Sur Cronopio

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Ni una menos

NI UNA MENOS

Por Jimena Vera Psaró*

Hace pocas semanas se realizó en simultáneo en varias provincias argentinas un encuentro de activistas por los derechos humanos en contra del feminicidio.

Son innumerables los nombres propios de mujeres que engrosaron las pancartas de protesta, pedidos de justicia y hasta de aparición con vida en el caso de las chicas presuntamente secuestradas por redes de trata de personas. Esta convocatoria espontánea puso en jaque a muchas instituciones que tuvieron que pronunciarse por primera vez sobre las repetidas muertes y desaparición de personas en el país.

Sostener el cartel para la foto en redes sociales con la consiga #NiUnaMenos fue la acción políticamente correcta de muchos funcionarios y políticos que se sintieron obligados a referirse sobre el tema, más en épocas previas a las elecciones gubernamentales y presidenciales.

“Los límites de lenguaje de uno son los límites de su mundo” dijo Wittgenstein, y los eufemismos que se ponen en boca de la opinión pública y lo simbólico abren una línea para repensar las prácticas cotidianas que tratan a la mujer como objeto. ¿Si es reducida a un bien de uso, entonces cómo no esperar la violencia del sometimiento?
Muchas veces estas prácticas comienzan por un fino hilo que va desenrollando un entramado social más complejo que naturalizó durante décadas los signos de violencia de género.

Hasta que la muerte los separe
La iglesia tuvo en esta marcha el espacio para condenar públicamente los femicidios, pero los representantes del credo debieron escuchar también los reclamos por los casos en los que ha incentivado a la mujer a quedarse junto al esposo golpeador, orar por él, por su conversión, y que “el hombre no separe lo que el cielo ha unido”.
Para muestra en mayo de 2015 se inauguró en una ciudad del norte argentino una Casa para la Mujer bajo el nombre de “Santa Mónica”, considerada por la iglesia como “Patrona de las mujeres casadas y modelo de las madres cristianas”. Uno de los méritos que los fieles relatan sobre la figura de santa Mónica fue el carácter sumiso ante la violencia de su marido, por quien ella oraba para que se convirtiera. En la vida de la santa descripta por una congregación religiosa, se dice de ella que:

“Mónica le perdonó muchas cosas y lo soportó con la paciencia de un carácter fuerte y bien disciplinad. Mónica explicó su sabiduría sobre la convivencia en el hogar: Es que cuando mi esposo está de mal genio, yo me esfuerzo por estar de buen genio. Cuando el grita, yo me callo. Y como para pelear se necesitan dos, y yo no acepto la pelea, pues… no peleamos. Esta fórmula se ha hecho célebre en el mundo y ha servido a millones de mujeres para mantener la paz en casa. Mónica recomendaba a otras mujeres casadas, que se quejaban de la conducta de sus maridos, que cuidasen de dominar la lengua por ser esta causante en gran parte de los problemas en la casa”, añaden  Las  Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María.
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La misma senadora nacional que inauguró este sitio, pocos días antes había arrasado con maquinaria para “limpiar” uno de los lugares en dónde se había arrojado el cuerpo de una joven asesinada y quemada. Lo hizo con la intención de hacer en el sitio un “homenaje”, pero al mismo tiempo borró las pruebas que podrían haber señalado de qué forma, en qué vehículo se llegó con el cuerpo a ese descampado.

Un crimen nunca es pasional
Otra palabra que es difícil erradicar de la voz de funcionarios públicos, periodistas y hasta de las máximas autoridades policiales es el de “crimen pasional”. La pregunta que se debería plantear es  ¿qué mató a la víctima: la pasión o la violencia?, ¿qué sienten las víctimas de violencia de género: pasión o violencia? El control mediante eufemismos, solo sirven para disfrazar la máxima expresión del poder que los hombres buscan mantener sobre las mujeres. No es pasional, no son peleas domésticas, no es algo cultural ni naturalizado. Quien golpea y mata es un violento y un asesino que debe ser juzgado, no hay veta de amor o sentimientos en la práctica de la violencia.

Menos piropos, más respeto
Uno de los candidatos presidenciales de Argentina tuvo que pedir disculpas públicas luego de afirmar que “En el fondo, a todas las mujeres les gusta que les digan piropos. Por más que te digan alguna grosería como «¡qué lindo c… que tenés!»».

Es necesario empezar a considerar que un piropo es parte de una misma línea de violencia contra la mujer que termina en actos de mayor transgresión como por ejemplo que el varón se considere con derecho sobre el cuerpo de la mujer. El acoso callejero que representa el piropo somete involuntariamente a la mujer a la consideración de un varón que se siente con derecho a valorar su cuerpo, incluso tocarlo. Es decir, la intención de sometimiento está presente y la mujer expuesta. Absolutamente ninguna forma de vestir, caminar, ni horario de transitar el espacio público habilita al hombre a dejar de respetar a una mujer.
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Cuerpos en venta
Muchos de los artistas que se hicieron eco de la campaña #NiUnaMenos tienen en sus propios programas de televisión estereotipos reduccionistas del rol de la mujer como mero adorno o decorado, cuerpos femeninos con poca ropa que bailan y sonríen, que festejan los chistes del conductor (masculino) y que hasta se deben dejar tocar o permitir que como parte del show corten con tijeras sus polleras, les arranquen la ropa y las sigan mostrando desnudas. Esta forma de cosificar a la mujer adquiere más énfasis en violencia simbólica cuando se usa para vender productos o servicios.

Del mismo modo desde los medios masivos de comunicación se procede muchas veces a investigar a la víctima como si cualquier indicio posible justificara el crimen, si estudiaba o no, si le gustaba salir, si como se vestía y hasta el largo de la minifalda.

Mientras estas acciones sigan perpetuándose y la violencia simbólica o concreta se cometa por el simple hecho de ser mujeres, se deberá sostener la lucha y sobre todo educar a las nuevas generaciones para que los roles, el valor y el respeto no sean determinados por la genética.

“Ni una menos, ni una muerta más” fue la frase que pertenece a Susana Chávez Castillo, la poeta y activista mexicana asesinada en 2011 por denunciar los crímenes contra las mujeres en México en Ciudad Juárez, Chihuahua, al norte de México, considerada la población más violenta de ese país. “Ni una menos” fue la consigna que se repitió en ciudades de Argentina y Latinoamérica.
Mientras tanto nuevas fotos de jovencitas circulan en los medios, mujeres pierden la vida a mano de verdugos que se enquistaron en sus propios hogares y la televisión muestra la marcha contra la violencia de género seguida de publicidades que muestran a las mujeres haciendo tareas domésticas, compras compulsivas o con la frivolidad del eje en la estética.
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* Jimena Vera Psaró es Licenciada en Comunicación Social. Nació en La Rioja, Argentina, en abril de 1979. Cursó estudios de arte, diseño gráfico y periodismo. Trabajó en medios gráficos, empresas de telecomunicaciones y docencia. Desde hace 3 años inició Anima Mulita, su estudio de diseño y comunicación, sostiene el trabajo cooperativo desde ¡Amalaya! Como escritora recibió el 3er premio en el II Concurso Literario Febrero Chayero 2012, participó de tres antologías (entre ellas «Invitados a escribir» de la Biblioteca Popular Ciudad de Los Naranjos y en «Travesuras» como finalista del Iº Certamen Internacional de Literatura Infantil) y obtuvo el 1er Premio por La Rioja en el Concurso Regional de Microrrelatos Norte Cultura (2014).

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