Periodismo Cronopio

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LA RESISTENCIA MEDIÁTICA

Por Ana Cristina Aristizábal Uribe*

En una sociedad traspasada por los medios de información, estamos bajo el poder y el imperio de lo que ellos nos muestren, de la realidad que nos entregan y que previamente han construido. Los medios hoy imponen realidades, formas de vida, y son las herramientas predilectas para moldear culturas y cosmovisiones. ¿Los medios están construyendo humanidad o la están destruyendo? ¿Acaso sus contenidos podrán contribuir en hacernos más humanos?

¿Cómo hacer resistencia cultural ante unos contenidos que muchas veces se asientan en los intereses particulares de unos pocos, que solo piensan en la acumulación ambiciosa e insaciable de dinero, sin importarles las consecuencias de lo que muestran?

En la historia de las resistencias vemos pueblos unidos, tratando de organizarse contra las fuerzas totalitarias que los quisieron dominar, subyugar e imponerles formas de vida que atentaban contra su cultura, sus tradiciones, su raza, su esencia. Tenemos como ejemplo la resistencia francesa ante la ocupación nazi, la resistencia partisana cuando los italianos sensatos se unieron para resistir al terror fascista y nazista que los quería dominar, y la resistencia judía, tratando de salvar no solo costumbres y cultura sino la propia vida.

Hoy estamos bajo la amenaza de otros dominios, bajo otros imperios, bajo otros totalitarismos. Imperios económicos multinacionales que pretenden degradar nuestra condición de humanidad para limitarnos a una vil condición de consumidores. Ellos no atacan con ejércitos invasores de casco, fusil y tanques. Sus armas y sus bombas están cargadas de diversión, música, imágenes bonitas, ‘reality show’, y promesas de poder, belleza y dinero. Y los más pobres entre los humanos (pobres de humanidad aunque algunos tengan los bolsillos llenos o vacíos, eso no importa) son víctimas fáciles, cada vez más confundidas.

A pesar de que Immanuel Kant lo advirtió hace más de doscientos años, a lo largo de su historia el ser humano ha sido tratado como objeto de uso: para la guerra, para la producción, para la reproducción o para el consumo. Y hoy no es la excepción: hoy es una figura de uso para esos medios de información. Ese ser humano es la materia prima que se transforma en datos, imágenes, mensajes y contenidos de todo tipo. Es un objeto que atraviesa la cadena de producción en la industria de la información y que se muestra, casi siempre, deformado en el producto final que después «consumen» los mismos humanos.

¿Cómo se ve a la persona desde los medios de información? Y por lo tanto: ¿Cómo la están tratando? ¿Qué imagen de ella están replicando?

Hacerse persona es un proceso que se desarrolla a lo largo de toda la vida y que está influenciado no sólo por la familia, sino también por la cultura que nos rodea. La conciencia que tenemos de que somos personas influye en lo que se pide o exige a los medios. Y a su vez la conciencia que en los medios de información se tiene de la persona, es decisiva en el tipo de contenidos. Los medios son, desde hace mucho tiempo, replicadores culturales que influyen, en mayor o en menor medida, en la formación de las personas.

El ser humano nace como persona, y también se construye como persona a lo largo de su vida. El ser persona es una vocación (aptitud, disposición, propensión) a la que todo ser humano está llamado. Entre todos los seres vivos, sólo la persona tiene vocación para ser persona.

UNA IDEOLOGÍA DESPERZONALIZANTE

¿Qué tienen en mente los productores de los contenidos en los medios de comunicación: servicio social o dinero individual? ¿Entienden que sus contenidos son generadores de cultura y que difunden o replican diversos tipos de cultura? Dentro de esos tipos de cultura, ¿qué lugar le están dando a la persona y qué respeto tienen por ella?

Una ideología despersonalizante —como la he llamado— sólo muestra pobres aristas de la persona y las quiere imponer como si «esa fuera la realidad», como si la realidad fuera tan sólo lo que ellos muestran, con la disculpa de que los medios tan sólo son un espejo del acontecer social.

Pero esa no es la única realidad. El ser humano no se agota en lo que los medios de información, en su mayoría, se han dedicado a mostrar. La gran responsabilidad social de los medios es mostrar y multiplicar las varias y muchas veces inexploradas posibilidades que la libertad otorga a las personas para responder a esa vocación y a ese llamado para hacerse persona.

La ideología despersonalizante no ve personas, sólo ve masas que pueden ser amasadas, programadas, manipuladas para que respondan a las necesidades que son creadas por los poderes económicos para generar rentabilidad en sus productos. Sólo hay que ver las modas, los usos y costumbres que se imponen de acuerdo con el mercado: modos de vida rubricados por los objetos que rodean esa vida; modos y objetos que son replicados hasta la saciedad a través de los medios, que terminan siendo impuestos y que después de impuestos se presentan como si tan sólo fueran el reflejo de la sociedad.

A la ideología despersonalizante no le interesa promover el desarrollo de personas pensantes, reflexivas, autónomas, libres y únicas, porque entonces se quedaría sin adeptos que consuman sus productos, ya que no vivirían la vida como ella les indica. En lugar de tratar de suscitar el ser personal, la ideología despersonalizante se levanta como cualquier totalitarismo, pero con visos económicos, paralelos al capitalismo de ficción que plantea Vicente Verdú: es precisamente la ideología detrás de esa ficción reproducida sin fin por los medios de información.

Son  contenidos que promueven la fertilidad del dinero, e intentan hacer desaparecer toda tensión vital promoviendo una vida teatral; llena de sensaciones y de bienestar psíquico. Donde la realidad se cambió por la apariencia del maquillaje y las cirugías que permiten ocultar el «olor de la edad». Donde se promueve la diversión y el entretenimiento bajo el supuesto de que son mejores clientes los ciudadanos entretenidos, felices e hiperactivos como niños. Donde no existen ni Dios ni los compromisos fuertes; donde se pueden usar disfraces de personajes virtuales que posibiliten evadir la propia existencia, la realidad personal. Donde se ha pretendido hacerle creer a las personas que son únicas por consumir determinadas marcas. Que el culto a la belleza no es únicamente asunto femenino y que las cosas no tienen que morir, sólo tienen que ser reemplazadas; lo que a lo mejor esté preparando la época en que tampoco las personas tendrán que envejecer, sino que simplemente irán siendo reemplazadas en sus partes, para que la vejez desaparezca y entonces, sólo mueran cuerpos jóvenes.

¿Pero qué hay de las posibilidades del ser personal? ¿Dónde ha quedado la libertad, el llamado y la vocación para hacerse persona? ¿Dónde están los contenidos en los medios de información que promuevan la reflexión y las capacidades de las personas para despertar en ellas la verdadera humanidad a la que han sido llamadas?

Los contenidos de hoy tan sólo intentan unificar la mirada y la visión del ser personal, para manejarlo como una masa homogénea que pueda ser conducida de acuerdo con los intereses particulares de unos pocos. Esos contenidos no tienen como interés primordial mirar a la persona como un absoluto, como un todo, único e irrepetible. Son contenidos que promueven un individualismo exacerbado donde el carácter comunitario y la visión del otro, están relegados a un plano prácticamente inexistente.

En el tiempo presente un estilo de vida consumista se ha apoderado de la cultura, una cultura que no está atravesada ni por la reflexión ni por lo trascendente ni por lo permanente, sino por el entretenimiento, por la apariencia, por lo cambiante y por la ficción con un solo objetivo: el consumo. Consumir entretenimiento, consumir apariencia, consumir objetos, consumir ficción. Y la persona es el blanco único adonde apuntan todos los esfuerzos con un fin comercial, que todo lo devora para enriquecer los intereses financieros de unos pocos que ven a las personas como medios para aumentar sus ganancias. En todo ese proceso los medios de información sirven como herramientas utilísimas para fomentar y reproducir la ideología despersonalizante que no ve a la persona como un fin en sí misma, sino como un medio para los egoístas intereses comerciales de unos pocos.

Esta ideología despersonalizante ve —y trata— a la persona como un objeto: objeto de diversión, de producción, de consumo, de placer, de reproducción, de venta, de estudio, de manipulación, de experimentación, de moda, de belleza, de estadística, deportivo, de exterminio jurídico, de desecho militar, de poder, de cirugía, etc.

EDUCACIÓN Y MEDIOS DE INFORMACIÓN

¿Qué tanta influencia en los comportamientos sociales pueden generar estos contenidos? En otras palabras: ¿educan o no los medios de comunicación? La filósofa española Victoria Camps asegura que junto con la escuela y la familia, la televisión forma la tríada que más poder tiene sobre la infancia. Camps no habla en general sobre los medios de información como influyentes en la educación, sino que cierra el abanico sobre la televisión. Sin embargo, su tesis podría abarcarse ampliando la mirada a los medios de información en general, teniendo en cuenta la gran acogida de ciertos programas radiales, algunas publicaciones impresas y la indiscutida penetración de los sistemas y comunicaciones computacionales. Sobre la televisión asegura Camps que «refleja y construye realidad, influye en la creación de hábitos y, por lo tanto, en las costumbres y actitudes de las personas».

Son los medios de información los responsables de sus contenidos. Pero esa responsabilidad y autonomía se desvanecen muy fácilmente cuando hay imperativos dominantes, como el dinero —asegura Camps— puesto que al fin y al cabo los medios se organizan como empresas que deben ser rentables económicamente, por lo que es fácil que «el servicio al dinero acabe anulando el servicio a la información, a la cultura o, incluso, a un entretenimiento con criterios de buen gusto y de buen hacer».

Y se podría aumentar que en este tiempo el trabajo de los medios de información  al servicio del capitalismo de ficción —la estrategia contemporánea para la producción del dinero— ha producido y reproducido una ideología despersonalizante que contribuye a deteriorar las posibilidades del ser personal.

¿Logran influir los medios de información en la «educación» o «maleducación» de la persona?

Aquí educar significa básicamente dos cosas: «Integrar al niño o a la niña en la sociedad, y enseñarle a pensar por sí mismo, a ser autónomo», como dice Camps. A lo que se le puede añadir la idea central de hoy: educar para ser personas, para ser cada vez mejores personas, para lograr suscitar en cada ser humano una respuesta profunda y responsable a su llamado y vocación, a su existencia, a sus múltiples posibilidades humanas, al desarrollo cada vez más intenso de su vasto universo, de su singularidad y autonomía, de su libertad y responsabilidad, todo centrado en el carácter comunitario de la persona: sin el otro yo jamás podré existir.

En cuanto a la educación de los niños, dice Camps:

«De su entorno —de lo que ve y oye— el niño aprende cómo se distribuyen las funciones en la sociedad, quiénes son importantes y quiénes no cuentan para nada ni para nadie, cuáles son los signos de respeto, qué es un insulto, cuál es el lenguaje de unos y otros, en definitiva, cómo debe comportarse y qué se espera de cada quién. Aprenden hábitos, convenciones, distinguen modelos, adquieren costumbres. Al niño se le transmite, en sentido amplio, una cultura, entendida como una forma de vivir, de ver el mundo y de relacionarse con los otros. Todo esto, digo, lo aprende en la práctica, cada día, y aprende asimismo a aceptarlo, a quererlo o a odiarlo».

Es cierto que todo esto lo aprende del entorno, pero no hay que olvidar que parte del entorno de los niños de hoy son los medios de información y en especial la televisión. ¿Qué imágenes de la sociedad replican estos medios? ¿Cuáles son los signos de respeto, el lenguaje que se usa, qué se enseña sobre quién es quién en el mundo? ¿Qué se ve en la televisión, qué se ve y se lee en los medios impresos, qué circula en la Internet, qué se escucha en la radio? ¿Qué lenguaje utilizan estos medios cuando se refieren a un ser humano, a una persona? ¿Qué tipo de hábitos, modelos, costumbres transmiten los contenidos creados en ellos? ¿Qué tipo de cultura difunden?

Asegura Victoria Camps que los medios de información, y en especial la televisión, son igualmente responsables de una educación o formación aparentemente más difusa, pero no por ello menos real, que le proporciona todo lo que le sirve de aprendizaje al niño. Dice que «el déficit de valores morales, el desconcierto y la crispación de la vida pública, el individualismo egoísta, el deslumbramiento por todo lo que representa ostentación y opulencia, la veneración por la riqueza y el ocultamiento de la pobreza, la falta de espiritualidad, todo ello se refleja en la televisión y es producido por ella (ambas cosas a la vez)».

Los responsables de crear contenidos en los medios de información tienen que entender el compromiso y la lealtad que les deben a sus vecinos, a su propia familia, a su misma sociedad, en resumidas cuentas: es un compromiso y una lealtad consigo mismos, porque finalmente el daño o el beneficio que se produzca en los otros se irradiará en quien lo ha producido.

El asunto es que hoy el interés económico ha invertido la jerarquía de lo que realmente es beneficioso para la mayoría, y se ha centrado en lo individualmente rentable para unos pocos, con la premisa de suponer siempre que todo lo enmarcado por lo llamativo y espectacular, sin ningún criterio ni moral ni educativo, es lo que acapara la atención y por lo tanto, lo que genera lucro económico.

El asunto no radica en los medios masivos de información, como tales, sino en lo que se hace a través de ellos. Es el contenido que los responsables producen. Los medios no son malos ni buenos per se, sino lo que emiten. La responsabilidad está en las personas que crean contenidos para las personas. El asunto atraviesa la dignidad del ser humano.

Lo que está en juego es, quizá, la dignidad humana; asunto que a la ideología despersonalizante no le interesa, puesto que no le importan las personas como fines en sí mismas, sino como medios para sus individuales y egoístas intereses que nada tienen que ver con los intereses del desarrollo personal y comunitario.

Victoria Camps habla sobre moral, ética y responsabilidad. Clic para ver el video
[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=YpvhxxFm_5I[/youtube]
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* Ana Cristina Aristizábal Uribe es Comunicadora Social y Periodista. Trabaja en la Emisora Cultural de la Universidad Pontificia Bolivariana. Es docente externa de crónica y reportaje de la Facultad de Comunicación Social de la misma universidad.

1 COMENTARIO

  1. INCREIBLE Y MARAVILLOSO PENSAMIENTO TIENES, ME ENCONTRE CON VARIOS DE TUS ARTICULOS, ERES SUPERIOR EN PENSAMIENTO, ESTOY ADMIRADO COMO PIENSAS, CARIÑOS

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