Vidas de Artistos

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Cuentos Chinos

CUENTOS CHINOS

Por Gustavo Arango*

La sospecha de que Ernest Bramah jamás haya existido sigue sin disiparse. Entre los pocos que aún discuten sobre su obra, persiste el rumor de que el recluso escritor fue, en realidad, la invención de un grupo de ingleses, entre los que se incluye a Hillary Belloc y al mismo G. K. Chesterton.

Real o ficticio, sobre Bramah hay información apenas suficiente para un artículo biográfico. Todo indica que nació en una familia adinerada, que a los 16 abandonó la escuela y que a los 17 decidió trabajar como granjero. Se dice que su capricho campesino duró tres años y que le costó a su padre el equivalente a unas cien mil libras esterlinas de las actuales. Bramah entendió que debía hacer algo productivo y empezó a escribir artículos de prensa. Su primer libro –que es probable que nadie en nuestro tiempo haya leído– se llamó «English Farming and Why I Turned It Up» (algo así como “Granjería inglesa y por qué renuncié a ella”), fue publicado en  1894.

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Con el tiempo, Bramah pasó de los artículos ocasionales y las tareas de edición a la escritura como oficio. No fue ajeno a la moda de las historias de detectives. Fue el creador del detective ciego Max Carrados, a quien un crítico describió como un “delicado, amable y recursivo investigador, a quien nada conseguía desalentar». Se dice que la personalidad de Carrados es el testimonio más cercano que tenemos sobre la personalidad de su creador: sutil, inteligente, cínico, caprichoso, encantador, sofisticado, con una afición al melodrama matizada con un tono de ironía”.

Pero el gran aporte de Bramah a la literatura fueron sus novelas con aire oriental. Su obituario del Times de Londres, lo describía en el título como  «El creador de Kai Lung», y la fama que tuvo le vino de las aventuras y refranes de este sabio itinerante que se movía por una China artificial y extemporánea. En cuatro novelas, tituladas “La cartera de Kai Lung” (1900), “Las horas doradas de Kai Lung” (1922), “Kai Lung desenrolla su estera” (1928) y “Kai Lung más allá del árbol de mora” (1940), Bramah dio vida a un personaje, un ambiente y una voz singulares. Las aventuras están relatadas con humor e ironía, con malicia e ingenio, en un lenguaje de eufemismos, paradojas y parábolas hijas de una mente privilegiada.

Un botón de muestra: “Tras observar de manera subrepticia la impremeditada gracia de los movimientos de la mujer, el más celebrado hacedor de pinturas en la provincia quemó los útiles de su oficio y empezó una vida nueva como entrenador de elefantes”. 

Se dice que la muy citada maldición: “Que te toque vivir en tiempos interesantes”, fue una invención de Bramah. Pero todo indica que esa afirmación es tan apócrifa como la frase de Don Quijote: “Ladran, Sancho. Señal que cabalgamos”.   

Sus cuentos son como novelas en miniatura en las que el lector puede pasar horas apreciando la calidad de la filigrana. Su afición a la numismática se despliega a sus anchas en las historias del detective ciego. George Orwell reconoció la influencia de Bramah para su novela “1984”.
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En tiempos en que la figura del escritor parece importar más que su obra, Ernest Bramah deslumbra con su oscuridad. Se dice que era tímido y que defendía su privacidad. Sólo existen unas pocas copias de sus libros autografiados. Cuando se le pidió información para el volumen «Quién es quién”, escribió: “No me gusta hablar sobre mí, y sólo me disgusta un poco menos hablar sobre mi trabajo. Mis libros publicados son lo único que me interesa pasar a los lectores”.

Bramah no ha dejado de leerse. Las novelas de Kai Lung se han reeditado varias veces. Su novela futurista, “El secreto de la liga” (1907) se publicó nuevamente en 1995. Pero el autor de esos libros sigue siendo un misterio. Se ignora dónde vivía, quiénes eran sus amigos, si estaba o no casado, si alguna vez fue a la China, y hay disputas sobre el lugar y la fecha exacta de su muerte. Su tumba sigue sin ser encontrada.
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*Gustavo Arango es profesor de español y literatura latinoamericana de la Universidad del Estado de Nueva York (SUNY), en Oneonta y fue editor del suplemento literario del diario El Universal de Cartagena.
Ganó el Premio B Bicentenario de Novela 2010, en México, con El origen del mundo (México 2010, Colombia, 2011) y el Premio Internacional Marcio Veloz Maggiolo (Nueva York, 2002), por La risa del muerto, a la mejor novela en español escrita en los Estados Unidos. Recibió en Colombia el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, en 1982, y fue el autor homenajeado por la New York Hispanic/Latino Book Fair, en el marco del Mes de la Herencia Hispana, en octubre de 2013. Ha sido finalista del Premio Herralde de Novela 2007 (por El origen del mundo) y 2014 (por Morir en Sri Lanka).

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