Con Z de Cronopio

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LA CONDENA DE LEER

Por Rafa Burgos*

Leer lleva consigo la condena de no poder leerlo todo. Leer es empotrar entre dos paredes aquel verso limpio y ese adjetivo en equilibrio con los que jamás nos cruzaremos. Y que resonarán en nuestras cabezas hasta el final, como el jodido corazón delator de Poe. Pom pom, pom, pom. La novela que nos recomendaron hace doscientos años y que ya perdimos, como se pierde el tren más importante de nuestras vidas. Pom, pom. El poema que completa aquella estrofa que nos obligaron a aprender cuando querían obligarnos a leer. Pom, pom. La cita que nunca encontramos a mano cuando nos están dejando por otro. Pom, pom. Una enorme extensión de líneas anudadas con todos losadverbios inútiles que en el mundo han sido, que no nos llevará a ningún lado. Kilómetros y kilómetros de palabras que merecen la pena, de enseñanzas que no merecen morir, de crisantemos de origami, de ensayos, de haikus, de listas de la compra, de onomatopeyas y ruidos, de acentos de quita y pon, de resúmenes del partido, de entradas en el diccionario, de salidas de tono, de verbos que aún no se han probado, de cartas que aún no se han escrito, de sonetos de ripio suelto, de memorias del subsuelo que no saben que existe Dostoievski, de libros de Dostoievski que no volveremos a leer. Y también cartas de amor. Pom, pom. Una extensión como diez campos de fútbol, como tres estados del Sur, como el papel que envuelve una sola magdalena. Pom, pom. Leer lleva consigo la condena de saber que no leeremos una sola letra de más. Y que no concederemos ni una menos.

Che, Rafa. ¿Qué tal es ese Roth del que no paran de hablar? A Fede se le cae un alejandrino cada vez que abre la boca. Es profesor de instituto, argentino. Y de San Lorenzo de Almagro, como el Papa, suele añadir. Pero no cree en cielos ni infiernos. Como el Papa, suele añadir también. Me lanza la pregunta, en el bar, frente a un café y el periódico que no me va a dejar disfrutar. El mismo periódico que hace unos días dedicó dos páginas a la muerte de Philip Roth sin saber evitar lo de eterno candidato al Nobel. Un tópico que llegó a convertirse en epíteto y que no nos califica más que a los periodistas. Y no bien. No sé qué responderle. Porque Fede ha leído todo lo que le ha sido posible. Menos el manual para aprender a conducir, su lista de boda, la receta de la pastafrola y, más o menos, todo lo que se ha escrito después de la muerte de James Joyce. Nada de Philip Roth. Si se le pregunta por la gran novela americana, suele estancarse en Melville. Ya murió, puedes empezar a leerlo, le respondo. Porque no sé cómo defender a Roth ante una persona que puede recitar toda la poesía de San Juan de la Cruz. Sonríe. Creo que no quieres que te conteste. O sí, creo que lo haces simplemente para soltarme el parrafito de que no es necesario leerlo todo, pero que no hay que dejar una sola oportunidad de intentarlo. No es así, apostilla. Da igual, guárdatelo para tus alumnos, que no tienen que escucharte cada año con lo mismo. No estoy enfadado y lo sabe. Naaa, es joda. Sabés, ya llegué a Roberto Arlt. Y sigue la charla. Y tres risas, catorce saludos, el tintineo de las tazas, las comandas del camarero, la sintonía de un móvil, un par de chistes sin gracia, la máquina que muele el café, un portazo en la cocina, el acento gallego de la dueña del bar, tres monedas, otras tres, un estornudo ahogado, cuatro monedas más, esta vez de cambio de un billete de cinco, una discusión de negocios, un reproche entre dientes y unos tacones de mujer. Todo Roth.

Llego a casa y aún no sé por qué hay que leer a Roth. Ni por qué hay que dejar de leerlo. En el fondo, leer también es el enigma de todo lo que no vamos a leer. Y la magia de que alguien que te acaba de conocer te regale un libro que probablemente no abras jamás. O encontrar el Decamerón escondido tras un armario, en el salón de tu abuela la que acaba de morir. O girar la cabeza en el bar de un hotel porque alguien a tu lado acaba de citar al autor que tanto te gusta. O dejarte llevar tanto por la recomendación de alguien como por ese título enigmático que te saluda desde la estantería de una librería de viejo. Leer es releer y acumular. Leer es descartar sin sentido, sin necesidad y sin ninguna explicación. Leer es saber leer en los carteles de circo, en los muros de los solares y en los pentagramas de una sonata para piano. Leer es un castigo por no leer. Leer es todo esto y lo contrario, porque no hay dos lectores iguales, porque nada sirve para que tus hijos lean tanto como tú, porque jamás llegarás a escribir como Carver, por mucho que leas. Porque, en el fondo, leer es la más prescindible de las cosas sin las que no se puede vivir.

Llama Fede. Llegué pronto a casa y le pregunté a mi mujer, me cuenta, con otro alejandrino. Ella sí leyó al tal Roth. Y me dice que soy un bruto por no haberlo leído. Pero que ya no tengo arreglo. ¿Te venís a casa esta noche? Juega River, gallinita. Vale, le contesto, llevaré cervezas. La vida sigue sin Roth, como siguió sin San Juan de la Cruz, apostilla Fede, antes de colgar.

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* Rafa Burgos es periodista (Alicante, España, 1971). Comenzó su trayectoria profesional en 1997 como colaborador y crítico de cine en el periódico local La Prensa y posteriormente pasó por El Periódico de Alicante (donde asumió también la labor de editor) y Las Provincias (crítico de cine). En 2003 se incorporó a la plantilla del diario El Mundo, en el que ejerció de redactor de Sociedad y Cultura y columnista. En 2012 dejó el puesto para dedicarse a proyectos personales, como el blog El Faro del Impostor (www.elfarodelimpostor.com), un documental sobre el boxeador Kiko ‘La Sensación’ Martínez (actualmente en post-producción) y el libro ‘La feria abandonada’ (Barbara Fiore Editora, 2013), del que es coautor junto al dibujante Pablo Auladell y el poeta Julián López Medina y que acaba de ser traducido al francés (‘La fête abandonnée’, Editions de l’An 2, 2016). En la actualidad, escribe la columna semanal ‘Vals para hormigas’ para el diario Alicante Plaza. Se le puede seguir en Facebook (El Faro del Impostor) y Twitter (@Faroimpostor).

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