Sociedad Cronopio

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Diospias audiovisuales y conservadurismo politico

DISTOPÍAS AUDIOVISUALES Y CONSERVADURISMO POLÍTICO

Por Jorge Echavarría Carvajal*

Si se abordan sin falsos prejuicios y poses, las series de televisión y las películas comerciales de cine son un excelente material para hacer visibles tendencias sociales, formas de vida, imaginarios e ideologías. Ya hace rato un grupo muy sólido de intelectuales latinoamericanos visitó las telenovelas y otros productos considerados «plebeyos» dentro de la cultura por su origen masivo, y leyeron en ellos pautas muy dicientes de nuestras conductas y actitudes: el racismo, la xenofobia, los mitos sobre el amor o la maternidad, los estereotipos en los roles de pareja, etc., salen a flote tras una mirada atenta, como la que propusieron académicos como Germán Rey y Jesús Martín-Barbero, Ilán Stavans, Federico Medina, Beatriz Sarlo, etc.

Hoy día, a años luz de «Café», y tras la irrupción de seriados como «Lost», «Downton Abbey», «Juego de tronos», «Breaking Bad», «True Detective» y un largo etcétera, es conveniente anotar algunos rasgos problemáticos que revelan actitudes regresivas y socialmente peligrosas.

Si en su momento ciertas series de televisión impulsaron la elección de carreras profesionales de alto impacto por su compromiso con la sociedad (médicos, abogados, investigadores forenses, policías y detectives), hoy día sólo sobreviven caricaturas estereotipadas y con dudosas moralidades: los científicos nerds de «The Big Bang Theory», encerrados en sus torres de marfil y completamente anómalos en lo social; el médico adicto («Dr. House», y su avatar femenino en «Nurse Jackie», y un antepasado recién descubierto en «The Knick»); el profesor de química convertido en traficante («Breaking Bad») o la policía que debe encubrir los delitos de sus compañeros («Shades of Blue»), o, en su versión masculina, que hace justicia con sus manos («Gotham»)… Del blanco y negro maniqueo, pasamos a una confusa zona de conductas que se deslizan francamente por un espectro de matices casi siempre indiscernibles.
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Este remplazo del modelo heroico virtuoso, que ya se iniciaba a comienzos del siglo XX con «El hombre sin atributos» de Robert Musil, para acoger al héroe anómalo, tiene también su contraparte en la idea misma del futuro de las sociedades. Si la utopía (o el principio esperanza, como lo llamaba Ernst Bloch) servían como norte regulador y horizonte social de muchas ideologías modernas, el futuro distópico se ha instalado plenamente entre nosotros. Hemos visto desde hace ya rato sociedades postapocalípticas que luchan por sobrevivir a infinitas posibilidades de extinción (sean extraterrestres, catástrofes naturales, tiranos desalmados, virus salidos de control, drogas, big brothers…). Como en «V for Vendetta» o «The Man in the High Castle», dependemos de un personaje fuera de serie, un Übermensch que nos salve: ya no se trata de una acción social coordinada, de construcción política, sino de la aparición de ese mesías, Neo («Matrix»), Lara Croft (de «Tomb Raider»), Alice (de «Resident Evil»), Katniss Everdeen (de «Hunger Games»), los ocho personajes de «Sense8»…

Esta abulia política lleva, en lo real, al ascenso al poder de personajes carismáticos (antes que competentes) en el terreno de lo real: nuestros populistas latinoamericanos, el millonario Trump, la hija del dictador peruano o el cómico guatemalteco. Recuérdese la obra de Bertold Brecht, donde un personaje oscuro, un mafioso ficticio de Chicago, que representa a Adolfo Hitler, pudo haber sido detenido en su ascenso (véase La resistible ascensión de Arturo Ui, Der aufhaltsame Aufstieg des Arturo Ui, 1941).

En el mismo orden de ideas, las distopías crean un efecto bastante extraño: su confrontación con el presente es siempre desventajosa para aquellas, de modo que, con todas sus fallas y miserias, este presente es siempre mejor que ese futuro precario de agua (Mad Max), paranoico (Colony), regido por las viejas leyes del pan y circo y el sacrificio de los más jóvenes (Hunger Games), etc. Así, este presente nuestro sería validado como «el mejor de los mundos posibles», frente a los distópicos espejos de la ficción.

Tal vez el temor, ya materializado en muchos síntomas, de perder nuestra «burbuja de confort» creada por los hidrocarburos, o el cansancio al esperar cambios urgentes que nunca llegan, o simplemente la abulia, nos llevan a mirar como imposibles esos proyectos colectivos que empujaron la modernidad, refugiándonos en pequeñas burbujas que sólo son rozadas por las distopías de ficción, sin alterarse mayormente.

Este panorama no solamente se proyecta a los futuros posibles, sino que ha empezado a colonizar el pasado: con tono «farsesco» en «Inglorious Bastards», donde Tarantino cambia el curso de la II Guerra Mundial; con matices irónicos hacia el presente en otra revisita a una II Guerra ganada por Alemania y Japón, que ahora ocupan a EEUU (basada en una novela de Philip K. Dick).

Seguramente esta tendencia tendrá, como todos los productos de la industria cultural masiva, un fin apenas se hayan agotado sus posibilidades. Esperemos que, los que vengan, hagan justicia a un mundo mejor.
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* Jorge Echavarría Carvajal es Licenciado en Idiomas y Literatura de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín. Magíster en sicopedagogía de la Universidad de Antioquia, magíster en Estética de la Universidad Nacional de Colombia (sede Medellín) y especialista en Semiótica y Hermenéutica del Arte de esta misma universidad. Profesor asociado en la Escuela de Estudios Filosóficos y Culturales de la Universidad Nacional de Colombia (sede Medellín) desde 1995. Realizador del programa semanal «Literatura para oír» de la Radio Bolivariana y otras miniseries radiales. Codirector de la revista Extensión Cultural de la UN y miembro del comité editorial de diferentes publicaciones universitarias. Editor de la serie «Cuadernos de estética expandida» del posgrado en Estética de la Universidad Nacional. Ha recibido distintos reconocimientos a su labor como docente universitario e investigador. Ha participado recientemente en los libros Política científica y tecnológica, Estado y sociedad (2009), Visión histórica de la literatura colombiana. Elementos para discusión. Cuadernos de trabajo I (2009) y el catálogo Estéticas del desarraigo, desplazamiento forzado en Colombia (2009).

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