Alfil Cronopio

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VOLARE

Por Marcel Hofstetter Gascón*

El asunto estaba jugado desde hacía varios meses. Su gran apuesta, la paz, había sido lograda y sólo quedaban temas procedimentales. La pegunta era por el ahora… ¿y ahora qué? Después de prácticamente una vida dedicada al servicio del poder y de los poderosos, llegaba el momento de plantearse en realidad por el objeto de la vida misma. Empezó a deambular como sonámbulo moribundo por el Palacio, esas cuatro paredes que se habían convertido en su propia cárcel.

El ego lo atrapó de nuevo, y soñó con el Premio Nobel o con la Secretaría General de las Naciones Unidas. Pero todo le sabía a poco. Una vez lograda la titánica tarea de haber logrado un acuerdo de paz en una nación atribulada por los conflictos armados, todo le sabía a poco. Sabía que su vida pública había llegado al instante culminante donde sólo quedaba el desprestigio y el descrédito, como los atestiguaba la degradación de su antecesor en el cargo. Pensó en su enemigo, y lo vio pequeño. Después de haberlo admirado por su capacidad de trabajo y visión de patria, y no quedaba más que un matón de esquina.

Siguió en soliloquio en busca de algo. Recordó su infancia, su paso por las instituciones educativas de élite, su cargo en Londres, el periodismo y todos los éxitos en su fulgurante carrera. -Y ahora qué-, volvió a increparse con desgano. Por primera vez contempló la posibilidad de abandonar el barco. No tenía sentido continuar la batalla cuando el éxito era notable. Pensó en tomar un avión, y dejar que el destino fuera determinando su provenir. Pensó en el país que dejaba, en su vicepresidente que sería el encargado de liderar la nueva etapa, la de los postacuerdos. Inmediatamente sintió pánico del escenario. –Eso es como poner gasolina en un polvorín-, masculló con energía. El Vicepresidente, el que lo había hecho ganar más de una batalla, se convertía ahora en un lastre, en una carga que dinamitaba todo el trasegar.

Su aspiración era un “volare” tranquilo por el mundo, viendo arte y reflexionando sobre la existencia humana. Pensó en el Guernika de Picasso, esa obra difícil, reflexiva, iluminadora y perfecta que describía como ninguna los horrores de la guerra. La emoción lo devolvió a su país, a la Colombia de la violencia y la arrogancia, de la cual él era uno de sus principales exponentes. –Fui uno de esos, pero supe entender la grandeza del poder- interpeló en el cansino soliloquio. Volvió al arte, a Colombia, y a la imperiosa necesidad de crear expresiones artísticas que le explicaran a las futuras generaciones lo macabro y estúpido de la guerra. Pensó, en cuadros, esculturas, teatro, declamaciones y hasta en telenovelas. Todo se le atragantaba en la diatriba de no querer continuar, pero con la absoluta convicción de tener que terminar. Finalizó el análisis, con una sutil bocanada de mundo, tratando de visualizar la armoniosa casualidad en la que se construye el arte que genera paz y reflexión.

Volare.
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* Marcel Hofstetter Gascón es un reconocido economista y catedrático bogotano.

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