Literatura Cronopio

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Los multiples rostros de Alejo Carpentier

LOS MÚLTIPLES ROSTROS DE ALEJO CARPENTIER

Por Irene López*

Este año (2014) se cumplen 110 años del nacimiento del escritor cubano Alejo Carpentier. No es mi intención componer una reseña de efemérides o de anécdotas. Muy por el contrario, el sentido de una relectura de su extensa producción consiste en reponer la magnitud, profundidad y dimensión crítica de la misma.

Mucho se ha escrito y hablado sobre su obra. Ha sido, y continúa siendo en gran medida, un escritor central en el canon de la literatura hispanoamericana. Pero no sólo se destaca en el contexto de la escritura literaria sino también en el contexto del debate de las problemáticas artísticas y culturales que constantemente promovió desde su posición de intelectual crítico.

Su producción presenta múltiples facetas que nos muestran a un Alejo Carpentier como hombre de letras, erudito, escritor de grandes novelas de cuidada arquitectura formal y densidad semántica; como músico y musicólogo, intelectual crítico y pensador lúcido cuya relectura sigue propiciando líneas de reflexión y claves para comprender problemáticas aún vigentes. Me refiero a la consideración de las tensiones entre lo universal y lo local, la acuciante petición por la configuración de formas del arte —entre ellas música, literatura, pintura— propias, la compleja posición del artista en América Latina, la necesidad de generar metodologías y categorías propias para el estudio de la música en Latinoamérica, sus críticas al folklorismo, entre muchas otras cuestiones de similar relevancia.

En tanto consideramos su posición como la de un propulsor crítico de la modernidad, vislumbramos que configura un pensamiento entre fronteras, en tanto desde una formación indiscutiblemente europea y moderna fue capaz de ver más allá y más acá de dichos paradigmas y, en ocasiones, pesada herencia. Desde allí se aventuró a peticionar, de un modo a veces contradictorio, un arte, una literatura, y una producción de conocimientos propios para América Latina. Dicha empresa, compleja y no exenta de tensiones, conflictos, paradojas y contradicciones, tomó diversos caminos y soluciones a lo largo de su trayectoria. En el camino encontramos propuestas, estrategias, vías alternativas: desde la validación subordinada de la diferencia, a través de su propuesta de lo «real maravilloso», la transculturación, la antropofagia, pero también la posibilidad —que ciertamente no formalizó en forma suficiente en su momento— de una validación en simetría de las diferencias culturales y de la heterogeneidad constitutiva de la cultura y, por lo tanto, de las producciones culturales y artísticas latinoamericanas.
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Su producción literaria da cuenta en diferentes niveles de la complejidad de tal proyecto. Desde nuestra lectura, dos novelas son paradigmáticas en tal sentido: Los pasos perdidos (1953) y La consagración de la primavera (1979). Tanto en una como en otra novela el narrador da cuenta a cada paso de la heterogeneidad latinoamericana y de las diferencias con Europa. En ambas se destaca la yuxtaposición temporal producto de la conquista y colonización, situación que provoca la coexistencia no sólo de distintas culturas, sujetos, tradiciones, sino también de temporalidades. En los textos de Alejo Carpentier se produce no sólo una construcción del espacio sino también de una subjetividad: la del sujeto intelectual, erudito, de formación occidental que simultáneamente se percibe a sí mismo desde la distancia, otredad y diferencia con Europa y, en muchas ocasiones, cercano y perteneciente —fundamentalmente en cuanto a la concepción del mundo y de la forma de conocimiento sobre él—. Las prácticas, sistemas de creencias y lógicas de conocimiento otras son observadas, valorizadas y reconocidas pero se construyen —no puede ser de otra manera— desde ese lugar de formación occidental. Carpentier reconoce la alteridad americana, encuentra la «diferencia», la nombra y en un mismo movimiento la subordina: es «maravillosa». Por este motivo consideramos que la noción de lo real maravilloso se enuncia desde esa episteme fronteriza que postulamos: es construcción de la diferencia a la vez que queda atrapada en una concepción mítica de la realidad americana de formación moderna–colonial.

El camino que el narrador de Los pasos perdidos intenta denodadamente recuperar, y en cuya búsqueda fracasa, da cuenta de una inadecuación de este sujeto, de la inconmensurabilidad de los mundos y los tiempos. El viaje está impulsado por una utopía que es la recuperación de un pasado mítico. Sin embargo, tal proyecto se frustra por la formación letrada y moderna del narrador, a quien le resulta imposible vivir alejado no de las comodidades de la urbe moderna o del desarrollo tecnológico sino del papel, la tinta y la escritura. El sujeto, desgarrado, queda en un lugar fronterizo, en un «entre». En Los pasos perdidos se textualizan las contradicciones y tensiones mismas de los distintos modos en que se intentó definir la cultura latinoamericana: no hay posibilidad de sutura, de mestizaje, de transculturaciones que no impliquen al mismo tiempo una contradicción, un sufrimiento, una lucha ambivalente y fluctuante entre las distintas tradiciones. No puede haber elogio de la «mezcla» sino la vivencia de un real conflicto, de un drama, una profunda escisión, aquella que Antonio Cornejo Polar poéticamente describe como «esa desasosegante experiencia de ser hombre de varios mundos, pero a la larga de ninguno, y de existir siempre —desconcertado— en tierra ajena.»

Por ello, la pertenencia cultural se torna fluctuante, ambigua, conflictiva. La dinámica de cercanía/ distancia se establece tanto con lo europeo como con lo americano. Finalmente, se trata de la paradoja misma del intelectual, «hombre blanco occidental y letrado», en la empresa de construir un mundo nuevo. A cada paso, el narrador establece diferencias con el sujeto cultural europeo occidental pero también con las otredades irreductibles encontradas en el espacio americano. Esta tarea de diferenciación conduce tanto a la contradicción como al descentramiento del sujeto que, de esa forma, constituyen la marca de una impotencia: nombrar y mostrar una entidad —América Latina— que se concibe homogénea pero a cada paso se revela plural, diversa, yuxtapuesta, heterogénea.
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La consagración de la primavera, por su parte, tematiza la complejidad de las relaciones entre América/Europa en materia artística y de los proyectos de transculturación. Pero, a diferencia de otras novelas, en ésta claramente se enuncia una posición política acorde a la Revolución Cubana, según la cual la autonomía artística y de pensamiento sólo será posible si está acompañada y sostenida desde un proceso revolucionario que garantice la autonomía política. Y en este sentido leemos la afinidad entre la propuesta que emerge en el texto carpenteriano y la noción de posoccidentalismo a la manera de Fernández Retamar.

La producción ensayística acompaña y reafirma la posición de Carpentier como intelectual crítico. En ella plantea la discusión con las distintas direcciones tomadas por el arte desde principios del siglo XX: el folklore, el nativismo y regionalismo, y las vanguardias. Sostiene una ardua batalla hacia la imitación de los cánones europeos, generalmente producto de un «colonialismo interno», que se acompaña simultáneamente de un desconocimiento del arte y la historia latinoamericana. Sin embargo, cuestiona también una perspectiva aparentemente contraria, como los nativismos literarios y folklorismos musicales, pero que finalmente sólo consisten en dotar de «color local» a las obras en detrimento de su desarrollo formal, lo cual deja a dichas producciones en una situación marginal o inferior con respecto a las producciones del arte europeo. Su propuesta de diferencia y originalidad con el canon occidental proviene tanto del conocimiento de América como de la maestría del oficio heredado de Europa. De tal manera, mostrando nuevamente la situación fronteriza del artista sostiene que:

El compositor —el creador en general— nuestro conoce angustias y dilemas que no preocuparon nunca al compositor europeo. El anhelo de «hallar lo universal en entrañas de lo local», como quería Unamuno, le obliga a sostenerse sobre una cuerda tensa, situada en la frontera misma de lo local y lo universal.

En cuanto a su rol como investigador de la música en América Latina, también su producción musicológica ha señalado caminos a seguir. La música en Cuba significa no sólo una monumental tarea de reconstruir las prácticas musicales desde la conquista de América sino que inaugura la investigación en los archivos de las catedrales dando a conocer músicos y obras que habían quedado olvidadas, desconocidas e incomprendidas. Igualmente, sus propuestas resultan iniciadoras de un camino que sigue ofreciendo desafíos y que señala problemáticas hasta hoy en debate. Por ejemplo, la cuestión racial en la conformación social de América Latina y en la división del trabajo —que él muestra en las prácticas musicales—, aspecto crucial que señala Aníbal Quijano, cuando propone la categoría de «colonialidad del poder» para comprender la forma en que se constituyen formas de dominación que se asientan en la diferencia racial desde la conquista de América. De tal manera, se problematiza la dinámica de los procesos culturales, ya que éstos no se conciben en forma unilineal: si bien hay dominación, imitación, imposiciones, también existen formas, «tretas», donde se cuelan otras subjetividades, otras expresiones y sensibilidades perceptibles en el ritmo y en el baile.
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Junto a Fernando Ortiz, quien se interesó por el conocimiento de las prácticas, estilos, instrumentos de las culturas afrocubanas, Carpentier desarrolló a través de la tarea musicológica otras agudas críticas a la producción de conocimiento o a la falta de ella. Ambos estudiosos constituyen algunas de las voces disidentes que señalaron situaciones de discriminación artística —que van de la mano de otras, de orden social y racial—, dando cuenta de la temprana emergencia de una genealogía de pensamiento sobre el arte en general y la música en particular en América Latina, abriendo caminos hacia una validación en simetría. Así, en una conferencia incluida en América Latina en su música, considera varias problemáticas expuestas con aguda lucidez. La primera de ellas —y fundamental—, es la necesidad de no actuar «miméticamente» con respecto a la tradición europea occidental: las músicas en América Latina han tenido otros procesos, incorporando diversas prácticas, tradiciones y valores; por lo tanto, merecen metodologías de estudio que les sean propias:

Cuando nos enfrentamos con la música latinoamericana, en cambio, nos encontramos con que ésta no se desarrolla en función de los mismos valores y hechos culturales [que en Europa], obedeciendo a fenómenos, aportaciones, impulsos, debidos a factores de crecimiento, pulsiones anímicas, estratos raciales, injertos y transplantes que resultan insólitos para quien pretenda aplicar determinados métodos al análisis de un arte regido por un constante rejuego de confrontaciones entre lo propio y lo ajeno, lo autóctono y lo importado. Hoy, por ejemplo, nos resulta mucho más fácil entender y explicar la obra de un Schoenberg que la de un Héctor Villa–Lobos. (1977: 8)

Esta petición, que el escritor cubano reiteradamente realizara en el ámbito de la creación poética, musical y artística, acá se extiende al vasto campo de la crítica cultural y de la musicología y debe ser comprendida en el contexto social e ideológico desde el cual se enuncia. Es decir, desde una «voluntad diferencial», de contraposición entre América y la cultura occidental, que tal vez actualmente nos resulte un tanto maniquea. Sin embargo, las diferencias y relaciones entre esos espacios antagónicos se formulan en toda su complejidad.

Toda la producción del escritor cubano, en sus múltiples rostros, constituye la búsqueda de un lugar de enunciación «propio» desde proyectos intelectuales y artísticos que revalorizan la otredad como alternativa al canon europeo. Todos sus textos dan cuenta de problemáticas posteriormente sistematizadas por el pensamiento crítico (tanto en el discurso crítico en América Latina, como en el pensamiento poscolonial y en la opción decolonial) tales como la noción de sujeto migrante (Cornejo Polar), nepantla (Mignolo) o colonialidad del poder (Quijano). Por ello es que consideramos que su trayectoria delinea un inicial camino descolonizador de las artes, del pensamiento y del conocimiento en América Latina. Una tarea en marcha y en plena vigencia, pero aún inconclusa.
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REFERENCIAS

Carpentier, Alejo, 1967, «Problemática de la actual novela latinoamericana» y «Del folklorismo musical» en Tientos y diferencias, Arca, Montevideo, pp. 9-41; 42-57.

——–, 1977, «América Latina en la confluencia de coordenadas históricas y su repercusión en la música» en Aretz, Isabel (relatora) América Latina en su música, Siglo XXI, México, pp. 7-19.

Cornejo Polar, Antonio, 1994, Escribir en el aire. Ensayos sobre la heterogeneidad socio-cultural en las literaturas andinas, Horizonte, Lima.

López, Irene, 2006, Alejo Carpentier. Los ritmos de una escritura entre dos mundos, Editorial de la Universidad Nacional de Salta, Salta.

Quijano, Aníbal, 2000, «Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina». En Edgardo Lander (ed.). La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas. Buenos Aires: Clacso, pp. 201-245.

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* Irene López es Licenciada en Letras por la Universidad Nacional de Salta, Profesora Superior de Música, especialidad Piano, Doctora en Letras por la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, y Becaria Posdoctoral en el CONICET. Se ha desempeñado como docente de Historia de la Música en la Universidad Católica de Salta y actualmente como Profesora Adjunta de Teoría Literaria II en las carreras de Profesionalización y Licenciatura en Letras de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Salta. Sus intereses de investigación se han orientado hacia las formas de relación entre música y literatura a través del estudio de las producciones de escritores latinoamericanos como Alejo Carpentier, Daniel Moyano y de compositores salteños como José Juan Botelli y Gustavo «Cuchi» Leguizamón. Sus investigaciones actuales se centran en el análisis del rol de la canción popular de difusión masiva en la configuración de discursos identitarios en Salta. Ha publicado Alejo Carpentier. Los ritmos de una escritura entre dos mundos (2006) y diversos artículos, entre ellos «Revisando “mitos”: la noción de arte y la producción musical en América Latina» (2009); «Producción musical y fronteras culturales. Algunas respuestas locales a la globalización» (2009); «Una genealogía alternativa para pensar la expresión musical en A. Latina» en Zulma Palermo (comp.) Arte y estética en la encrucijada descolonial. (2009); «“Tan sólo la zamba me recordará”. Configuraciones del cantor y sus prácticas en las letras del folklore moderno en Argentina» (2010), «Historia e identidad en las letras del folklore moderno en Salta» (2011), «Música, memoria e identidad en Un silencio de corchea de Daniel Moyano» (2012), «Consideraciones sobre la canción como objeto de estudio» (2013).

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