Periodismo Cronopio

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Muchos años después escribí los cuentos de «Tren de la mañana a Talavera». ¿Cómo me lancé a escribirlos? Quizás por algo que relata Hemingway en «París era una fiesta». Creo que mi viejo y querido Hemingway cuenta que tenía que escribir una historia para enviar a una revista y estaba en una de esas etapas de sequía intelectual. Entonces se preguntó qué era lo que realmente conocía bien, pues sobre eso tenía que escribir. Y fue así como surgió «El río de los dos corazones», que habla de dos cosas que Hemingway conocía bien: por fuera, el mundo de la pesca, y veladamente, el de la guerra. Yo también me hice en algún momento esa pregunta, quizás ligeramente modificada: ¿cómo todavía no he escrito nada significativo sobre un tema que me ha apasionado como pocos, al que le dediqué años de lectura y de estudio, un tema que me ha llevado a viajar por los países taurinos, y que hasta me ha ganado muchas enemistades en mi propia tierra? Así fue como surgió «Quite a la sombra» y luego los demás cuentos del libro. Todos ellos son en el fondo existencialistas, y tratan el tema de la relación de la vida y el arte. En el cuento «Una buena vara», como todos los demás existencialistas, veladamente me he retratado. Yo soy un poco ese picador que ha llegado a los 50 años y ya sabe que se retirará como subalterno, pero que aún tiene deseos de que lo recuerden por un buen puyazo. Cuando yo tenía 20 años, pensaba que a los 50 me darían el Premio Nobel. A los 30 ya me conformaba con el Cervantes. A los 58, sin Nobel y sin Cervantes, con más hechuras de picador que de figura del toreo, me conformo con ejecutar bien una suerte.

9 — ¿Qué dijeron los poetas sobre Diego Velázquez (1599-1660)?…

GEP — Aludís al título de otra de mis conferencias… Sobre esto, un par de cosas. Primero, que como he dicho, tengo una forma de sentir muy andaluza. Para evitar cualquier tipo de suspicacia, quiero declarar que me siento profundamente argentino, y que doy gracias a Dios por haber nacido en esta tierra, aunque a veces, muchas veces, me duela la Argentina, tanto como a Unamuno le dolía España. Pero también siento que he tenido el privilegio de contar con una segunda patria, una patria espiritual a la que estoy unido desde mi niñez, y esa patria tiene un nombre tan luminoso como el de nuestra tierra natal, y esa patria se llama Andalucía. Decían sabiamente los latinos: «Ubi bene es, ibi patria est», donde estés bien, allí estará tu patria. Y yo siempre me he sentido bien en todos aquellos rincones donde se respira lo andaluz. Por razones misteriosas, por alguna suerte de predestinación, he amado siempre la tierra de Andalucía, su gente y su cultura. Me gusta el cante de Camarón de la Isla, la tauromaquia de Curro Romero, las Inmaculadas de Bartolomé Esteban Murillo, la poesía de Rafael Alberti; amo la religiosidad del pueblo andaluz, su alegría, su exaltación de la libertad, su mestizaje de razas, credos y culturas. Siento que Andalucía, como dice el himno que compuso Blas Infante, ha contribuido a que los hombres, la humanidad toda, sea más humana. Alguien dijo que los andaluces somos tan caprichosos, que nacemos en cualquier parte del mundo. También en este apartado sur, donde muchos nos reconocemos como hijos espirituales de Andalucía. Es por ello que entre los momentos más gloriosos de mi vida estarán siempre las mañanas que pasé en el Barrio de Santa Cruz, mi peregrinación a Moguer, el instante en que vi por primera vez el Guadalquivir o el ruedo de la Maestranza. Hecha esta profesión de fe andaluza, no puedo pasar por alto la figura de Velázquez y la importancia que ha tenido la pintura en mi vida. ¿Quién fue más andaluz? ¿Murillo o Velázquez? Algunos dirán que Murillo, pero la primera pintura de Velázquez es profundamente sevillana. «Lo que los poetas dijeron sobre Velázquez» no es, como alguno podría suponer, una serie de opiniones, de críticas sobre las obras del pintor sevillano producidas por algunos escritores del siglo XX. Se trata, fundamentalmente, de uno de los mecanismos básicos de la creación artística e intelectual al que los estudiosos han llamado intertextualidad o transtextualidad. Ver cómo un determinado texto (en este caso, una tela de Velázquez) da origen a otro texto (un poema de Manuel Machado, de Rafael Alberti, de Blas de Otero). Algo de esto hice yo mismo en uno de mis poemas de «Ojalá el tiempo tan sólo fuera lo que se ama», que se titula «Las lanzas».

10 — En las VII Jornadas de Poetología (2014) te referiste a «El eros flamenco en la poesía del tango».

GEP — Sobre los orígenes del tango como género musical y como danza se ha escrito mucho y no sin generar polémicas. Casi siempre se habla, sea para sostener o rebatir la tesis, sobre su ascendencia en parte andaluza. Pero poco o nada se ha escrito sobre la poesía del tango en relación a las coplas flamencas. Recién en los últimos años Miguel Poveda se ha arriesgado a afirmar que «el tango y el flamenco, si bien son distintos musicalmente, tienen una raíz y una poesía popular de una profundidad muy parecida» y que siempre existió una vinculación de «los cantaores con el tango porque sus coplas tienen una relación íntima con el desgarro que existe en el cante». Por otra parte, Diego El Cigala confesó su pasión por el tango debido a «sus letras de tragedia, nostalgia, desamor, desazón, infidelidad. Yo amo lo oscuro, el desasosiego, el clima de muerte que tiene el tango…». Y también que «el tango es como el flamenco. Es lo que más me gusta, que, sin tener que ver directamente un género con el otro, el tango y el flamenco sí tienen mucho que ver con el corazón. Por eso me siento tan a gusto cada vez que canto tangos». No obstante, las letras de los tangos más antiguos poco tienen del desgarro y de las cosas del corazón del cante andaluz. José Gobelo afirma que «las primeras letras para tango son, en nuestra opinión, españolas en su forma y lupanarias en su fondo» y que «los compadritos de Villoldo tienen el desparpajo y la fachenda de los chulos expresados en las letras de los cuplés».

En la historia de la poesía del tango, Gobelo remarca la importancia de Pascual Contursi, ya que «fue él quien expresó al nuevo porteño, que no era ya el compadrito con aire de chulo, sino el hijo de inmigrantes, con tristezas de gringo desarraigado». Y agrega: «se debe a Pascual Contursi el gran tema del tango, que es el amor perdido, tema en torno del cual gira lo mejor de la lírica universal». Además, con Pascual Contursi «la prostituta (o la mantenida) se presenta con rasgos humanizados e introduce en el incipiente tango-canción un clima de melancolía moral que pervive hasta hoy y que es uno de los rasgos más acendrados del sentimiento porteño». Si bien la poesía del tango no tiene limitaciones temáticas, es la cuerda erótica la que suena con mayor frecuencia, dividida en un gran número de motivos, y es la que acerca nuestra expresión artística a la poesía popular andaluza. El estudio temático de la poesía flamenca evidencia también su riqueza semántica. La poesía popular gitano-andaluza es temáticamente limitada, pero variada en los motivos que matizan los principales temas. Gran parte de la inspiración de sus poetas radica en los asuntos líricos dominados por cierto patetismo. Los rincones profundos del yo poético se manifiestan en un conjunto diversificado de estados de alma, entre ellos, como también sucede con el tango, los derivados de las múltiples manifestaciones del amor, quizás el más patente y frecuente en la poesía para el cante.

Tanto el tango como el flamenco son manifestaciones artísticas de extracción popular que trascendieron su acotada geografía de origen —el Río de la Plata, Andalucía— para convertirse en patrimonio de la humanidad. Tango y flamenco tienen una triple expresión: la música, la danza y el canto, pero ningún estudio ha podido demostrar con certeza la influencia de éste sobre el nacimiento de aquel. No obstante, la fusión entre el tango y el flamenco que se viene dando desde hace unos años hace pensar en que tienen más de un punto en común. Si como piensa Fernando Sánchez Zinny y otros autores, la poesía del tango surgió como una extensión de la emotividad gaucha —cantar opinando, nostalgia de los años que han pasado, actitud de consejo, desarraigo familiar, pobreza y, para el tema de nuestro interés, misoginia y amor desproporcionado a la madre «que pudo haber llegado con la herencia hispano-musulmana y haberse reforzado después con el aporte de las cerradas costumbres italianas»—, no resulta descabellada la ligazón con el eros flamenco, ya que la poesía gauchesca, como lo señaló Miguel de Unamuno, es también en su esencia primordialmente española.

11 — Consta en tu presentación formal, curricular: sos el autor del «Diccionario de escritores de la provincia de Buenos Aires. Coloniales y siglo XIX».

GEP — Siempre me apasionó la historia, especialmente la historia argentina, que es mucho más rica que cualquier literatura. Considero que la historia sustituyó, en gran parte, la pobreza de novelas de nuestro siglo XIX. «Facundo» y las demás biografías de Domingo F. Sarmiento son verdaderas novelas, incluida su propia autobiografía. Por eso mis intereses intelectuales se vuelcan en parte hacia la historia, sobre todo hacia la historia cultural. Ya hace casi 25 años que trabajo en el Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, un lugar privilegiado que me ha permitido desarrollar éste y otros trabajos, como la edición facsimilar de «El Triunfo Argentino» de Vicente López y Planes y varios trabajos sobre toponimia.

12 — Resulta que a mis setenta y un años, hace pocos meses, me regalaron el volumen «Cuentos secretos» de Aurora Venturini (1922-2015), como vos, platense, y con más de treinta obras publicadas. Primer acercamiento mío, ambivalente, a su escritura: me sorprendió de forma grata aquí o allá y también algunos pasajes me produjeron reticencia, fastidio. La has destacado. Contanos de ella.

GEP — Ella me descubrió a los veinte años y me alentó en mi vocación literaria. Siempre tuvo conmigo una relación llena de afecto y de respeto, pese a que yo tenía también muy buenas relaciones con la poeta Ana Emilia Lahitte. En La Plata ha quedado como parte de nuestro anecdotario la rivalidad de ambas, aunque habían estudiado juntas y habían pertenecido a la misma generación. Creo que hacia el final de sus vidas llegaron a reconciliarse. Visité muchas veces el departamento de Aurora, sobre todo en la época en que estuvo casada con Fermín Chávez, con quien también tuve una excelente relación. Opino que Aurora va a quedar en la historia por su obra narrativa, quizás tardíamente valorada, más que por su obra poética. En una ocasión me organizó un homenaje en su casa. Fue cuando me expulsaron de la Sociedad de Escritores de la Provincia, entidad que ella misma había fundado y que, en manos de gente oscura, había decidido eliminar de sus padrones a escritores que pudieran resultarles competitivos. Aurora tomó mi expulsión como un reconocimiento y me organizó un homenaje en su casa, en el que Fermín Chávez compuso algunos versos gauchescos en mi honor. Concurrieron los escritores más importantes de La Plata, pero el departamento de Aurora era muy pequeño, de manera que una vez que nos sentamos ya no pudimos movernos más. Lo curioso fue que Ana Emilia Lahitte, quien lógicamente no fue invitada, también me organizó un homenaje en su casa por el mismo motivo. Tanto Aurora como Ana eran mujeres de una enorme personalidad, muy generosas con los jóvenes, y como suele ocurrir con muchos escritores, llenas de costumbres, ritualismos y atavismos que ya estarían fuera de la materia de este reportaje.

*

Guillermo E. Pilía selecciona poemas de su autoría para acompañar esta entrevista:

PAN DE LA MEMORIA

He dejado a mis padres
en esa casa que fue alguna vez
del tamaño del mundo. —Hay allí,
bajo esos zócalos, en cada grieta
de sus lajas, un tiempo en su sepulcro;
allí una hierba fina va creciendo
como la cabellera de los muertos—.
Estos pocos recuerdos son mis únicas
certezas por ahora. —Y la infancia
—como una espina de naranjo verde—
es una extensa mañana de lluvia;
es un agua metálica y humilde
que hervía en grandes ollas
y el perfume del apio y del arroz,
del perejil y la albahaca. Más tarde
yo iría a revolver en los roperos
sin saber que otras vidas más profundas
perduraban detrás de las maderas.
Acaso no existía diferencia
entre el sueño y la vigilia, entre un lado
y el otro del espejo, del armario
—aquel en que un abuelo silencioso,
embutido entre los sacos decrépitos,
sonriente descansaba—. No sabía
entonces lo que vive o sobrevive
debajo de las lajas y los zócalos,
ni el destino del pelo y de las uñas;
hoy hablo —claro está— de aquellos años
en los que nunca sentía el temor
de vivir con las sombras, tan distantes
de otros que llegarían a traer
gota a gota la piedad y la pena.

¿Por qué será que ahora
casi nunca se despierta feliz
quien soñó con sus muertos?
Sólo tras muchos viajes por mi sangre
volvería a esos cuartos para hurgar
entre los sueños y entre los roperos,
igual que cuando era aquella casa
del tamaño del mundo. —Hoy comprendo
que todo ese mosaico de vivencias
tuvo encaje y sentido en aquel tiempo:
las perchas, las cigarras, las sombrillas,
las cuentas de un collar, las flores rojas
que veía al despertar de la siesta.
Y el olor de la harina humedecida
con que se amasa el pan de la memoria.

(«Ópera flamenca», 2003)

*

LAS LANZAS

Una palabra, un destello de acero, ambos fugaces…
Fue el día en que entregaron la humeante ciudad de Breda:
un ignoto soldado llamado Ramón Valdés
—agazapado en las filas españolas—
lanzó su espada al aire y hacia la plaza una injuria.
Algún otro el insulto festejó; y el incidente
se comentó por dos días como anécdota,
antes de regresar a la nada y al olvido.
Nunca Velázquez conoció esa minucia:
abunda en toda guerra la humillación al vencido.
Como ese gesto sin futuro, también
un día se olvidarán Las lanzas, Las meninas,
El niño de Vallecas, la sonrisa melancólica
de Spínola; y esta mano que hoy escribe y mañana
será tierra; y el hombre que ahora inventa un personaje
llamado Ramón Valdés, que en la toma de Breda
hizo ese gesto bravucón y minúsculo,
inhallable en las crónicas como en la tela de El Prado:
un hecho de fantasía y una historia que existe
sólo en justificación de este poema.

(«Ojalá el tiempo tan sólo fuera lo que se ama», 2011)

*

LO QUE A NADIE LE IMPORTA

Ahora que el tiempo va trayendo sosiego
y que hallo cada cosa en su lugar
—cada cuerpo geométrico en su sitio
como en un test de inteligencia—, ahora
que cada sentimiento ocupa su baldosa
y lo que de mí me avergüenza se equilibra
con lo que de mí me enorgullece,
ahora —precisamente— me acuerdo
—ya casi sin dolor— de las miserias
que ayer no más pensaba que tal vez
no iban nunca a concederme reposo:
el color azul gris de mi uniforme
de soldado, el amigo o la mujer
que traicioné, el amigo o la mujer
que a mí me traicionaron, la sonrisa
que alguna vez le di —por miedo— a un asesino
y la imagen de mi abuela que comía en silencio
la manzana de sus cien años de pobreza.
Sólo lo que a nadie le importa sino a mí,
lo que no he vivido y lo que siempre he callado,
lo que nunca conoceré ni escribiré,
lo que conmigo se muere: sólo esto me acongoja.

(«Ojalá el tiempo tan sólo fuera lo que se ama», 2011)

*

UNDA DUDA TEOLÓGICA

Ya estás frente a tu Cristo, ante esa imagen
de madera pulida: él despojado
de ropa y tú cubierto de alamares.
Le pides protección, que si hay peligro
como un capote él extienda ese manto
que se sortearon al pie del patíbulo.
Le ruegas que te libre de un destino
que muchos desearían para ellos
y te evite el desdoro del fracaso.
Estás frente a la cruz como de niño
te enseñaron tus padres, pero dudas
si el Nazareno es tu Dios, si no está
tu señor en la sombra, encajonado,
bramante como un ídolo ancestral.
Con él tendrás que luchar cada tarde
y con pavor religioso matarlo.
Pues todo lo que muere en una plaza
reencarna y resucita, reaparece
para volver a luchar y a morir,
como tu Cristo en cada Eucaristía.

(«Tauromaquia lírica», 2013, inédito)

*

ABRID DE PAR EN PAR LOS CALABOZOS

Otro invierno: recuerdo que éramos soldados
pero más bien nos parecíamos a obreros,
a pordioseros o a campesinos astrosos.
—Entre baldosa y baldosa del patio
crecía una vez más la yerbamala;
en los galpones repletos de grano
perseguíamos de nuevo a las ratas—.
Pero así como se ventilan los quirófanos,
del mismo modo un día nos mandaron
a abrir de par en par, hacia tu luz,
Dios ausente, las celdas de castigo.
¿Con qué voces nombrar los calabozos
que una tarde de sol nos ordenaron
ventilar como a cámaras mortuorias?

(«Ainadamar», 2014, inédito)

*

NO SÉ SI ES MI HIJO O SOY YO MISMO

La calle en sombras que el joven camina
como quien sabe a dónde se dirige,
incube acaso el amor o el deseo.
Lo miro: no sé si es mi hijo o soy yo mismo
que he regresado en los pliegues del tiempo,
o un ángel con la misión de enrostrarme
mi negada fugacidad. También, Señor,
yo fui este joven ignoto, fui como mi hijo,
caminando en lo oscuro con certezas
de mi propio destino y de sus hilos.
Y él como yo, seguramente, ayer jugaba
taciturno en el rincón de algún patio
que hoy ya no existe. Como yo tendrá mañana
—sin darse cuenta acaso— más de medio siglo.

(«Ainadamar», 2014, inédito)

* * *

Entrevista realizada, a través de correo electrónico, en las ciudades de La Plata y Buenos Aires, distantes entre sí unos sesenta kilómetros, Guillermo Eduardo Pilía y Rolando Revagliatti.

https://www.revagliatti.com.ar/ultimoinf.html

__________
* Rolando Revagliatti nació en 1945 en Buenos Aires (Argentina), ciudad en la que reside. Su quehacer en narrativa y en poesía ha sido traducido y difundido a los idiomas francés, vascuence, neerlandés, ruso, italiano, asturiano, alemán, albanés, catalán, inglés, esperanto, portugués, maltés, rumano y búlgaro. Uno de sus poemarios, «Ardua», ha sido editado bilingüe castellano-neerlandés, en quinta edición y con traducción del poeta belga Fa Claes, en Apeldoorn, Holanda, 2006, a través del sello Stanza. Ha sido incluido en más de setenta antologías y libros colectivos, la mayoría de ellos de poesía, en la Argentina, Brasil, México, Chile, Panamá, Estados Unidos de América, Venezuela, España, Alemania-Perú, Austria, Italia y la India. Obtuvo premios y menciones en certámenes de poesía de su país y del extranjero. Fue el editor de las colecciones «Olivari», «Musas de Olivari» y «Huasi». Coordinó varios Ciclos de Poesía, así como la Revista Oral de Literatura «Recitador Argentino» y diversos eventos públicos, solo o con otros escritores. Sus 185 producciones propias en video, todas ellas debidamente diseñadas y editadas, se encuentran en https://www.youtube.com/rolandorevagliatti. Sitio web: https://www.revagliatti.com.ar/

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