Literatura Cronopio

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Llegado Sauri al poder, bajo el escudo de todo el poder a los soviets, en que siempre ha intentado manifestarse, sostuvo a su lado a Melba Alfaro y acercó al excelente ensayista e investigador José Juan Cervera, de esta forma todo comenzó muy bien, aun hoy algunos no quieren considerar la apertura que tuvo Sauri con personajes de lo que posteriormente formarían la Red Literaria del Sureste, puesto que su oficina era a diario visitada por Tomás Ramos, Manuel Tejada, Juan Esteban Chávez Trava, Rodrigo Ordoñez, Nelly Rincón Pedrero, entre otros (nadie me lo tiene que contar yo mismo los miré muchas veces ahí, y los saludé), y en esos ires y venires tuvieron sus desacuerdos. No hay que olvidar que fue el mismo Óscar Sauri quien comenzó la creación de la revista Camino Blanco, que aún permanece en la dirección de literatura, y sacó al menos dos antologías para mostrar plumas emergentes: Venturas, Nubes y Estridencias con los ganadores y menciones de honor del Primer Premio de Poesía Joven Jorge Lara 2002, y Nuevas voces en el Laberinto, novísimos escritores yucatecos nacidos a partir de 1975, dos obras que retratan los inicios del milenio y que muestran las plumas de autores jóvenes de todas las extracciones, y sus quehaceres poéticos, narrativos y hasta ensayísticos. Sauri también dio salida a una amplia variedad de títulos incluso de escritores que jamás formaron parte de alguna agrupación como Winston Tamayo.
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Pero fue con la aparición del libro Nuevas voces en el laberinto: Novísimos escritores yucatecos nacidos a partir de 1975 (Instituto de Cultura de Yucatán, 2007), que Sauri presento una oportunidad de mirar un momento exacto de la sociedad yucateca (en particular de la ciudad de Mérida del año 2004) en el que una treintena de jóvenes formados en Yucatán tuvo la oportunidad ser leída. Tres años pasaron desde que se gestó el proyecto para obtener la impresión del documento. Ese fue el punto de partida de una generación que trajo a esta ciudad de Mérida, una nueva voluntad en la expresión para transformar (si cabe el argumento) su sociedad. Sabemos que la obra literaria es la construcción de un mundo imaginario, ficticio por medio de palabras en la que el lector tiene la oportunidad de mirar el momento justo, la conjunción de intenciones artísticas en los textos poéticos, narrativos e incluso expresiones críticas y de análisis literario que confluyen en este documento.

Habrá quienes sospechen del punto culminante de esta generación agrupada a partir de 1975. Los libros no deben escribirse para complacer ni entretener a una parte de la sociedad en una región indistinta sobre el mapa sino para la posteridad, para que en el año 2040, uno pueda siquiera conocer la mentalidad y el trabajo artístico de aquellos jóvenes que fueron Ivi May, Rodrigo Ordoñez, Nelly Rincón, Nadia Escalante, Rosely León, Manuel Iris, Juan Esteban Chávez Trava, Patricia Garfias, Manuel Tejada, Mario Pineda, Nelson Ibarra, Karín Mijangos, Tomás Ramos, Roberto Azcorra, Verónica García, entre otros, habitantes de un mismo espacio, un pedazo de tiempo al que los futuros lectores mirarán, si se les presenta la oportunidad. Nuevas voces en el laberinto se divide en tres apartados: Poesía (12 autores), Narrativa (14 autores) y Ensayo (6 autores). Abarcando un rango de edad que va desde los nacidos en 1975 hasta los nacidos en 1986. Sana iniciativa impulsada por Óscar Sauri en su momento.

Mientras todo aquello iba ocurriendo desde 1993 hasta el 2004, Jorge Cortés Ancona, dejó el CYE, y comenzó una búsqueda diferente que lo llevó a validar su amplio conocimiento cultural desde las páginas del periódico Por Esto!, que lo condujeron a las actividades académicas en la Universidad Modelo, y desde ahí, con el apoyo a sus ideas por parte del poeta José Diaz Cervera que regresara a vivir a Mérida desde Chiapas, así como de Rubén Reyes Ramírez quien dirige la Escuela de Humanidades de la Universidad Modelo donde se ubica la Licenciatura en Lengua y Literatura Modernas, apoyados además por la comunicadora Virginia Carrillo, trazaron proyectos integradores para una propuesta cultural y literaria distinta a la que pretendía el CYE. El motivo existía, los gestores se habían encontrado en la Universidad Modelo, en la Licenciatura en Literatura Latinoamericana de la UADY, y en las páginas del periódico Por Esto!; era necesario contar con jóvenes que tuvieran esa disposición y entrega. Jóvenes creativos, que mostraran capacidad. Para ello Manuel Iris nos aclara, en uno de sus apuntes que tuve a bien encontrar:

«Durante mis años de bachillerato, que cursé en la escuela Preparatoria No 2 de la UADY (1997-2000) tuve, junto con un grupo de gente de mi edad o de edades muy cercanas, intenciones de hacer literatura y, muy específicamente, poesía. El asunto no era fácil y, si no hubiera sido por dos profesores de esa preparatoria a los cuales recuerdo con mucho cariño, Jesús Aranda y Rafael Pinto, no se hubiera formado el colectivo literario Palabras de mentes ni la preparatoria hubiera conocido su periódico mural-literario de aquel momento, La bizarra lo cura, en el cual los integrantes del colectivo (no quisimos nunca llamarnos taller) publicábamos, muchas veces con seudónimos, nuestros textos. Las reuniones de Palabras de mentes se llevaban a cabo los sábados, muy cerca del edificio central de la UADY, y a ellas asistíamos, entre otros, Nadia Escalante, Omar Góngora, Manuel Tejada, Luz Elena Herrero, Roberto Fitzmaurice y algunos otros amigos que ahora forman parte de la vida cultural yucateca y hasta nacional. Para este momento, sin embargo, no existía una sola revista literaria a la cual pudiéramos tener acceso. Es decir que, si bien existían algunas publicaciones locales, estas parecían imposibles de penetrar y era, por tanto, necesario gestar nuestros propios medios de producción cultural. Pero esto era demasiado pedir para unos muchachos que no desarrollaban una propuesta conjunta, sino apenas un cúmulo de muy incipientes poéticas simultáneas». (Iris, 2013).

Vale la pena apuntar, contra lo que menciona Iris en su párrafo, que desde 1993 se contaba con Navegaciones Zur, y que el CYE, de igual forma tenia espacios de publicación en El Juglar del Diario del Sureste, e intentar comprender el por qué no tenían acceso a participar de dichos medios: «La revista Navegaciones Zur es hoy en día un referente obligado en la literatura yucateca contemporánea. Con 1204 escritos literarios en su haber, y 53 números que vieron su inicio un dos de octubre de 1993, esta revista da una muestra de las principales expresiones artísticas en el municipio, pero también difunde el oficio literario de otras regiones geográficas, sean éstas nacionales o internacionales (Leyva, 2011).» También se puede anotar que desde 1982, trabajos de escritores jóvenes que se reunían en el edificio central de la UADY, presentaron sus propuestas literarias en libros colectivos como Cuadernos del Taller Literario que publicara a muchos de los hoy integrantes del CYE, en una primera época, y Kuuxeb, en una época posterior donde participa la generación que cita Iris en su documento. Y cuando en 2004 se gesta el proyecto de Nuevas voces en el laberinto, se convoca a todos los jóvenes que escribían en Mérida, dando continuidad a una tradición que puede servir para releer compilaciones o trabajos anteriores de agrupamientos de obra literaria como: 6 poetas jóvenes de Yucatán, La sed del fuego donde destaca Reyna Echeverría, Luna posible que incluye a Fernando de la Cruz y al mismo Roberto Fitzmaurice que también cita Iris. Otras compilaciones son: La voz ante el espejo, Litoral del relámpago: imágenes y ficciones, La otredad coordinada por Melba Alfaro, y el Venturas, nubes y estridencias que arriba hemos apuntado.
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Los jóvenes que terminarían formando la Red, siempre vieron la literatura no solo como el oficio que es, sino que apostaron por la metodología científica, académica, y desde ahí la proyectaron con mucho tino, aunque quizá con cierto menosprecio del grupo del que se sentían antagónicos, como también lo deja entrever Iris en este párrafo:

«Tristemente, varias de estas lecturas y algunas interacciones personales con escritores casi siempre pertenecientes al Centro Yucateco de Escritores, grupo literario local y asociación civil que concentra todavía diversas generaciones, y que tiene un su seno varios creadores de valía como, por ejemplo, Carlos Martin Briceño, y que por un conjunto de coyunturas tanto escriturales como políticas tenía en ese momento la hegemonía incuestionable del campo literario local, acabaron por distanciarnos: el afán de algunos miembros de este grupo por conservar su poder institucional y su protagonismo en el campo cultural, para poder lograr con ello prebendas económicas que se manifestaban en premios, becas y publicaciones locales que, además, no necesariamente traían consigo la garantía de calidad de la obra, nos pareció demasiado evidente. Sin adoptar una actitud contestataria, los que en ese momento éramos muy jóvenes decidimos, sin decidirlo en bloque, no enfrentarnos frontalmente con nadie y hacer nuestras carreras por otros lados tanto en lo estético como en lo institucional, y las condiciones para ello comenzaban a darse». (Iris, 2013).

Necesario me es, ante esta comentario de Manuel Iris, presentar otra idea que se venía gestando en una escritora de la misma generación de Iris (los dos nacidos en los 80’s), quien explica de esta forma sus primeros caminos en las letras:

«Así los años, poco a poco coincidí con los suplementos y las revistas culturales que circulaban en Yucatán, las antologías y los rostros, esos poetas que formaban parte del Centro Yucateco de Escritores. Estos encuentros se dieron en el 2003, y a la par, con varios compañeros jóvenes, (camaradas de la preparatoria) coordinados por el poeta Adán Echeverría, nos dimos a la tarea de formar un taller literario independiente a todos los círculos existentes en nuestra región. Empezamos a reunirnos todos los viernes, leíamos a nuestros autores favoritos, leíamos poetas desconocidos, intercambiábamos libros, perdíamos para siempre libros amados, ganamos grandes lecturas, escribíamos, y nos criticábamos arduamente. Cada sesión era un ejercicio crítico constante que duraba horas y se alargaba hasta más no poder con la ventaja que nos permitía la Biblioteca Pública Central, donde nos abrían las puertas. Años después, ya en la ciudad de México, conocí muchos talleres literarios, pero ninguno logró enseñarme tanto como aquel primero, de donde surgió: la Catarsis Literaria el Drenaje». (Garma, 2012).

Podemos mirar entonces que los jóvenes nacidos en la década de los ochenta, con intenciones literarias comenzaron una búsqueda diferente, mirándose sin desearlo dentro de una batalla que jamás fue ideológica ni estética, sino banalmente por prebendas presupuestarias. Iris comenta que venían de la preparatoria numero dos, mientras que Ileana Garma se refiere a sus compañeros de la preparatoria uno, ambas de la Universidad Autónoma de Yucatán: «A iniciativa de los jóvenes Nelson Ibarra y Patricia Garfias, quienes hablaron con el Ingeniero Pedro Álvarez Castilla solicitándole la realización de un taller de expresión literaria en donde pudieran desarrollar sus inquietudes artísticas, el Ing. Álvarez los puso en contacto conmigo y se decidió comenzar a trabajar, siempre y cuando, los jóvenes mencionados contactaran a más personas. Una vez que se contó con al menos 10 muchachos, la mayoría de ellos estudiantes de la preparatoria 1, el Ing. Álvarez nos ofreció un espacio en la Sala de Lectura que el INJUVY tenía, y comenzamos a sesionar los sábados de 5 de la tarde a 8 de la noche». (Echeverría, 2005).

Yo coordiné el taller de creación literaria del Injuvy (2003-2004) y el Taller Literario Grietas (2004-2005), que mudó para conocerse como un proyecto mayor dentro de la Catarsis Literaria El Drenaje, desde 2005 hasta este 2015: «Y es en el 2008 cuando la Catarsis Literaria – El Drenaje regresa a la vida en forma de un embrionario proyecto editorial con la idea de emprender la creación de un mapa poético que reuniera a una buena cantidad de poetas jóvenes de nuestro país, este proyecto se consolidó y se dio a conocer con el nombre de Mapa Poético de México en agosto del 2008». (Almazan-Ramos et al, 2012).
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Como señala Iris, todo estaba dado para que en el 2003 surgiera la Red Literaria del Sureste, y los enfrentamientos que habían comenzando entre Cortés Ancona y personajes del CYE, fueron heredándose hacia los integrantes de ambas agrupaciones (lo mismo ocurría en las juventudes que se acercaban al CYE, para descalificar el trabajo de Cortés y los suyos; como entre los de la Red, para descalificar a Sauri, Lara, Metri y otros).

Mención aparte merece, dado que es la historia que mas conozco, el que algunos personajes del CYE sean renuentes, aun hoy, a que otros jóvenes entren a engrosar sus filas; los últimos fueron alumnos míos Patricia Garfias, Nelson Ibarra, Ileana Garma, pero los del CYE nunca permitieron la total inclusión ni de Jorge Manzanilla ni de Mario Pineda o el Dr Eduardo Suárez; y fue esa misma renuencia de algunos de sus integrantes, rayando en la negación rotunda, lo que me impulso a renunciar al CYE en el 2013.

Decía ya que estas descalificaciones entre uno y otro bando de escritores nunca fueron acerca del proceso creativo, ni para el análisis de textos, ni de sus obras, ya que hasta ahora es difícil encontrar literatura especializada que analice alguna obra literaria publicada en los últimos 30 años, considerando el año 1993 como el nacimiento del CYE. Apenas el excelente trabajo sobre la revista Navegaciones Zur, desarrollado por Damiana Leyva (curiosamente perteneciente a la Red) que por acá hemos citado. Las descalificaciones de uno y otro lado son sobre el presupuesto para los premios, becas, viajes a encuentros, el pago por lecturas o talleres y publicaciones. Pero uno quisiera ya poder encontrar artículos académicos sobre la obra literaria de los narradores yucatecos, el material es vasto entre Manuel Calero, Víctor Garduño, Carlos Martin Briceño, Roberto Azcorra, Carolina Luna, Eduardo Suárez e incluso el reciente libro de cuentos de Ileana Garma, como para la poesía como el libro recientemente aparecido de Rodrigo Quijano, el de Jorge Manzanilla, o la antología de nacidos en los ochenta que han compilado Murillo y Manzanilla, llamada Casi una isla. Pero no, todo queda en algún texto de presentación de libro, quizá alguna reseña, y nada más.

Arriba comenté que Sauri Bazán tuvo que entregar la dirección de literatura, a regañadientes, porque ya había enloquecido con ese poquito de poder que tenía, y tuvo que dejarla en manos de Jorge Cortés Ancona, cosa que caló profundamente en personajes del CYE, y entonces la batalla se hizo más ruda. Se comenzó la publicación de obra y obtención de becas, presupuesto para viajar a encuentros y congresos entre personas afines a la Red Literaria del Sureste, (o eso han afirmado los del CYE) pero como dichas afirmaciones terminan siendo intrascendentes si no se demandan por las vías legales, o se establecen las pruebas, solo quedan en acusación pública, siendo un risible chisme al que nadie le presta atención. En mi caso puedo afirmar que antes de que terminara su gestión dejé de ser apoyado por Óscar Sauri, y que desde que se dio el cambio siempre he sido apoyado por Jorge Cortés Ancona, cuando presento proyectos; por eso no miro con ojos de fanático aquellos golpeteos de los que algunos hablan. En el intermedio entre Sauri y Cortes Ancona, el CYE tuvo otro bastión, la presencia de Celia Pedrero y sus dotes de apertura dentro de la Dirección de Literatura del Ayuntamiento, quien dio cabida a ambas agrupaciones (todos los que participaron tuvieron aceptación y cabida), lo mismo ocurrió –a mi juicio– cuando Roger Metri llegó a la dirección de cultura del Ayuntamiento, el proceso continuó en la apertura. Sin embargo otros no estuvieron conformes y se recrudeció la división, y muchos han acusado a Metri de favorecer a algunos pocos. Nuevamente sin pruebas ni denuncias reales. Tristes los intelectuales que se sirven solo de la prensa al sentirse violentados en sus derechos y que al no conseguir lo que quieren, no acuden a instancias legales, dejando todo en un berrinche. Antes de que Roger Metri fuera nombrado Secretario de Cultura, se decía que estaban cerrándose las puertas al CYE en la dirección de literatura del Gobierno, mientras tanto no se veía apertura a la Red Literaria del Sureste en el Ayuntamiento de Mérida por unos años. A la Dirección de Cultura arribó Irving Berlín Villafaña, desde la Universidad Modelo, con los antecedentes arriba expuestos el CYE vio cerrado el camino, hasta que Metri fue nombrado Secretario de Cultura.

El conejo volvió a saltar y los reacomodos ocurrieron de nuevo. Trasladados los dos grupos al gobierno Roger Metri y Jorge Lara liderando Sedeculta, a donde pertenece la dirección de literatura que continúa a cargo de Jorge Cortés Ancona, y Berlín Villafaña en el Ayuntamiento. Muchos integrantes del CYE pidieron la cabeza de Jorge Cortés Ancona, pero esto hasta ahora no ha ocurrido, y han tenido que trabajar en conjunto. Yo creo que hay espacio para ambas agrupaciones, y para los que no pertenecen a ninguna de ellas, lo cual ahora es mi caso. Es bueno escuchar desde la voz del actual presidente de la Red Literaria del Sureste, Rodrigo Ordóñez, el hartazgo de este tipo de descalificaciones entre unos y otros y abogar por la inclusión. Lo mismo sucede con el CYE, ahora presidido por alguien como el Dr. Luis Alcocer Martínez, quien siempre ha tenido a bien no ser de esa idea de gregarismo ni de la discordia, y sí de la apertura y diálogo.
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Pero aun así en octubre de 2015, la Sedeculta presentó un Congreso al que denominó «Estética, discurso y entorno: 200 años de literatura yucateca»; pero lo organizó como una nueva idea de mantener la batalla tonta de siempre. Melba Alfaro apareció como principal motor para el evento, lo cual vuelve a mover los cimientos del descontento. El evento se construyó al vapor y sin publicar convocatoria para los interesados, aun siendo una fecha tan importante como el considerar lo que arriba he señalado como el nacimiento de las publicaciones en esta tierra (1815), y para los 200 años de celebración literaria, decidieron dejar de lado a investigadores y creadores de la Red Literaria del Sureste. No es de esperar y ver los paupérrimos resultados, 200 años de celebración que pasaron sin pena ni gloria para la historia de la literatura. Con estas actitudes lo único que logran es mostrar de nuevo una innecesaria batalla gestada por integrantes del CYE, ¿acaso no logran darse cuenta de ello? Lo real es que cuando se trate de tu propio dinero invita a tus amiguitos, pero si se usas dinero de los contribuyentes, hay que tener una apertura total y buscar la integración en pro de un bien social.

Espero que estos pequeños apuntes ayuden a conocer la raíz de este tipo de disputas entre los personajes de la literatura de Yucatán, para darnos cuenta que los autores no son la búsqueda necesaria, que lo real tienen que ser siempre las obras que estos producen, para leerlas, disfrutarlas, analizarlas y pasarlas de mano en mano, de boca en boca. Yo los invito a que discutamos sobre las obras literarias y no únicamente sobre los personajes que las escriben. Yo saludo a los creadores que siguen vigentes: Carlos Martín Briceño, el principal entre todos, que sigue leyéndose a nivel nacional haciendo que el centro del país mire hacia estas regiones del sureste, y espero que siga manteniendo el reconocimiento de unos y otros dentro de los que somos realmente lectores. Manuel Iris, Nadia Escalante, Ileana Garma que siguen ganando becas y premios nacionales por sus trabajos de poesía. Will Rodríguez por su excelente prosa que sigue publicándose, además de sus otros proyectos de cocina. Arnaldo Ávila, Jorge Manzanilla, Mario Carrillo, Marco Antonio Murillo, Rodrigo Quijano, Irma Torregrosa por sus premios estatales y regionales; Rígel Solís por su novela que ha cruzado el charco llamado Atlántico. Iván Noé Espadas por su terquedad y constancia. Saulo de Rode por su vigencia. Roberto Azcorra por su calidad literaria. Ángel Fuentes Balam por su atrevimiento. Fernando de la Cruz, por sus ideales. Mario Pineda por su desenfado. Autores que ahí mantienen vigente la tradición de la literatura yucateca hacia el afuera, más allá de lo yucateco. Y abramos los ojos para recibir las propuestas de Violeta Azcona Mazún, Esaú Cituk Andueza, Cristian Celis, Roberto Cardozo, Ariel López, Javier Paredes Chi, entre otros. Y espero que todos aquellos que se dicen escritores y que siempre se presentan en las mesas de lecturas y debates literarios, se pongan a escribir un poco y construyan una obra y dejen de vivir de los dos poemitas o dos cuentitos que publicaron en sus años mozos, que siempre tienen listos para meter en toda antología que tenga presupuesto. Esto es lo literario verdadero, y quienes quieran pueden apuntarle más, para seguir discutiendo.

REFERENCIAS

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Echeverría, A. (2005). Sobre el taller literario INJUVY. Publicado en https://www.ficticia.com/mesa.php?i=1032184&c=20052&o=0&PHPSESSID=dccnvdxf, el 7 de febrero de 2005 a las 12.30

Echeverría, Adán e Ivi May, comps. (2007) Nuevas voces en el laberinto: novísimos escritores yucatecos nacidos a partir de 1975, Instituto de Cultura de Yucatán. 426 pp.

Garma, I. (2012). INAMOVIBLES SUEÑOS – LITERATURA MEXICANA https://www.laalcazaba.org/inamovibles-suenos-literatura-mexicana-por-ileana-garma/?print=pdf enero 8 de 2012.

Garma, I. (2012). PRIMER ENCUENTRO DE REVISTAS CULTURALES EN QUERÉTARO (MÉXICO); https://www.laalcazaba.org/primer-encuentro-de-revistas-culturales-en-queretaro-mexico-por-ileana-garma/ 4 de junio de 2012.

Iris, M. (2013) ¿Decíamos ayer?: Mirada retrospectiva a la última década de poesía escrita en Yucatán. Octubre 23 de 2013. https://bufondedios.blogspot.mx/2013/10/deciamos-ayer-mirada-retrospectiva-la.html

Leyva, D. (2011). Origen, presente y perspectivas del centro yucateco de escritores, a través de la revista Navegaciones Zur. Revista de literatura mexicana contemporánea, ISSN 1405-2687, Nº. 50, 2011, págs. 101-107.

López Trujillo, C. (1967). El clima literario yucateco en el siglo XIX. Determinación de las Circunstancias que lo Favorecieron. Revista de la Universidad Autónoma de Yucatán. No. 237, 2006. pp.: 49-54.

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* Adán Echeverría nació en Mérida, Yucatán (1975). Escribe poesía y cuento. Es Biólogo con Maestría en Producción Animal Tropical de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY). Integrante del Centro Yucateco de Escritores, A.C. Ha publicado los poemarios «El ropero del suicida» (Editorial Dante, 2002), «Delirios de hombre ave» (Ediciones de la UADY, 2004) y «Xenankó» (Ediciones Zur-PACMYC, 2005), y el libro de cuentos «Fuga de memorias» (Ayuntamiento de Mérida, 2006). Participa en los libros colectivos «Litoral del relámpago: imágenes y ficciones» (Ediciones Zur, 2003), «Venturas, nubes y estridencias» (ICY-INJUVY, 2003), «Los mejores poemas mexicanos. Edición 2005» (Fundación para las letras mexicanas y Joaquín Mortiz-Editorial Planeta, 2005).

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