Literatura Cronopio

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De escritores y Yucatecos una posibilidad de historiar la literatura Yucateca

DE ESCRITORES YUCATECOS: UNA POSIBILIDAD DE HISTORIAR LA LITERATURA YUCATECA

Por Adán Echeverría*

Hay un lugar justo para la Palabra, y un lugar indispensable para que surja el silencio. La literatura es un discurso único y propio, con sus reglas injustas y ornamentales de todos los días, que estarán dibujadas siempre desde el pensamiento y formación de cada autor, y evolucionan con base en el intelecto y la connotación de la sociedad de cada época. Luego de las batallas diarias en la era de la propaganda, de los mismos aspavientos en que siempre nos vertimos convertidos en palabra (hablada o escrita), la búsqueda seguirá siendo el silencio. Esa ruptura hacia el lenguaje en que nos hemos refugiado cotidianamente. De nada nos valió esbozar los primeros actos del lenguaje en nuestros balbuceos de la infancia, si la pureza del momento quedó atrás, al ser parte de nuestro propio idioma y recrearlo. No hay más que un resplandor constante en nuestros internos, y esa voz diminuta que nos acecha constantemente y que busca su expresión: la Palabra.

Hubo un antes en que el pensamiento se encontraba detenido en los conventos y el pueblo no tenía acceso más que de oídas: oralidad y fe. Las personas no tenían libertad para las lecturas y retenían las ideas de la época por medio de la tradición, el dialogo, la conversación: «Los primeros documentos que muestran palabras escritas en nuestra lengua (…) se escribieron en la segunda mitad del s. X., o sea entre el año 950 y el año 1000, (Alatorre, 1995)». La aparición de la Divina Comedia, en una lengua diferente (italiano) a la oficial (latín), permitió la apertura hacia nuevas oportunidades de la comunicación de ideas en ese otro sector de la sociedad que era el oprimido; la literatura comenzó su crecimiento: Los cuentos de Canterbury de Chaucer en inglés, la traducción de la Biblia por Lutero al alemán, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha por Cervantes en español. La palabra escrita escapó de los monasterios y cabalgo por la Europa formándonos la historia; y con los golpes de las conquistas, el empuje de un idioma sobre otros, las imprentas, las mezclas se hicieron mayores, para llegar a nuestros días, mirándonos en el espejo, con ese espanto de que todo se repite una vez más, bien lo dice Vico.

A pesar de que renombrados literatos insistan en que la literatura es para los elegidos, para pequeños grupos tocados por la mano del entendimiento, es la misma modernidad quien nos ha puesto en la justa capacidad (por no decir oportunidad y limitarlo a los azares), de buscar el despunte de nuestras propias intenciones en espera de que el otro (el lector en este caso), pueda tener acceso a ellas. Cierto es que la literatura no es para elegidos, pero tampoco es para los débiles, sino para aquellos que busquen domesticarla, batallar con ella, y hacerla una herramienta. El crecimiento y evolución de las plataformas y soportes de las comunicaciones, en tiempo, aire, espacio, pueden alcanzarse con un parpadeo. Y con esa idea puedo afirmar que en estos momentos, es mucho mayor mi biblioteca electrónica –más de 1000 libros–, que la impresa y ordenada en los libreros de mi cuarto. La educación pública así como las bibliotecas, los libros electrónicos, los múltiples programas tanto de cómputo, como de las instituciones, junto con las oportunidades de reunión a las lecturas de los compañeros, nos dan para esta época, esa garantía de la expresión y sólo nos queda el hecho de intentarlo. Aunque se sepa que ningún programa de lectura podrá funcionar sobre el ideal de conseguirse el alimento. Primero curarse el hambre y luego poder leer, porque la lectura no es solo una forma de obtener información, también es un medio para el esparcimiento.
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La creación literaria, lo mismo que la lectura, es un acto egoísta de soledad; y es partiendo de ese reconocimiento que uno tiene que entender sólo la parte que le pueda brindar su propia formación. Hay que pensar con el espíritu de Vasconcelos con su: Libros que leo sentado y libros que leo de pie; o en el libro de Harold Bloom: Cómo leer y por qué para protegernos dentro de nuestra propia opinión; sólo para dar ejemplos del gusto que puede tener cada lector. Sin embargo, y con todas las descalificaciones que pueda tener un libro, cuanto más una antología o compilación de creación literaria, es necesario dejar fluir, luego de la lectura, el pensamiento para que las generaciones futuras realicen los análisis necesarios, y los lancen al olvido mediante su punto de vista, dispuestas a perpetuar la literatura creada en Yucatán.

Para hablar de literatura yucateca habría que reducirse a tocar el tema de los creadores literarios y dejar a los investigadores la historicidad. En Yucatán es de agradecer la presencia de las escuelas de formación creativa y de escritores que hace poco más de un lustro vieron luz en la ciudad de Mérida, donde ya se habían asentado sendas carreras de investigación literaria tanto en la Universidad Autónoma de Yucatán como en la Universidad Modelo, y habrá que reconocer el trabajo anterior que se hacía en el Instituto de Estudios de la Comunicación en Yucatán (IECY), desde años atrás. Estas generaciones de estudiantes bien o mal han estado desarrollando el proceso metodológico de la investigación literaria, con sus congresos, revistas, posgrados, proyectos financiados, becas, salidas al extranjero, y algunos etcéteras. Bien por ellos. Sabedores, entonces, de que el nicho de la investigación en literatura está cubierto, habría que preguntarse el dónde poder revisar el trabajo de dichos estudiantes, para leerlos, y poder discutir acerca de sus investigaciones y donde las publican. Aprendamos que la Enciclopedia Yucatanense fue publicada en 1977, y conocer los textos que le dieron forma. Para cuando apareciera este proyecto yo contaba apenas con dos años de edad (naci en 1975), que nos ha tocado vivir en los últimos 40 años. También es necesario es reconocer que las décadas de mediados del siglo XX fueron escenario para el desarrollo del Urbanismo, el llamado Boom Latinoamericano, el Realismo Mágico, así como el Estridentismo; todos movimientos literarios que correspondieron a la modernización e internacionalización de nuestro México (Almazán, 2005).

En cuanto a la creación literaria, habría que sopesar las obras que van siendo desarrolladas en cada espacio de tiempo sobre el que nos queramos detener y mirar. Antonio Mediz Bolio ya menciona que la literatura yucateca nace a mediados del s. XIX en torno a la figura de Justo Sierra O’Reilly, con quien se permitieron la creación de espacios para la publicación de sus ideas y creaciones, mediante la impresión de periódicos, aprovechando que la imprenta llegó a Yucatán desde 1813, procedente de La Habana, a través de los hermanos López (Manuel y José Tiburcio), misma que fue adquirida por Juan Francisco Bates para dar luz a los pensamientos del grupo conocido como sanjuanistas, que publicaron el 1 de marzo de 1813 el primer periódico en tierras yucatecas al que nombraron El Misceláneo (un periódico de índole mercantil), que junto con 71 publicaciones periódicas mas, amenizaron e informaron, convirtiéndose en un medio para la expresión de las ideas y la creación desde 1813 y hasta 1845 (Almazán, 2005; Zacatenco González, 2009; Rosado Avilés, 2010). En total 72 periódicos estuvieron circulando en Yucatán, aparecieron y desaparecieron, formaron agrupaciones, vertieron propuestas, y generaron el debate y la discusión de ideas, dejando un legado que a nuestras fechas modernas no hemos vuelto a tener.
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Ya en 1967, el poeta y comentarista literario Clemente López Trujillo aventura una serie de nombres que ha dado Yucatán a la literatura, y lo hace aludiendo a su migración: «Casi todos nuestros escritores se marchan a residir en la ciudad de México, como se decía hace algún tiempo, «en busca de más amplios horizontes». Mencionemos algunos nombres: Ermilo Abreu Gómez, académico de la Española y de la Mexicana; José Esquivel Pren, Filiberto Burgos Jiménez, Ricardo López Méndez, Antonio Magaña Esquivel, Carlos A. Echánove Trujillo, Luis Augusto Rosado Ojeda, Miguel Ángel Menéndez, Carlos Duarte Moreno, Roque Armando Sosa Ferreiro, Gilberto Cantón, Esteban Durán Rosado, Bernardo Ponce, Ernesto Río Amora, entre los mayores, y que ponen muy en alto el prestigio literario de Yucatán. Distinguidos historiadores, como Silvio A. Zavala, de renombre continental, actualmente embajador de México en Francia, y J. Ignacio Rubio Mañé, director del Archivo General de la Nación. De las nuevas promociones, imposible citarlos a todos, pero van aquí algunos nombres: Fernando Espejo Méndez, Raúl Cáceres Carenzo, Juan García Ponce, Carlos Duarte Moreno hijo, Raúl Renán González, Joaquín Bestard, Miguel Civeira Taboada (López Trujillo, 1967)».

Al leer podemos darnos cuenta que siempre se han formado grupos en Yucatán en distintos órdenes, respondiendo a sus propios tiempos, que mirados desde este presente, fueron, son y serán los actores que nos han dejado (dejan y dejarán) la tradición y nos han hecho aparecer en el mapa mundial de la creación literaria; nombres como Peón Contreras, Antonio Mediz Bolio, Eligio Ancona, Ermilo Abreu, Eduardo Urzaiz, siempre marcarán nuestras rutas; seguidos de personajes que en su momento fueron el palmarés de otra época muy diferente Carlos Moreno Medina, Juan García Ponce, Joaquín Bestard, Álvaro Ruz, José Díaz Bolio, Felipe Ruz, Fernando Espejo, Juan Duch Collel, Nidia Esther Rosado, Humberto Lara, que continuaron irradiando la tradición de un Yucatán colmado de historias y poemas; hasta llegar a esta época, dividida por las generaciones mayores y las que apenas despuntan; separada por reconocimientos y dudas (deudas en ocasiones), por la academia y la formación tallerista, en distintas facciones, como el crecimiento de una ciudad puede permitírnoslo. En esta, cada vez más creciente, ciudad de Mérida, habitada ya por un millón de habitantes, aún pueden leerse los nombres de: Irene Duch, Rubén Reyes, Roldán Peniche, Campos Munguía, Díaz Cervera, Indalecio Cardeña, Manuel Calero, Luis Alcocer, Jorge Lara, Melba Alfaro, Óscar Sauri, Miguel Ángel II, Carolina Luna, Will Rodríguez, Saulo de Rode por nombrar algunos. Habrá que estar conscientes de que la presencia de escuelas de educación superior en el área de letras, de la existencia de un programa de «doctorado en literatura» en esta capital yucateca, nos permitirá mirar desde otra perspectiva el conocimiento de la literatura en Yucatán. Ya no sólo serán El faisán y el venado, Canek, Eugenia, El gato, La cita, Viejo cocodrilo llora, Ayeres en desorden, Licantra, El sueño, La voz ante el espejo, Prefiero los funerales, Círculos de sangre las obras que estarán puestas bajo el análisis del ojo crítico, sino se deberá buscar la posibilidad de establecer contacto con esos otros momentos del tiempo: Cuaderno de los sueños, Siete. Obra poética, Muerte de Catulo, Cruóris o la rabia que fuimos, en poesía, y en narrativa Arimathea o la ciudad perfecta, Caída libre, El nido del cuervo, Disparados a la luna entre muchos más que forman parte del gran aporte de las publicaciones que van apareciendo en estas tierras.

Por eso es que en el Yucatán del 2015 (en que redacto estas notas) es necesario reconocer que son al menos seis las instancias que dedican parte de su presupuesto a la publicación de obras literarias de creación, dos de ellas tienen presupuesto público, y recaen en la Dirección de Cultura del Ayuntamiento de Mérida, y en la Dirección de Literatura y Promoción Editorial (si es que aún conserva dicho nombre) de la ahora Secretaría de la Cultura de Yucatán. Otros tres son la Editorial Dante, Maldonado Editores y aquel proyecto de Unas Letras (ULE) que tenía a bien dirigir la periodista Eugenia Montalván. El sexto espacio encargado de publicar libros de creación literaria es el Departamento Editorial de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY), que si bien cada año tiene a bien intentar por una o dos obras de creación, su mayor empeño está en obras de investigación en cualesquiera de los temas que aborden los investigadores de sus diferentes institutos y facultades. Los que conocen del tema sabrán que la búsqueda de la publicación de un libro en Yucatán pasa por estos mencionados espacios. Aunado a ellos se encuentran varios procesos: Convocatorias del Ayuntamiento de Mérida para publicación de obras. El Consejo Editorial permanente de la UADY y en recientes años de la Sedeculta, así como alguna beca que puede ser utilizada para publicación de obras que coordina y otorga la Dirección General de Culturas Populares con la beca de su Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Culturales (PACMYC). Uno puede acercarse a Maldonado Editores, pero privilegian la investigación sobre la creación literaria. Y la Editorial Dante en casi quince años solo ha sacado dos convocatorias para publicar a Creadores Literarios, en una primera convocatoria publicaron libros de narrativa como el de Juan Esteban Chávez Trava, de ensayo, y de poesía como el mío y el de José Diaz Cervera, y en una convocatoria más reciente, títulos firmados por Ivi May, Fernando de la Cruz, Rigel Solís, entre otros. Esto es más o menos lo que tenemos en Mérida, la de Yucatán. Se puede hablar de algunos sellos más que publican plaquetas o libros artesanales, o de alguna cartonera y hasta libros electrónicos en formato de documento portátil (PDF, por sus siglas en inglés), pero no son las más. El presupuesto del Ayuntamiento y de la Sedeculta en materia de publicar creación literaria no es inagotable, y por esa razón se encuentran convocatorias y consejos editoriales que den validez a los trabajos que son presentados con miras de llegar a los lectores.
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En los últimos diez años, dos grupos con algún tipo de organización, se disputan los presupuestos literarios. Uno, más veterano, tuvo sus inicios en los años noventa (1993), conocido como Centro Yucateco de Escritores, A.C. (CYE) integrado (entre otros muchos que quizá no pueda nombrar) por los poetas Jorge Lara Rivera, Roger Metri Duarte, Luis Alcocer Martínez, Óscar Sauri, Saulo de Rode, Luis Ortega, Armando Pacheco, además de Patricia Garma e Ileana Garma; los narradores Manuel Calero, Arnaldo Ávila, Adolfo Fernández Gárate, Víctor Garduño, Carlos Martín Briceño, Roberto Azcorra, Will Rodríguez, Raúl Ferrera-Balanquet, además de Carolina Luna, Reyna Echeverría, Brenda Alcocer (qepd), Melba Alfaro, Verónica García, Nadia Us y Patricia Garfias; los dramaturgos Santos Piste, Luis Alcocer Guerrero e Ivi May; los ensayistas Cristina Leirana, Celia Pedrero, Claudia Sosa, Aura Loza, Sergio Salazar Vadillo y José Juan Cervera; y el tallerista Francisco Lope Ávila, entre otros.

Y en los primeros años del año 2000 surgió otra agrupación denominada Red Literaria del Sureste (la Red), que comenzaría a desarrollar sus procesos formativos desde los salones de la academia, dentro de la Universidad Modelo, y la licenciatura en literatura hispanoamericana de la UADY, junto a los maestros José Díaz Cervera, Jorge Cortés Ancona y Rubén Reyes Ramírez. Algunos de sus integrantes son: Agustín Abreu, Carlos Bojórquez Urzaiz ex director de la facultad de antropología, Carlos Castillo Novelo, Miguel Ángel Civeira, Jorge Cortés Ancona, Manuel Iris, Tomás Ramos, Manuel Tejada, Rodrigo Ordóñez Sosa (actual presidente de la Red), Jorge Pech Casanova (ex integrante del CYE), Rodrigo Quijano Arjona, Rosely Quijano León, Nadia Escalante, Karla Marrufo, Marco Antonio Rodríguez Murillo, Mario Carrillo, Joaquín Tamayo, Joaquín Peón, Ricardo E. Tatto, entre otros.

Pero esa división que en ocasiones puede parecer notoria no marca la totalidad, existen otros autores que a fechas recientes ven en el desarrollo individual el motivo de su creación, y bien tienen compañeros y amistades en una u otra de esas agrupaciones; ya que no es necesario el gremio para la aportación de sus ideas, ni la comunicación de sus pensamientos, menos en una ciudad como Mérida que no para de crecer. Entre estos autores podemos citar a los narradores Miguel II Hernández, Alejandro Pulido, Alegría Agosto, Álvaro Chanona Yza, Rigel Solís, Iván Noé Espadas Sosa, Daniel Ferrera, Violeta Azcona Mazun, como a los poetas Fernando de la Cruz, Ricardo Romero, León de Almeida, Karín Mijangos, María José Pasos, Mario Pineda Quintal, Ángel Fuentes Balam, Jorge Manzanilla Pérez, Esaú Cituk Andueza, Andrea Domínguez, Alejandra Ake Sustersick y Katia Rejón, entre muchos otros que van surgiendo y surgirán con el paso de los años.

UN POCO DE TRISTE HISTORIA

Para poder reconocer la historia desde los años noventa hasta este 2015, necesario será mirar que la hegemonía de los dos grupos que en su mayoría arropan a los escritores yucatecos de actualidad tuvieron un mismo inicio: Jorge Cortés Ancona, principal crítico del CYE, e impulsor de los compañeros que dieron lugar a la Red, también fue miembro fundador del Centro Yucateco de Escritores, A.C. (CYE), y sabedor de que toda historia tiene al menos dos versiones, alguna de ellas da cuenta del distanciamiento de Cortés Ancona respecto de miembros fundadores del CYE. Las razones solo ellos deben saberlas. Lo real es que el CYE tuvo a bien asentar su bastión desde el El Juglar, suplemento cultural del desaparecido Diario del Sureste, y dentro de las hordas burocrático culturales impulsadas por Jorge Esma Bazán, en el Instituto de Cultura de Yucatán, que diera lugar a lo que es hoy la Secretaria de Cultura, poniendo al frente del área de literatura a Roger Metri, y después a Jorge Lara. Cuando el Partido Acción Nacional llegó al poder, Óscar Sauri Bazán dejó el disfraz de rojito que siempre ha querido vestir, y se lanzó para dirigir la Dirección de Literatura. Esta le fue entregada por la dupla Roger Metri-Jorge Lara, quienes siempre han consentido en tener ahí junto a ellos a Melba Alfaro en una especie de triunvirato.

(Continua página 2 – link más abajo)

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