Vidas de artistos

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INFELICIA

Por Gustavo Arango*

Uno de los pasatiempos favoritos de Adah Isaacs Menken era inventar versiones sobre su origen. En el artículo «Algunos apuntes sobre su vida escritos de su propia mano», publicado en 1868 en el New York Times, Adah dijo haber nacido en Bordeaux, Francia, con el nombre de Marie Rachel Adelaide de Vere Spenser. Tres años atrás había escrito en otra parte que su nombre verdadero era Dolores Adiós Fuertes y que era la hija de una francesa de Nueva Orleans y un judío español. Según otras versiones era hija de esclavos negros, de irlandeses o de judíos. Se supone que nació –no se tiene claro dónde– en junio de 1835, y hay más consenso en afirmar que murió en París, el 10 de agosto de 1868. Fue pintora y poeta y la actriz mejor pagada de su tiempo.

Fuentes tan confiables como ella sostienen que Adah fue una estudiante adelantada, que hablaba con fluidez el francés y el español, y que su salto al escenario fue temprano. Siendo solo una niña, participó en un espectáculo de danza en la Opera House de Nueva Orleans. Poco después fue bailarina en la Habana, Cuba, donde recibió la corona como la «Reina del Lugar». Empeñada en ser una artista de sustancia, Adah dejó la danza por la actuación y se dedicó a hacer lecturas de Shakespeare y a publicar poemas y viñetas en The Liberty Gazette, de Nueva Orleans.

Su carrera estuvo estrechamente ligada a sus matrimonios y amoríos. Se casó por primera vez cuando tenía veinte años con el músico G. W. Kneass, pero el matrimonio duró menos de un año. En 1856 se casó con el hombre de quien adoptó el nombre con que más se le conoció, Alexander Isaac Menken, un músico de una prestante familia judía de Cincinnati, Ohio, quien además se convirtió en su agente. Fue entonces cuando Adah se inventó un origen judío, agregó una “h” a su nombre y una “s” a su apellido; desde entonces se llamaría Adah Isaacs Menken.

Por aquel tiempo, Adah se valió del auge de la prensa para cultivar la fama. Llevaba el cabello corto, algo inusual en las mujeres de la época, y vestía de modo andrógino. Su debut en Nueva York fue poco promisorio. En 1859, en la reseña de la obra “El espía Francés”, el New York Times la declaró «la peor actriz de Broadway”. Pero Adah no se desalentó, siguió representando papeles menores y haciendo lecturas literarias.

Ese mismo año volvió a ser noticia por su matrimonio con el afamado boxeador irlandés John C. Heenan. La prensa la acusó de haberse casado para obtener celebridad. Luego se supo que Adah no se había divorciado de Menken, y las acusaciones de bigamia no se hicieron esperar. El matrimonio con Heenan duró menos de un año. Tuvieron un hijo que murió a los pocos días de nacido.

En Nueva York, Adah conoció a Walt Withman, quien según ella se había «adelantado por siglos a sus contemporáneos». La influencia de Withman la inspiró a escribir, entre 1860 y 1861, una serie de 25 poemas en verso libre que publicó en el Sunday Mercury de Nueva York. En 1862, Adah se casó con el humorista y editor de ese diario, Robert Henry Newell. El matrimonio duró cerca de tres años.

Adah tuvo un romance con el malabarista Charles Blondin, quien se había hecho famoso por cruzar las cataratas del Niágara sobre la cuerda floja. Adah le prometió a Blondin que se casaría con él si permitía que hicieran juntos un espectáculo sobre la cuerda y el abismo. Blondin se negó, dijo que se «distraería con su belleza», pero el romance dio mucho de qué hablar y la pareja tuvo durante meses un espectáculo itinerante.

El salto de Adah al estrellato se produjo en 1864, cuando interpretó un papel en Mazeppa, una versión del poema de Byron del mismo nombre. En el momento supremo de la obra, Adah aparecía desnuda y a caballo sobre el escenario. La obra tuvo un éxito resonante en Nueva York y San Francisco, y su renombre no tardó en cruzar el Atlántico. Poco después cruzaría Adah, a cabalgar con igual ligereza en escenarios de París y Londres.

«La Menken», como se le conoció en Europa, representó Mazeppa durante dos años, en teatros repletos, y rodeada de controversias por su atrevimiento. Ante las críticas, Adah diría que se inspiraba en la «escultura clásica». En París y Londres frecuentó a escritores como Alejandro Dumas (con quien tuvo un romance escandaloso por los 33 años de edad que los separaban) y Charles Dickens.

Durante un breve regreso a los Estados Unidos, Adah se casó con el tahúr James Paul Barkley, pero el matrimonio duró muy poco. Adah regresó a Europa, donde tuvo un hijo de Barkley que murió de pocas semanas. La madrina del niño fue la escritora George Sand.

Al regresar a Londres, en 1867, Adah encontró que el público había perdido interés en Mazeppa y, desde entonces, vivió en medio de estrecheces. Su último romance fue con el poeta Algernon Charles Swinburne. Cuando se sintió enferma, decidió mudarse a París. Allí empezó a preparar la edición de su libro de poemas, Infelicia, el cual dedicó a Charles Dickens.

Por esos días le escribió a un amigo: «Estoy perdida para el arte y para la vida. Pero, en últimas, ¿acaso no he saboreado la vida más que muchas mujeres que llegan a vivir cien años? Es justo que me vaya.

«Siempre he creído…»-escribió en otra ocasión- «que he estado poseída por dos almas, una que vive en la superficie de la vida, complaciente y complacida; y la otra, tan profunda e inescrutable como el océano, un misterio para mí y para los que me conocen». 

Según distintas versiones, murió de tuberculosis, peritonitis o cáncer. Tenía treinta y tres años. Infelicia, su libro de poemas, apareció publicado pocos días después de su muerte. Su tumba, en el cementerio de Montparnasse, lleva como única inscripción las palabras “Thou Knowest”.

Algunos sostienen que es parte de un himno religioso que nos recuerda que para Dios no hay nada oculto; otros, que son las palabras de Julieta –la de Shakespeare– cuando habla de la noche que oculta su vergüenza.

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*Gustavo Arango es profesor de español y literatura latinoamericana de la Universidad del Estado de Nueva York (SUNY), en Oneonta y fue editor del suplemento literario del diario El Universal de Cartagena. Ganó el Premio B Bicentenario de Novela 2010, en México, con El origen del mundo (México 2010, Colombia, 2011) y el Premio Internacional Marcio Veloz Maggiolo (Nueva York, 2002), por La risa del muerto, a la mejor novela en español escrita en los Estados Unidos. Recibió en Colombia el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, en 1982, y fue el autor homenajeado por la New York Hispanic/Latino Book Fair, en el marco del Mes de la Herencia Hispana, en octubre de 2013. Ha sido finalista del Premio Herralde de Novela 2007 (por El origen del mundo) y 2014 (por Morir en Sri Lanka).

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