Literatura Cronopio

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La irrupcion de la realidad en la obra de Jorge Cuba Luque

LA IRRUPCIÓN DE LA REALIDAD EN LA OBRA DE JORGE CUBA LUQUE

Por Abraham Prudencio*

[blockquote cite=»Los Iracundos» type=»left, center, right»]Con el saco sobre el hombro
voy buscando mi destino
no me importa a mí la gente
mas yo sigo mi camino
con el saco sobre el hombro
y mil sueños en mi mente
de la vida no me asombro
si luchar es lo corriente
de la vida y del amor
yo quiero ser un triunfador (…)[/blockquote]

Jorge Cuba Luque (Lima, 1960) es quizá uno de los pocos escritores peruanos que con una prosa elaborada y precisa, nos transporta a la Lima de los 80 y 90. Tanto los personajes como el escenario dan cuenta de una realidad caótica, adversa y compleja, es así como el autor en cuestión nos muestra, mediante su universo narrativo, ese Perú en el que todos, consciente o inconscientemente, estamos inmersos.

EL ENCUENTRO PARISINO

Cuando nos vimos por primera vez, tras haber intercambiado una serie de cartas, nos dimos cita en el siempre transitado metro Odeón, frente a los cines y junto a la estatua de Danton. Era una tarde de otoño y a las 6 en punto, hora pactada, lo vi salir del metro.

Siempre he preferido leer las obras antes que conocer a sus autores porque en ciertos casos uno se lleva tal decepción que a veces se extiende hasta repercutir en los propios textos, pero en esta ocasión fue distinto, había un aura en él que hizo sentirme bastante cómodo, dada su amabilidad y natural cortesía.

Para no perder tiempo y a pesar de que el lugar estaba repleto, nos dirigimos hacia el café Les éditeurs y tras unos minutos de espera, nos proporcionaron una mesa que daba junto a un gran ventanal por el cual veíamos, de cuando en cuando, el movimiento vertiginoso de la juventud impetuosa en ese viernes de otoño.

Lo sentí sereno y paciente y eso para mí significó un buen signo para el inicio de una amena conversación.

LADRÓN DE LIBROS

Hacía un buen tiempo que me había llegado a las manos uno de sus libros de cuentos cuyo título no podía ser más sugerente «Ladrón de libros» (Arteidea, 2002). Una vez iniciada la lectura del primer relato quedé fascinado por ese personaje, dado al difícil como peligroso arte de robar libros.
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Debido a que el cuento estaba narrado en primera persona, y aunque se sabe de sobra que eso no significa que sea el autor quien esté contando sus experiencias, en el fondo de mi ser tenía la ligera esperanza que algo de verdad tenía que tener esta historia, porque el autor lo había escrito con tal pasión y conocimiento de causa, que me hacía pensar que él (el autor real) había contado parte de su pasado. Estaba seguro que ese amante de los libros que no vacilaba en poner en riesgo su propia vida, era nada menos que Jorge Cuba Luque y en ese momento estaba allí, imperturbable, con una copa de vino en la mano, como si tratara de sosegarse tras haber finiquitado una buena operación.

Mientras me contaba del París de los 90 y de Montauban, su actual residencia, yo me decía que su actuar reposado y tranquilo no calzaba con ese siempre eficaz ladrón de libros pero a la siguiente copa de Saint-Émilion me replicaba a mí mismo y me decía que esos eran los modales y comportamientos perfectos de un magnífico «robador» de libros, cuya eficacia no tenía parangón.

Fue así como me acordé de ese aspirante a abogado que llega a París gracias a una beca que le cae de casualidad; con sus apenas 25 años es testigo de ese París cambiante y moderno, pero que en cuestión de libros aún las librerías no se habían abierto a la tecnología, pero que aun así continuaba con su otoño «triste y hermoso». Se vivía tal ambiente literario en ese país que cuando apenas puso un pie en la capital francesa, se dio con la noticia de la inesperada muerte de uno de los grandes escritores de la literatura policial, Georges Simenon.

Se hizo ladrón de libros casi de manera natural y entre alegrías y jolgorios por cada libro robado, no podía evitar pensar en esa Lima desangrada de los 80 donde Sendero Luminoso se hacía más presente que nunca y el quinquenio aprista parecía cada día más catastrófico e insostenible. Los peruanos vivían tan difícil situación que ante algunos acontecimientos, periódicos como le Monde daban cuenta de la lamentable situación peruana.

De realidades como esa es que el narrador personaje se había «salvado» de vivir, pero no inhibido de sufrirla, porque quiera o no su vida estaba ligada al Perú. Homero Andrade y Roberto Santa Cruz y Tagle (Tato para sus amigos) eran una extensión/representación de lo que se estaba viviendo en el Perú pero en las calles con aguacero de París.

Los padecimientos como la pobreza son atenuados con amores oportunos como las de Dominique o Madame Gonçalvez que en el fondo de su alma sabe que serán efímeros, pero que en lo más profundo de su corazón quiere que sean eternos.

Esos peruanos de alguna u otra manera encarnan a los personajes de la gran Comedia Humana balzaciana, allí estaba la lucha por la supervivencia, el bajo mundo, los robos, las relaciones convenidas solo que en este caso las historias eran personificadas por peruanos.

Y entre libro y libro de este consumado ladrón, en su afán de poseer la bonita edición, el papel, la portada, el olor, la forma, las letras y el color, había llegado a la acumulación de unos dos mil libros que eran demasiados pero que no era nada dado ese afán insaciable de querer poseer en su chambre de bonne algo parecido a la Biblioteca de Alejandría.
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Pero en Francia tarde o temprano se cumple la ley, a veces tarda un poco pero siempre llega; sin embargo, ese cauto peruano no sería arrestado por robo sino por indocumentado, no había podido renovar sus documentos por cuestiones burocráticas y en el momento en que las cosas parecían mejorar lo detienen y sin mediar más explicación lo deportan en el acto.

Conoció París de finales de los 80, pero ahora volvería a ese país del que supuestamente, gracias a su buena suerte, se había librado. Allí se quedaba el cuarto del rescate lleno de libros, allí estaba el Quijote, los libros de Camus, la Comedia Humana, las ediciones fabulosas de la «pléiade» y uno, cual participe del botín, se queda diciendo cómo me hubiera gustado conocer esa chambre de bonne de la rue Faubourg Poissonnière para hacerme de esos libros, y no porque ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón, sino porque después de leer una historia como esta, en muchos casos, se suscita en el lector ese deseo (mal-sano) de hacerse de todos los libros del mundo y quedarse eternamente en casa, porque no hay maravilla más grande que navegar bajo el hechizo de todas esas increíbles e imaginables historias.

EL TIEMPO DETENIDO

El otro cuento que nos llama la atención es «tiempo detenido». El personaje se resiste a aceptar su presente, el tiempo pasado lo remite a los grandes momentos de felicidad, de triunfos, vive con prolongado entusiasmo la victoria de su equipo campeón, en esos grandes momentos de antaño, Alianza Lima, el equipo de sus amores, pareciera aproximarlo al goce pleno de la felicidad; sin embargo, el tiempo ha pasado, ahora las circunstancias son otras, los amigos de barrio también han cambiado, se desenvuelven en otras actividades pero él continúa «anclado» en ese tiempo, no parece aceptar esa vida en debacle, en ruina, con coches bombas y en total incertidumbre, se resiste a pasar la página, su mundo se ha reducido a repetir una y otra vez el momento en la que pudieron ser campeones; el presente y el pasado son distintos entre sí pero el personaje no está a la altura de las circunstancias, prefiere estar sumido en ese mundo como acto de resistencia ante una realidad que lo va a devorar y triturar hasta el punto de llevarlo al borde de la locura.

Este cuento, mediante el fútbol, está ligado con la siguiente entrega que Jorge Cuba Luque hiciera el 2010, nos referimos, hasta este momento, a su primera novela.

TRES COSAS HAY EN LA VIDA

La historia gira en torno a un personaje particular marcado por el signo de la fatalidad, como se puede constatar tanto al inicio como al final del libro:

«Afectado desde pequeño por una especie de asma crónica, arrastró además su niñez envuelto en un físico esmirriado y una constitución ostensiblemente debilucha que habría de acompañarlo hasta su muerte, esa muerte que se lo llevaría de manera atroz y prematura cuando la vida más le sonreía, esa muerte que sólo sería el botón de muestra de que el siglo XXI comenzaba con los mejores auspicios del horror».

Desde el inicio se nos dice que Johnson no había sido más que el fruto de un encuentro fugaz entre el rubio steward de la Panagra y una guapa recepcionista, aunque debilitado y asmático Johnson se diferenciaba del resto por ser gringo y de ojos azules pero el «ser distinto frente al otro» se convertirá automáticamente en detrimento suyo porque al no tener dinero y recalar en un colegio nacional, sus amigos de aula lo marginarán sistemáticamente, ellos no harán otra cosa que cristalizar el sentir de la sociedad por ese gran sentimiento de inferioridad que los gobierna, no tendrán ningún reparo en el momento de ensañarse con él, por esa razón para ellos Johnson será simplemente un «gringo misio».
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Él podría ser todo lo rubio que quisiera pero según los otros estudiantes ¿en qué le valía si después de todo estaba más jodido que ellos y en esa situación su condición era peor porque los otros estaban jodidos desde siempre, en cambio él estaba sufriendo el declive anunciado de una pequeña minoría; no se pueden imaginar a un gringo igual o más «misio» que ellos cuando se supone, para una sociedad como la peruana, que ellos gozaban de todos los privilegios, por lo tanto a esta excepción había que hostigarle hasta más no poder, porque después de todo ser un gringo enclenque y perdedor significa ser menos que cualquiera.

Entre los estudiantes él era la víctima más débil, en ese sentido podemos decir que se está produciendo una discriminación a la inversa, en este caso el discriminado es un «gringo» y no un «cholo», como suele ocurrir en el Perú. Johnson será culpabilizado por la derrota sufrida ante el equipo de un colegio de Barranco, esos seis golazos a cero se debía, según sus propios compañeros, a la torpeza de Johnson, porque aparte de obstaculizarlos los había «salao». Este suceso marcará su ser dado que posteriormente se reencontrará con algunos de los protagonistas como Mario Infántez, el artífice de la goleada, y con Huilca, a quien destituirá de su puesto de guachimán (agente de vigilancia) sin contemplaciones.

Ante tanta rivalidad y tensión, Johnson también trata de defenderse, si para los otros él era un «gringo misio», para él todos ellos serán nada menos que unos «cholos de mierda». Estos elementos nos ayudan a comprender cuan complejas son las sociedades, y más aún la peruana. Cada sector tiene entre sí una fuerte carga de derrotismo, donde se estila a segmentar a la gente según sus rasgos físicos. Este ser gregario por naturaleza se identifica con un grupo y rechaza al otro, se ha grabado a fuego vivo que el gringo o el blanco es, por naturaleza, poderoso, superior, fuerte, adinerado, capaz, hermoso, inteligente y demás connotaciones positivas, mientras que el cholo o serrano causa vergüenza por su color, idioma, es pobre, explotado, torpe, etc. Sin embargo, todos estos valores subjetivos no son más que estrategias discursivas, se utiliza el lenguaje muy convenientemente para ciertos intereses.

Jorge Cuba Luque nos muestra una sociedad profundamente racializada, se discrimina por perfiles, en este caso a Johnson se le discrimina por su apariencia física, es gringo, enclenque, asmático; por su nivel económico (es pobre), por su precaria educación, asiste a un colegio nacional, cuando él debería estar en colegios privados de «pitucos», y por su origen (es gringo) pero gringo peruano de mamá chola y papá rubio, pero solo por casualidades de la vida.

Para el narrador, Lima, como tal, ha cambiado totalmente, la pobreza, el flagelo de Sendero Luminoso, la búsqueda de oportunidades hacen que la gente del interior del Perú emigre, como sea, a la capital. A fines de los 90, Lima se había convertido en la capital provinciana más grande de Perú. Como consecuencia, el narrador dirá: «Lima se ha choleado», es decir, se ha jodido.

Tras esa discriminación a la inversa los cholos se ensañan una y otra vez contra el gringo; sin embargo Johnson, aplicado estudiante, se hará de una beca para seguir estudios superiores. Con el tiempo la suerte del gringo misio cambia radicalmente, esta vez como profesional decide la suerte de los trabajadores.
(Continua página 2 – link más abajo)

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