Sociedad Cronopio

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Y creó Dios los grandes monstruos del agua y todos los animales que bullen en ella, según su especie, y todas las aves aladas, según su especie. Y vio Dios que era bueno, y los bendijo diciendo; «Procread y multiplicaos y henchid las aguas del mar, y multiplíquense sobre la tierra las aves. Y hubo tarde y mañana, día quinto.

Dijo luego Dios; «Brote la tierra seres animados según su especie, ganados, reptiles y bestias de la tierra según su especie».

Y así fue.

Hizo Dios todas las bestias de la tierra según su especie, los ganados según su especie y todos los reptiles de la tierra según su especie. Y vio Dios que era bueno.

Se dijo entonces Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza, para que domine sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados y sobre todas bestias de la tierra y sobre cuantos animales se mueven sobre ella».

Y creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, y los creó macho y hembra; y los bendijo Dios, diciéndo- les: «Procread y multiplicaos, y henchid la tierra; sometedla y dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre los ganados y sobre todo cuanto vive y se mueve sobre la tierra». Dijo también Dios: «Ahí os doy cuantas hierbas de semilla hay sobre la haz de la tierra toda, y cuantos árboles producen fruto de simiente, para que todos os sirvan de alimento. También a todos los animales de la tierra, y a todas las aves del cielo, y a todos los vivientes que sobre la tierra están y se mueven les doy para comida cuanto de verde hierba la tierra produce».

Y así fue.

Y vio Dios que era muy bueno cuanto había hecho, y hubo tarde y mañana, día sexto.

Así fueron acabados los cielos y la tierra y todo su cortejo.

Y rematada en el día sexto toda la obra que había hecho, descansó Dios el séptimo día de cuanto hiciera; y bendijo al día séptimo, porque en él descansó Dios de cuanto había creado y hecho

Este es el origen de los cielos y la tierra cuando fueron creados

[El salmo 8 de la Biblia es como un resumen o comentario poético a la obra de la creación narrada en el cap. 1 del Génesis. El hombre es el representante de Dios en la obra de la creación. Todo ha sido creado al servicio del hombre, y éste al servicio de Dios, por estar hecho a «imagen y semejanza suya».

Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él,
el ser humano, para darle poder?
Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos,
todo lo sometiste bajo sus pies:
rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por el mar.

Salmo 8

La creación del mundo en la mitología egipcia

En la fascinante mitología egipcia Amón-Ra era su principal divinidad: dios del cielo, del sol, del origen de la vida y también símbolo de la luz solar, así como responsable del ciclo de la muerte y la resurrección. El “Gran Himno” dedicado a este dios, que se encuentra grabado en el papiro Boulaq 17 (XVIII dinastía), es una de las más bellas composiciones de la literatura religiosa egipcia. Hay que destacar que frente a los himnos más antiguos, aquí se intenta reflejar el concepto de universalidad del dios ante todas sus creaciones, sean cuales sean.

Cuenta una leyenda egipcia que en un principio no había luz. Solamente existía la oscuridad y una gran extensión de agua con el nombre de Nun. El poder de Nun era tan grande que desde el interior de la penumbra hizo brotar un huevo grande y brillante. Y del interior de ese huevo surgió Amon-Ra.
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De este famoso himno entresaco algunas partes, las más directamente referidas a la actividad creadora del dios egipcio:

¡Salve, Amón Ra!
Tú eres el Uno oculto, desconocido,
el que no tiene igual, Señor de los dioses.
el más grande del cielo, primogénito de la Tierra,
Señor del todo,
que perdura sobre lo que existe,
padre de los dioses,
que hizo a la Humanidad y dio origen a los animales.
que creó el árbol frutal,
creó la hierba e hizo vivir al ganado.
¡Loor a ti, que creaste a los dioses
Elevaste el cielo y desplegaste la tierra!
que creaste a la Humanidad,
que hiciste los colores diferentes, uno del otro.
Tú eres El Único, el que dio origen a todo lo que existe,
Él Uno y Único, creador de lo que existe,
De cuyos dos ojos brotó la Humanidad
Y de cuya boca nacieron los dioses.
Tú creaste la hierba que da vida al ganado
Y las plantas para los hombres,
y aquello de lo que vive el pez en el río
y los pájaros que moran en el cielo.
Tú creaste aquello de lo que viven los insectos
e igualmente los gusanos y aves.
Te alaban todos los animales,
te loan en cada desierto,
tú que eres tan alto como el cielo,
tan amplio como la tierra,
tan profundo como el Gran Verde.
Los dioses se inclinan ante Tu Majestad
y ensalzan el poder de su creador,
se alegran cuando el que los engendró se aproxima
y dicen: ¡Se bienvenido en paz!
Dondequiera me encuentre a mi lado estás;
no hay extensión de la tierra, altura del
Cielo ni profundidad del mar en que tú
no hayas dejado huella sempiterna.
Cuando Tú brillas son felices los hombres,
las plantas toman de tu energía y nos brindan
la hierba para el ganado y los frutos
para los seres de ti muy agradecidos.
Padre de los padres de todos los dioses,
que elevó el cielo y situó la tierra,
que hizo lo que existe,
creador de todos los seres.
Veneramos tu poder porque tú nos creaste,
te vitoreamos de alegría porque nos has moldeado.
Te ofrecemos oraciones, porque te fatigas con nosotros.
Salve a ti, creador de todo lo que existe,

 El origen del mundo en las Metamorfosis de Ovidio

Las Metamorfosis, del poeta latino Publio Ovidio Nasón (43 a. C.-28 d. C.) es una obra, dividida en quince libros, que reúne doscientos cincuenta mitos y leyendas del mundo grecorromano en los que siempre se verifica algún tipo de transformación o metamorfosis. Los mitos están ordenados cronológicamente desde el origen del universo hasta la Roma del siglo I d.C., época del emperadorAugusto y en que vivía el mismo Ovidio

Se considera una obra maestra de la edad de oro de la literatura clásica latina, tal vez la más fecunda de la antigüedad. Fue muy leída durante la Edad Media y continúa ejerciendo una profunda influencia en la cultura occidental.

Comienza con una descripción del desorden y confusión del Caos, que, como ya he indicado, era para los greco- romanos el abismo o vacío primordial, lo absolutamente primigenio, desprovisto de orden y de forma. A continuación se describe cómo, bajo un poder divino desconocido, las cosas fueron recibiendo sus formas y el mundo empezó a estar ordenado, pasando en seguida a la creación del hombre en una de las más bellas descripciones del mito antropomórfico.

Antes del mar, de la tierra, y del cielo que todo lo cubre, la naturaleza tenía en todo el universo un mismo aspecto indistinto, al que llamaron Caos: una mole informe y desordenada, no más que un peso inerte, una masa de embriones dispares de cosas mal mezcladas. […] Y aunque allí había tierra, mar y aire, la tierra era inestable, las aguas innavegables, y el aire carecía de luz. Nada conservaba su forma, y unas cosas obstaculizaban a las otras, porque dentro de un mismo cuerpo lo frío se oponía a lo caliente, lo húmedo a lo seco, lo duro a lo blando, y lo que no tenía peso a lo no pesado. Un dios, junto con una mejor disposición de la naturaleza, fue quien dirimió esta contienda, pues separó el cielo de la tierra y la tierra de las aguas, y dividió el cielo puro del aire espeso. Cuando hubo desenredado estas cosas substrayéndolas al informe amasijo, y las hubo separado en lugares distintos, las entrelazó en pacífica concordia. El fuego, etérea energía de la bóveda celeste, surgió resplandeciente y ocupó su lugar en la región más alta; próximo a él, por ligereza y por el lugar que ocupa, está el aire; la tierra, más densa que los anteriores, absorbió los elementos más gruesos, y quedó comprimida por su propio peso; el agua, fluyendo alrededor, ocupó los últimos lugares y rodeó la parte sólida del mundo.

Una vez que hubo ordenado y dividido así dicha congerie, y que tras dividirla la hubo organizado en partes, ese dios, quien quiera que fuera, en primer lugar aglomeró la tierra en forma de un gran globo, para que fuera igual por todas partes; después ordenó a los mares que se expandieran, hinchados por los veloces vientos, y rodearan las costas que ciñen la tierra. Añadió también fuentes, estanques inmensos y lagos, y contuvo entre tortuosas orillas a los ríos que fluyen en declive y que, con distintos recorridos, en parte son absorbidos por la misma tierra y en parte llegan hasta el mar, donde, acogidos en una extensión de aguas más libres, chocan contra las playas y no ya contra las orillas. También ordenó que se extendieran los campos, se hundieran los valles, se cubrieran de hojas los bosques y se elevaran las montañas de piedra.

[…]

Apenas había acabado de dividir todas estas cosas con límites bien definidos, cuando las estrellas, que durante largo tiempo habían permanecido apresadas en una ciega oscuridad, empezaron a encenderse y a centellear por todo el firmamento. Y para que ninguna región se viese privada de sus propios seres animados, las estrellas y las formas de los dioses ocuparon la superficie celeste, las olas se adaptaron a ser habitadas por los brillantes peces, la tierra acogió a las bestias y el blando aire a los pájaros.

Pero todavía faltaba un animal más noble, más capacitado por su alto intelecto, y que pudiera dominar a los demás. Y así nació el hombre, bien porque aquel artífice de las cosas, principio de un mundo mejor, lo fabricara con simiente divina, o bien porque la tierra que, recién formada y recién separada del alto éter aún conservaba en su interior algunas semillas del cielo junto al que había sido creada, fuera mezclada con agua de lluvia por el hijo de Lápeto, que plasmó con ello una imagen a semejanza de los dioses que todo lo regulan.

Y mientras los demás animales miran al suelo cabizbajos, al hombre le dio un rostro levantado y le ordenó que mirara al cielo y que, erguido, alzara los ojos a las estrellas. De esta manera la tierra que poco antes era tosca e informe, asumió, transformándose, desconocidas figuras de hombre.
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Un mito cosmogónico chino: El gigante Pan Ku

En un curioso relato chino, cuyo origen se pierde en las profundidades del tiempo, se encuentra este mito cosmogónico en el que el Creador es un misterioso gigante llamado Pan Ku, dotado de extraordinarios poderes mágicos, pero tan implicado físicamente en la creación, que murió exte­nuado debido a los tremendos esfuerzos que realizó para mantener el cielo separado de la tierra. De su cuerpo metamorfoseado tomó origen todo lo que existe, aunque en este caso no aparece la creación del hombre. Resulta curioso observar cómo en esta antiquísima narración china ya se formula -aunque míticamente- la moderna teoría física del Big Bang o Gran Explosión primigenia que, se dice, dio origen al universo hace aproximadamente quince mil millones de años.

En épocas inmemoriales no existían ni el cielo ni la tierra. El universo era una nebulosa caótica y embrionaria de forma parecida a la de un gran huevo. Allí dormía apacible y tranquilo el gigante Pan Ku. Al cabo de dieciocho mil años, el gigante se despertó encolerizado porque a su alrededor sólo había oscuridad. Sacudiendo sus brazos para librarse de éstas produjo una enorme explosión, explotando el gran huevo que contenía el universo. La nebulosa caótica y primitiva, que había permanecido concentrada en un solo lugar durante millones de siglos, comenzó a girar convulsivamente. Las materias ligeras se levantaron vertiginosamente, dispersándose para formar el cielo azul, mientras que las pesadas se precipitaron hacia abajo para dar origen a la tierra. A pesar de que el cielo y la tierra se habían separado, Pan Ku, estaba preocupado por si las cosas volvían a su lugar y pensó en sostener con los brazos el cielo de manera que poco a poco éstos se fueron separando cada vez más. Así estuvo muchos siglos, de manera que gracias a su esfuerzo el cielo no volvió nunca a unirse con la tierra. Sin embargo, por culpa del tiempo y del esfuerzo, Pan Ku murió extenuado. Su cuerpo se transformó entonces en todo lo bello que nos rodea: de su aliento nació el viento de primavera y las nieves del invierno, su voz se convirtió en el trueno de las tormentas. Su ojo izquierdo es el sol que calienta durante el día y el derecho la luna que ilumina la noche, y los numerosos cabellos y barba crearon las estrellas. Sus cuatro extremidades y el tronco dieron lugar a los cuatro puntos cardinales y las cinco montañas sagradas. De su sangre nacieron los ríos que bañan China y sus tendones son los caminos que llevan a todas las direcciones. Sus músculos dieron lugar a las tierras fértiles, y los dientes y los huesos al jade y otras piedras preciosas. De sus vellos nacieron las plantas, la hierba y los árboles, y el sudor, la lluvia y el rocío.

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Mitos americanos de la creación del mundo:
América del Norte

Casi todos los pueblos primitivos de América del Norte acataban la autoridad del ser o dios supremo a quien llamaban Manitú, que significa Espíritu y que, curiosamente tiene indudable similitud con la palabra de lengua sánscrita Mana, que significa el Sol. En la antigua América del Norte, se creía que la creación del Universo era debida a un pájaro de grandísimo tamaño, pájaro que acaso fuese el propio Gran Manitu. Algunos pueblos sacrificaban perros a los espíritus, ya que creían que el autor de la creación era un inmenso perro. Los esquimales del Canadá decían que cuando la noche continua envolvía el globo terrestre, el Zorro aprovechaba la oscuridad para robar; pero el Cuervo, que en las tinieblas no encontraba alimento, deseó la Luz y la Luz se hizo. Otra tradición cuenta cómo las mujeres paseaban por los campos y recogieron a unos niños que se debatían entre las hierbas. Se trataba de los hijos de la Tierra, que se multiplicaron y poblaron los desiertos. Otra tradición cuenta la historia de un hermano enamorado de su hermana la cual se arrancó los senos y se los arrojó a la cara. Luego encendieron dos antorchas y se persiguieron uno a otro alrededor de un igloo. Pero he aquí que, de repente, ascendieron por el espacio hacia el Cielo y mientras la hermana se convertía en Sol, el hermano se convertía en Luna, alumbrando y calentando ella con su antorcha y alumbrando él sin dar calor, pues había dejado apagar la suya

(https://calamb.blogia.com/2007/080801-la-creacion-en-america-del-norte.php)

América del Sur: Los indios Tehuelches de la Patagonia

Los tehuelches (o patagones) vivían en el sur de la Patagonia, entre el río Santa Cruz -actualmente en la República Argentina- y el estrecho de Magallanes. Hasta la llegada de los españoles (inicios del siglo XVI) los tehuelches eran cazadores-recolectores con movilidad estacional, desplazándose en pos de las manadas de guanacos; durante los inviernos se encontraban en las zonas bajas y durante el verano ascendían a las mesetas centrales de la Patagonia o a la cordillera de los Andes.

El 31 de marzo de 1520 una expedición española al mando de Fernando de Magallanes desembarcó en la bahía de San Juan para pasar el invierno y allí fue donde los españoles tomaron contacto con los indios tehuelches. El escribano Antonio Pigaffeta los describió como una mítica tribu de “Patagones Gigantes” debido a su gran estatura, fuerza física y pies muy grandes.
(Continua página 3 – link más abajo)

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