Periodismo Cronopio

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De flamenco, del Miguel Hernández y de sentimientos extremos

DE FLAMENCO, DE MIGUEL HERNÁNDEZ Y DE SENTIMIENTOS EXTREMOS

Por Olvido Andújar*

[blockquote cite=»Miguel, de Manuel Alcántara» type=»left, center, right»]

No sabía que Miguel
muriera de España y cárcel.
No se podía saber.

Era yo un niño en el parque.

Bajó del penal al aire
un rebaño de palabras.
Estaban llenas de sangre.

Era yo un niño en la playa.

A aquellos montes de Málaga
tiraron todos sus versos
y sus penas y sus cabras.

Aquí se mató un almendro.

A tierra que mata almendros
yo no la puedo creer
aunque jure por sus muertos.
[/blockquote]

* * *

No sabía que Miguel muriera de España y cárcel. No se podía saber, cantaba Mayte Martín en su disco Al cantar a Manuel, con el que honraba al poeta malagueño Manuel Alcántara. Martín musicalizaba algunos de los versos del malagueño en un disco intelectual, íntimo, cálido y extraordinario. La segunda canción ‒el segundo poema‒ comenzaba con ese No sabía que Miguel muriera de España y cárcel y se refería, Manuel Alcántara a través de la voz de Mayte Martín, a Miguel Hernández, quien en efecto murió de España y cárcel en la enfermería gélida de una prisión del episodio más lúgubre de la historia española. Una historia que sigue enterrada bajo cunetas. No se podía saber.

* * *

Mayte Martín me reconcilió con el flamenco sin haber estado nunca enfadada con él ‒¿cómo estarlo?‒ y me lo trajo de nuevo a mi vida una tarde en que lo necesitaba más que nunca, tal vez porque estaba (demasiado) lejos de casa. La distancia, las fronteras y escuchar a los niños jugar en un idioma diferente al propio consigue, sin duda, magnificar la nostalgia hasta lo insoportable. Y lo insoportable se tiñe a veces de una exaltación cándida de la cultura propia. No soy una oyente al uso de flamenco. Me confieso incapaz de distinguir una zambra de unos tientos. Y digo que lo confieso porque nací en una tierra a la que llegaba el eco del cante de unas minas. Crecí escuchando cómo se calmaba el desgarro entonando un cante jondo, a capela, en mitad de una madrugada insomne. Pero también aprendí que de las mariposas de un amor nuevo se presume con el jaleo de las palmas y el bullicio de unas bulerías. No soy una oyente al uso de flamenco y no sé distinguir una seguirilla de una soleá, pero escucho a Camarón y lloro, me vacío, me río a carcajadas y me enciendo hasta la excitación. Me pasa, también, con la guitarra de Paco de Lucía y con el color vocal de Miguel Poveda. No soy una oyente al uso de flamenco, es verdad, pero es la música con la que pienso las emociones más absolutas, ancestrales y extremas del ser humano. El orgasmo, la muerte, la dicha, el desasosiego… los pienso, los siento, necesariamente, en palos flamencos. Pasa lo mismo, en otras tierras más lejanas, con el blues y con el tango.
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* * *

Yo no soy la mejor representante del aficionado al flamenco, como tampoco Mayte Martín es la cantaora más representativa del género. Es mujer, lesbiana, catalana, paya y de izquierdas en una música que se ha vendido como masculina, heterosexual, andaluza, gitana y conservadora. No sé si a pesar de o precisamente por, pero Mayte Martín entona No sabía que Miguel muriera de España y cárcel. No se podía saber y resulta imposible no sentir un escalofrío recorrerte el espinazo. Como imposible resulta no imaginar al poeta demacrado y moribundo, tiritando de espanto en esa enfermería de una cárcel de posguerra.

Tampoco fue Miguel Hernández el poeta más representativo, pero sí “el poeta del pueblo”. Juan Ramón Jiménez no escatimó mordacidad al escribir, en Guerra en España, que “los poetas no tenían convencimiento de lo que decían. Eran señoritos, imitadores de guerrilleros, y paseaban sus rifles y sus pistolas de juguete por Madrid, vestidos con monos azules muy planchados. El único poeta, joven entonces, que peleó y escribió en el campo y en la cárcel, fue Miguel Hernández”. En el campo y en la cárcel, lejos de una biblioteca empachada. No sabía que Miguel muriera de España y cárcel. No se podía saber (…) Bajó del penal al aire un rebaño de palabras. Estaban llenas de sangre.
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Pensar en Miguel Hernández es pensar en la doble traición. Primero la de sus camaradas de pluma, de ideas, de sueños, que le negaron la mano amiga, la ayuda, el exilio y la salvación. Tal vez esos poetas que Juan Ramón Jiménez había catalogado de señoritos nunca terminaron de empatizar con ese poeta del pueblo, que olía a campo y a pueblo, que sonaba a folclore y a sencillez. Y, después, la traición de su país, dividido en esas dos Españas que tanto hicieran sufrir a Antonio Machado quien, exiliado, había muerto en Collioure poco antes de la agonía de Miguel Hernández en la enfermería de una prisión gélida de la inmediata posguerra. Fue primero una bronquitis, más tarde tifus y, finalmente, tuberculosis, pero fue también desgarro, frío, traición, sangre, decepción. Bajó del penal al aire un rebaño de palabras. Estaban llenas de sangre.

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A Miguel Hernández le han cantado y le han tocado en palos flamencos, que son los palos que musicalizan los sentimientos más absolutos, ancestrales y extremos del ser humano. Lo hizo Enrique Morente, otro cantaor atípico y gigante, con Parrilla de Jerez y Perico el del Lunar. Antes, Camarón que, desde hace años, es más dios que cantaor. También Carmen Linares, que llena cada silencio y te cruje por dentro. Y voces más jóvenes, como la de Arcángel, la de Pitingo o la de Miguel Poveda, payo y homosexual, otro genio atípico, como Mayte Martín, como Enrique Morente, como Miguel Hernández.

No sabía que Miguel muriera de España y cárcel. No se podía saber (…) Bajó del penal al aire un rebaño de palabras. Estaban llenas de sangre.
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Para escuchar el disco “Al cantar a Manuel” de Mayte Martín: https://open.spotify.com/album/7gGashTkh1meQvVo6UsxVy

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Olvido Andújar es es doctora (Ph. D.) con mención Cum Laude en American Studies, Máster en Historia y Estética de la Cinematografía, Certificado para la enseñanza de la Lengua y la Literatura y Licenciada en Periodismo. Actualmente es profesora de Lengua y Literatura en la Facultad de Ciencias Sociales y de la Educación de la Universidad Camilo José Cela y con anterioridad ha sido docente en la Universidad Autónoma de Bucaramanga en Colombia, en University of Malta, en la Universidad de Alcalá y en la Universidad Europea de Madrid. Asimismo ha sido investigadora en la Universidad Complutense de Madrid, en el Instituto Franklin de la Universidad de Alcalá y en University of California, Berkeley. En la actualidad es académica correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, correspondiente de la RAE en Estados Unidos, investigadora del Proyecto de investigación competitivo “Espacio Educativo de Literaturas Interactivas” de la Universidad Camilo José Cela y miembro del Euro-Mediterranean University Institute de la Universidad Complutense de Madrid.

Sus líneas de investigación son los estudios fílmicos; el jazz en el cine y la literatura; la cultura y las letras hispanas y la didáctica de la lengua y la literatura. Entre sus publicaciones destacan aportaciones al campo de la literatura creativa, como el cuento “¡Os quiero matar a todos!”, en la colección de relatos Los académicos cuentan, publicada por Axiara Editions; y estudios y ensayos científicos como “Rosario Pi: una narradora pionera e invisibilizada”, en Revista Nómadas; “El jazz va al frente: el personaje del músico en el cine de la Segunda Guerra Mundial” y “El músico de jazz en el primer cine sonoro”, en Revista de Libros la Torre del Virrey; “Salva a la animadora, salva el mundo. Una lectura propagandística de Héroes”, en Frame; “El cine que nunca fue mudo”, en Síneris; “Lady Sings the Blues. La construcción del personaje cinematográfico de Billie Holiday”, en el libro Estudios de Mujeres. Volumen VII. Diferencia, (des)igualdad y justicia; y “La representación del personaje hispano en la nueva ficción televisiva norteamericana. El caso de Desperate Housewives”, en el libro Nuevas reflexiones en torno a la literatura y cultura chicana. Ha colaborado también con la Academia Norteamericana de la Lengua Española como editora de El país sí tiene quien le escriba: La narrativa colombiana de entre siglos, de Germán Carrillo; y como coautora en el libro de corrección lingüística “Se habla español”.

1 COMENTARIO

  1. «Se habla español…», pero bastante mal… y con usos propios de horteras sin formación, a pesar de tanto título -titulitis- y tanto libro… Manrique, Garcilaso, Juan de Yepes y Luis de León escribieron mucho menos; quizá por eso incomparablemente mejor.

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