Invitado Cronopio

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Notas sobre la poesia chilena actual

NOTAS SOBRE LA POESÍA CHILENA ACTUAL

Por Andrés Morales Milohnic*

Si es difícil hablar de la poesía escrita en Chile en los últimos cincuenta años, la tarea es mucho más compleja al delimitar la mirada a los recientes quince que nos muerden los pies. En el entendido que lo dicho no es una excusa, creo que falta perspectiva para hablar con rigor y, más que eso, para acertar en algunos de los juicios que puedan emitirse en torno al tema. Aún así, es necesario arriesgarse y arriesgar algunos conceptos o ideas para entregar, sino un panorama, al menos una «visión» de lo acontecido.

Para nadie constituirá una novedad que la poesía chilena ha entregado una riqueza increíble en los duros años del siglo XX (casi me atrevería a decir, con perdón de la academia, que la verdadera poesía escrita en Chile se inicia en este siglo, salvo notabilísimas excepciones en el siglo XIX). No es hora de hacer balance, pero me parece que los primeros cincuenta años de ese siglo han sido mucho más enriquecedores para nuestro patrimonio lírico que los segundos cincuenta años. La aparición de la Mistral, Huidobro, Neruda, De Rokha, Díaz Casanueva, Anguita, Arenas, Cáceres, Rojas, Díaz Varín, Arteche, Parra, Lihn y hasta Teillier (en su mocedad), coinciden con esa primera mitad de la centuria. La segunda mitad, por el contrario, carece de figuras de esa talla, siendo la mayoría de los exponentes de las llamadas generación del 60, del 70 o del 80, poetas que «reciclan» de forma inteligente las propuestas vanguardistas, neoclásicas o coloquialistas. Salvo poetas como Gonzalo Millán, Waldo Rojas, Manuel Silva Acevedo, Oscar Hahn, Juan Luis Martínez, Tomás Harris, José María Memet, Raúl Zurita, Diego Maquieira y unos pocos más (entre las que destacan algunas mujeres que parecen surgir con su voz propia recién en los años setenta y ochenta, y cito a Eugenia Brito, Soledad Fariña, Alejandra Basualto, Teresa Calderón, Lila Calderón y a Teresa Adriazola como las que, a mi juicio, representan una poética valiosa y que supera la consabida y mil veces visitada «guerra de los sexos»), poco más es lo que podía salvarse de una criba estricta. Demasiada poesía ideologizada, demasiada poesía intimista, demasiada poesía caótica ha campeado en nuestro territorio.

Si se estrecha el cerco y se busca ver lo que ha pasado en estos ultimísimos quince años, observaremos que el predominio (y la búsqueda) de —y por— figuras paternales en nuestra literatura (y en especial en el género poético) ha causado más de un «endiosamiento» y el atroz fenómeno del poeta obsesionado con su público («la galería»), o con su fama («el marketing»), o con la crítica («el hermetismo academicista»). Lo más terrible de todo esto ha sido que la crítica ha brillado por su ausencia, o ha sido concesiva, o se ha autocelebrado con soberbia en su capacidad «descubridora» de nuevos autores. Al mismo tiempo, otro fenómeno sin ninguna regulación (no del mercado ni de censura, sino del pudor) ha sido la proliferación de autoediciones que, de una u otra manera han respondido a la ceguera de muchas editoriales que no quieren —o no se atreven— a publicar poesía, pero que, al mismo tiempo, han inundado el panorama con librillos y antologías de escaso o ningún valor literario.

Por otra parte, el «enviciamiento» de los premios, becas, concursos, ayudas y toda clase de prebendas literarias ha fortalecido la aparición de poderes políticos, «amiguitas» o de cualquier otro signo. Si es una verdad que hoy, como nunca, hay más ayudas a la creación, también es necesario consignar que los «intereses creados» son cada vez mayores, de tal forma que las «camarillas» cumplen un papel detestable en sus autocelebraciones y en el «ayudismo» que se proporciona muchas veces, según el grado de amistad o la capacidad de «hacer lobby» del candidato o concursante.

Si bien estas apostillas pueden resultar de un tono algo negativo, creo que si se ha de ser mínimamente objetivo, nadie puede negar que la poesía en Chile goza de un florecimiento increíble (florecimiento que no siempre conlleva una calidad implícita) y, que, sin que una generación o grupo de poetas pueda dar de sí todo lo que puede o debe dar, ya aparece en el horizonte una nueva promoción que niega, continúa u omite a la anterior. Este asunto hace que la visión del problema sea mucho más confusa y que los probables lectores carezcan de una orientación (ya que la crítica poco hace, tanto la periodística como la universitaria) que los conducirá —lenta e inexorablemente— a aburrirse, cansarse o abandonar este género literario.

Una de las cosas que quizás más se echan en falta en el ambiente literario (y creo es un fenómeno mundial) es la casi absoluta pérdida de pasión en el discurso (poético y extrapoético). Hoy día el postmodernismo y su famoso «todo vale» han hecho más mal que bien. Los paradigmas se han perdido (y no es que yo recuerde con nostalgia ningún canon) y el lector —y muchos poetas— se ven ahogados por una lluvia de referencias sin talento; de «refritos», de «hallazgos viejos» y de aparentes «nuevas vanguardias» que bastante huelen a cadáver. Por otra parte, las antiguas «polémicas» (muchas veces perniciosas, qué duda cabe) han abandonado por completo la escena para ceder el paso a las tácticas de las macro-editoriales o a los oportunistas de siempre que hacen valer más sus entrevistas, sus fotos, sus apariciones en las páginas de sociales, sus posturas de «enfant terrible» que su calidad literaria, o al avasallador poder comunicacional-publicitario del omnívoro mercado. Poco o nada queda de la defensa (no ideológica o política, sino estética) de un principio u otro. Tal vez la última generación que se hizo cargo de estas dicotomías fue la de 1980 (o 1987). Tal vez.
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A pesar de todo lo anterior, de mi juicio terminante sobre la escasa novedad de lo nuevo, de lo aparecido o de lo que se yergue en estos días, creo que muchas poéticas —y la mayoría de las obras— todavía no han dicho todo lo que tenían que decir (asunto que propongo sea visto desde la generación de 1960 hasta la de 1980). Desde los años ochenta hasta estos días hay poetas, hay libros y hay poemas que merecen considerarse con tranquilidad. Muchos de estos autores, insisto, aún no han terminado de esbozar la primera parte de sus trabajos (si negara esta posibilidad también estaría negando mi propia poesía, mi obra, mi camino).

Paralelamente, aparecen algunas voces que prometen configurar una nueva generación (si aceptamos que, al menos en Chile, las generaciones surgen cada diez años). Así, ya se empieza a hablar de la «generación de los noventa» y se suceden las publicaciones de éstos, los próximos poetas que han de interactuar e intercalarse en el tejido oscuro de nuestra poesía que no cesa, como el rayo, de fulminar a sus fieles seguidores.

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* Andrés Morales Milohnic nació en Santiago de Chile en 1962. Es Licenciado en Literatura por la Universidad de Chile y Doctor en Filosofía y Letras con mención en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Barcelona (España). Ha publicado veintiún libros de poesía: Por ínsulas extrañas (1982); Soliloquio de fuego (1984); Lázaro siempre llora (1985); No el azar/Hors du hasard (traducción al francés, París, Francia, 1987); Ejercicio del decir (1989); Verbo (1991); Vicio de belleza (1992); Visión del oráculo (1993); Romper los ojos (1995); El arte de la guerra (1995); Escenas del derrumbe de Occidente (primera edición, 1998); Réquiem (2001); Antología Personal (2001); Izabrane Pjesme/ Poesía Reunida (traducido al croata, Zagreb, Croacia, 2002); Memoria Muerta (2003); Demonio de la nada (2005); Los Cantos de la Sibila (2008), Ejercicio de escribir (Cubo Anatrópico, 2010); Poemas/Pjesme (traducido al croata, 2011); Antología breve (2011), Escrito (Santiago, 2013 y Madrid, 2014); Escenas del derrumbe de Occidente (2014, edición corregida y ampliada); Poemas Escogidos/Poezii Alese (versión a la lengua rumana, Bucarest, Rumanía, 2014); Écrit dans un miroir (Escrito, versión a la legua francesa, París, Francia, 2015) y Esencial (Antología Personal 1982-2014). Su obra poética se encuentra parcialmente traducida a trece idiomas (inglés, francés, croata, portugués, chino, coreano, sueco, catalán, mapudungún, rumano, turco, noruego e italiano) y ha sido incluida en más de sesenta antologías chilenas y extranjeras y en un gran número de revistas literarias nacionales y del exterior (más de ochenta y cinco), siendo también distinguida con diferentes reconocimientos nacionales e internacionales entre los que destacan: Premio Manantial de la Universidad de Chile (1980), Premio Miguel Hernández al mejor poeta joven latinoamericano (Buenos Aires, Argentina, 1983), Beca Pablo Neruda (1988), Beca de Hispanista extranjero (como poeta y académico) del Ministerio de Asuntos Exteriores de España (Madrid, 1995), FONDART (Fondo Nacional de las Artes) de 1992 y de 1996, Premio Ciudad de San Felipe 1997, Beca de Creación Literaria 2001 de la Fundación Andes, Beca de Creación Literaria para escritores del Fondo del Libro del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de Chile en los años 2001, 2004 y 2008. Premio Nacional de Poesía «Pablo Neruda» 2001, Primer Premio en el XII Concurso Internacional de Poesía «La Porte des Poètes» de París (Francia) 2007, Premio Hispanoamericano «Andrés Bello» 2014 de Madrid, España (por el conjunto de su obra poética) y el Premio de Ensayo «Centro Cultural de España» en sus versiones 2002 y 2003. Desde el año 2007 pertenece como miembro de la Academia Chilena de la Lengua y desde el año 2014 de la Academia Hispanoamericana de Buenas Letras de Madrid, España. En el ámbito del ensayo y la crítica literaria destacan sus libros dedicados a la poesía chilena, hispanoamericana, española y europea, Antología Poética de Vicente Huidobro (1993 y 2011); Un ángulo del mundo. Muestra de poesía iberoamericana actual (1993); Poesía croata contemporánea (1997); Anguitología (1999); España reunida: Antología poética de la guerra civil española (1999); Altazor de puño y letra (1999); Antología de Poesía y Prosa de Miguel Arteche (2001); De palabra y Obra, ensayos (2003), Antología Poética de la Generación de los 80 (2010); A la sombra del poema, ensayos (2013) y Manual para un Taller de Poesía (inédito). Actualmente desarrolla su escritura poética conjuntamente con sus clases de Taller de Poesía, de Literatura Española Clásica y Contemporánea y de Poesía Chilena en la Universidad de Chile.

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