Acronopismos y otras delicatesen Cronopio

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Columnas in vertebradas

COLUMNAS IN-VERTEBRADAS

Por Manuel Cortés Castañeda*

Iniciar una columna, o hacerse cargo de una columna, en una revista literaria, produce ciertos temores, dudas, un prurito poco agradable, al menos en mi caso… y porque no decirlo, unas ganas locas de desertar mucho antes de querer ser parte de todo el entramado, todo lo que sostiene el edificio, la estructura, sus puntos de apoyo y de equilibrio… salir corriendo como si ya supieras de antemano que tu propia columna es la que está mas cerca de derrumbarse y aplastarte en cualquier momento… que nada atemoriza mas que lo tuyo… y entonces no quieres mirar el edificio, no quieres reconocer que de arquitecto no tienes nada, aunque hayas levantado grandes estructuras…

Muchos son los significados que esta palabra ha cosechado en su larga trayectoria, pero aparte de unos cuantos que nos hablan del final de algo, de algo que se acaba, de algo que se transforma y se niega y que sucumbe… de algo que liquida forma y contenido y ser y esencia y presencia… aparte de esto, dije, todas las columnas, incluso las literarias y de pensamiento, o las simplemente periodísticas o de opinión, están comprometidas con mantener cierto orden establecido, cierto sistema de valores, cierta línea de pensamiento, cierta visión del mundo, cierto tipo de andamiaje reiterativo, sea este individual o colectivo o incluso anárquico…

Hay columnas de materiales duros, columnas de letras, columnas de soldados y de tanques de guerra, columnas de sonido, e incluso de pensamiento, si pensamos en la materia que las conforma y las define… pero también, según su función, hay columnas verticales, horizontales, superpuestas, ornamentales, de ataque, blindadas, de vanguardia y de retaguardia, contención, difusión y hasta columnas de mercurio para separar lo que cuenta de lo que no cuenta, lo que sobra… lo que no tienen valor… lo que desentona y que, por consiguiente, debe cortarse, esconderse, refundirse, olvidarse, separarse, aislarse…

En una palabra, -si nos atrevemos a fijar por un instante la mirada en un punto muerto-, todas estas son columnas que representan y perpetúan y soportan y amasan sin descanso las enzimas y fermentos que sostienen la digestión del poder… la división cada vez mas abismal que existe entre los seres humanos y las cosas y los fantasmas y los muertos y los sueños… y mujeres y niños y extraños que duermen por ahí en la calle a la sombra de las columnas del tiempo y de la nada…
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Las columnas por lo general están hechas de imperativos categóricos, a priori(s) éticos y morales y estéticos, facultades de todo tipo que se abisman y se alimentan mas allá del inconciente colectivo y que determinan razas, pueblos, sectas, naciones, estados, cárceles, tribus, religiones, entelequias cognitivas y muros y adoradores incondicionales de la razón y campos de clonación y de exterminio y castigos y culpas y remordimientos y todo tipo de causas infernales y metafísicas…

Una columna no puede ser mas que soporte, rigidez, necesidad de perdurar, de imponer, de arrasar, separar, aislar, dividir, seleccionar, quitar, ordenar, alinear, marcar, demarcar, intimidar, limpiar… y todos esos otros atributos posibles y tantas veces imposibles, que tienen que ver con el apetito travestido del poder y sus múltiples resortes y poleas y máquinas de diseminación… su presencia descomunal, o falta de una identidad objetiva que es cuando mas sangre cosechan sus manos… porque el poder entre mas invisible, ausente, etéreo, somete con mucha mas severidad y corrompe con mucha mas efectividad y prontitud… columnas éticas y estéticas y para-sintéticas y textuales e inter-textuales y meta-cognitivas… columnas sexuales y paranormales y hasta dietéticas…

Pero por fortuna, también hay columnas simbólicas cuyo único propósito, si es que los símbolos tienen alguno, es sostener el entramado del misterio que alimenta la vida… el sueño, la locura, el silencio, lo inaudito, lo extraño, los huecos, y todo eso que nos impulsa a derrumbar las columnas que perduran demasiado tiempo: las columnas de la historia, la verdad y el conocimiento… y columnas de humo que nos avisan a cada instante que en las entrañas del monstruo algo se pudre y se prende y se quema… que una columna de fuego cruzado avanza por los corredores que sostienen las columnas del poder y de la santidad, quemándolo todo y afirmándonos que, después de todo, sólo pende sobre la gloria de los elegidos una columna de ceniza, que finalmente una columna de aire, junto con una columna de agua, limpia y prepara el escenario, para que se inicie una vez mas una nueva partida de dados… otra jugada de lo inesperado, lo inaudito, lo extraño, lo imposible…lo que no cuenta, lo que fue separado y aislado… des- culumnado…
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Y por supuesto, esas columnas mitológicas que todavía están ahí sosteniendo a la noche, a lo mas íntimo del silencio, a las heridas que no cicatrizan, a los lamentos del niño que aún sobrevive debajo de la cama, ya casi aplastado por la sombra que proyectan las columnas del miedo y del horror… esas columnas que aunque pesadas llevamos en la columna vertebral como plumas ligeras en el espinazo de la infancia… como sueños que se revelan a cada instante sin revelarse del todo… como amores que se entregan a cada instante sin tener que entregarse del todo, ni nunca, ni antes, ni siempre, ni ayer:

Prometeo, amarrado con cadenas a una columna en la roca del Cáucaso, mientras espera que el buitre vuelva y se le trague el hígado una vez más… y tú que sales un instante de tu escondite, debajo de la cama, y le limpias la sangre y le llevas un vaso de agua… y le quitas los grillos, y por un instante conviertes la columna de piedra en una columna de agua, de aire, de sueños…

En mi caso, poco amante de las grandes arquitecturas y las muchas columnas que se pliegan y se despliegan en su delirio de eternidad… tantas columnas todavía manchadas de sangre que no puede borrar el culto exagerado a la belleza, a la trascendencia, a la ciencia, al conocimiento, el heroísmo, la gloria… esa manía de querer atrapar el paso del tiempo en la verticalidad y el ascenso y la rigidez, cosas tan afines a nuestra cultura y a nuestra sociedad…

…en mi caso, solo puedo ofrecerles columnas de humo y de agua y de fuego y de aire… columnas de cuerpos entrelazados que a cada instante dibujan en su delirio columnas de placer… columnas hechas con la sangre que se entregan a cada beso los amantes… con la sangre que aún derraman los que levantaron las columnas del poder acosados y obligados por el miedo y el horror…
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Acronopismos y otras delicatenses Cronopio es la nueva columna de opinión de temas variados, de Manuel Cortés Castañeda, para Revista Cronopio
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* Manuel Cortés Castañeda, nacido en Colombia, es licenciado en Español y Literatura de la Universidad Nacional Pedagógica (Bogotá), director y actor de teatro. Cursó estudios de doctorado en la universidad Complutense (Madrid). Enseña español y literatura del siglo XX en Eastern Kentucky University. Ha publicado seis libros de poesía: Trazos al margen. Madrid, España: Ediciones Clown, 1990; Prohibido fijar avisos. Madrid, España: Editorial Betania, 1991; Caja de iniquidades. Valparaíso, Chile: Editorial Vertiente, 1995; El espejo del otro. París, Francia: Editions Ellgé, 1998. Aperitivos, Xalapa, México: Editorial Graffiti, 2004; Clic. Puebla, México: Editorial Lunareada, 2005. Dos antologías de su trabajo literario han aparecido recientemente: Delitos menores, Cali, Colombia: Programa editorial Universidad del Valle. Colección Escala de Jacob, 2006; y Oglinda Celuilalt, Cluj-Napoca, Rumania: Casa Cărţii de Ştiinţă, 2006. Ha sido incluido en antologías tales como Trayecto contiguo. Madrid, España: Editorial Betania, 1993; Los pasajeros del arca. La Plata, Buenos Aires, Argentina: El Editor Interamericano, 1994. Libro de bitácora. La Plata, Buenos Aires, Argentina: El Editor Interamericano, 1996. Donde mora el amor. La Plata, Buenos Aires, Argentina: El Editor Interamericano, 1997. Raíces latinas, narradores y poetas inmigrantes, Perú, 2012. Además, escribe sobre poesía, cuento y cine. Actualmente está traduciendo al español textos de poetas norteamericanos de las últimas décadas: Charles Bernstein, Leslie Scalapino, Andrei Codrescu, Susan Howe y Janine Canan, entre otros.

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