ausente”. (Florance Thomas en El Espectador, nov. 2010)

Mucho más si se trata de hacerlo para un público que no parece estar preparado para recibirlo; para una sociedad que a pesar de no solamente permitir el accionar de múltiples grupos violentos, sino de propiciarlos y de hacerlos modelos de comportamiento, parece tener demasiados escrúpulos como para sentarse a discutir abiertamente ciertos temas –el aborto uno de ellos- que afectan gravemente el destino de sus individuos.

Como refiere la periodista Marta Ruiz en el número 63 de la revista Arcadia, el libro de Florance Thomas estuvo a punto de no ser publicado:
Después de que el manuscrito había sido aceptado por la editorial Santillana [el mismo sello editorial que publicó con tanto éxito el libro de Betancourt], ésta había enviado al corrector de estilo para ajustar cada palabra, había un diseño de portada, e incluso se habían comprado los derechos de publicación del discurso que la ministra de Salud de Francia, Simone Veil, pronunció ante el Parlamento en 1974, con el que se logró la legalización del aborto en ese país, los editores decidieron no publicar el libro. “El de Florence Thomas no es el único que aplazamos. Tenemos compromisos inmediatos con autores con quienes hemos firmado contratos previamente que no podemos incumplir”, dice Rodrigo de la Ossa, director de esa editorial. (p. 30)

El libro de Thomas finalmente fue publicado por una editorial más pequeña, y también publicitado, a su manera, sin el espectáculo mediático y de los cortesanos culturales que saben tan bien moverse en el entorno criollo. Se trató, al final, de la publicación de un libro más del que no muchos, la mayoría mujeres, tuvieron opinión.

Insisto en que los temas de los dos libros son comparables. Ambos hacen referencia a la manera como la irracionalidad y la barbarie se siguen enseñoreando de este país. Pero si el de Ingrid Betancourt se ocupa de lo que pasa con los grupos marginales, con lo que ocurre del otro lado de la ley, en la vorágine de las entrañas de la guerra, Florence Thomas escribe y piensa sobre lo que se enquista de este lado: se para frente a la sociedad, no al margen, para hacer una denuncia en contra de las instituciones que no están a la altura de las necesidades de aquellos a quienes se deben.

El sueño de Florence Thomas es que Colombia legalice la interrupción voluntaria del embarazo en cinco años. Ingrid Betancout soñaba, perdida en el fondo de la selva, con un tren de alta velocidad que atraviese el país de norte a sur, o ver a Ciudad Bolívar convertida en un encantador village criollo. La primera es francesa, y hace suyos los problemas de las mujeres colombianas. La segunda, una colombiana que puede darse el lujo de vivir como una mujer francesa.

“Derechos sexuales y reproductivos” según Florence Thomas. Cortesía de TV Revista Planeta. Clic para ver el video:
[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=qAOzuRrGbRs[/youtube]

*Javier H. Murillo (Bogotá, 1966) abandonó la ingeniería mecánica y se metió de lleno en las humanidades. Estudió la carrera de Estudios Literarios en la Pontificia Universidad Javeriana y la Maestría en Literatura en la misma universidad y en Denison University (Granville, OH), en donde se desempeñó como profesor durante varios años. Su especialidad es la narrativa latinoamericana contemporánea, particularmente la colombiana. Actualmente es editor y profesor e investigador del Colegio Superior de Estudios de Administración (CESA) en Bogotá. Ha publicado ensayos académicos sobre las obras de Juan Carlos Onetti y de Fernando Vallejo, y es colaborador de revistas culturales. Escribió una biografía del aventurero escocés David Livingstone para editorial Panamericana (2005), y adelanta una novela por entregas en forma de blog: (www.unatelenovela.blogspot.com).

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