Especial Cortazar Cronopio

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Borges Cortazar y la epistemología fantastica

BORGES, CORTÁZAR Y LA EPISTEMOLOGÍA FANTÁSTICA

Por Alejandro Riberi*

Este artículo trata de aspectos relativos a la literatura fantástica en Borges y en Cortázar, y de las visiones del mundo que se originan en esa literatura; su eje temático y unificador es el conocimiento de la realidad a través de lo fantástico.

Desde el trabajo seminal de Tzvetan Todorov mucho se ha escrito sobre el género Fantástico. Recordemos la que pasa por ser una definición canoníca. Dice Todorov que lo fantástico se encuentra en el espacio en el que dura la incertidumbre de alguien que consciente de las leyes que gobiernan la realidad, trata de entender un evento aparentemente sobrenatural. Frente a ese evento, el lector tiene que optar por una de las dos opciones disponibles: o bien debe admitir que es víctima de una ilusión de los sentidos, o por el contrario, el evento que escapa a toda explicación ha tenido lugar y es parte integral de esa realidad que, de alguna manera, es controlada por fuerzas desconocidas por nosotros [1].

En lo que sigue voy a referirme a la noción de que el elemento fantástico introduce en el texto un cierto slippage, un elemento discordante, diríamos, que lo dota de una particular fuerza movilizadora. Voy a tratar de enfocarme en el valor heurístico de esta fuerza movilizadora que surge de lo fantástico, por ser ésta, creo, el punto que permite establecer cierto paralelismo en la literatura fantástica de Borges y Cortázar. Como queda dicho, en ambos casos lo fantástico tiene que ver con las posibilidades y los límites del conocimiento de la realidad.

I

En el caso de Borges, y como él mismo una vez dijera, la filosofía es «una rama de la literatura fantástica» (‘Tlön, Uqbar, Orbis Tertius’) [2]. Los sistemas filosóficos que tratan de explicar la realidad, no son más que simples representaciones de ese objeto conjetural que es el universo. El tratamiento similar que reciben en la obra borgiana los textos fantásticos, historiográficos y científicos pareciera indicar una comunidad de origen: en todos ellos se alude a un referente «incompleto». La imposibilidad de alcanzar el objeto subyacente a la realidad textual, crea un dilema y también un enigma, según Borges:

Negar o afirmar el monstruoso delito de Ugolino es menos tremendo que vislumbrarlo. El dictamen Un libro es las palabras que lo componen corre el albur de parecer un axioma insípido. Sin embargo todos propendemos a creer que hay una forma separable del fondo y que diez minutos de diálogo con Henry James nos revelaría el ‘verdadero’ argumento de Otra vuelta de tuerca. Pienso que tal no es la verdad; pienso que Dante no supo mucho más de Ugolino que lo que sus tercetos refieren. (‘El falso problema de Ugolino’, OC 3: 353.)
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Según Borges, dicha falta de compleción abarca todos los dominios humanos y no se encuentra limitada a la literatura, puesto que la realidad misma siempre se encuentra articulada a través de signos y mediatizada simbólicamente. Dice más adelante en el mismo ensayo: ‘Robert Louis Stevenson (Ethical studies, 110) observa que los personajes de un libro son una sarta de palabras; a eso, por blasfematorio que nos parezca, se reducen Aquiles y Peer Gynt, Robinson Crusoe y don Quijote. A eso también los poderosos que rigieron la tierra: una serie de palabras es Alejandro y otra es Atila’ (‘El falso problema de Ugolino’, OC 3: 352). Las entidades ficcionales son intrínsecamente incompletas: el modo en que se dice es el objeto de lo que se dice. Esta falta de compleción es causada por la carencia de un objeto extraliterario subyacente al texto mismo: Il n’y a pas de hors-texte. No hay un objeto real con el cual el texto pueda ser cotejado.

Por el contrario, los textos historiográficos disponen, en principio, de un referente extra textual; sus enunciados pueden ser así determinados con exactitud. Sin embargo, Borges pareciera ignorar los para-textos que permiten leer los relatos históricos y los relatos ficcionales de modo diferente. Si bien los eventos históricos (‘la serie de palabras’) son presentados como descripciones generales de realidades objetivas, y es posible hablar de verdad histórica y de las consecuencias de esos hechos, en rigor, no hay objetos como tales más allá de la narrativa misma que los describe. En el texto citado, Borges pareciera indicar más bien que las condiciones para el conocimiento de la realidad (el objeto) surgen del texto mismo y únicamente del texto. Adhiriendo a postulados de la filosofía idealista, Borges constantemente nos recuerda que las cosas son algo así como la suma de sus propiedades y nada más. Un libro no es más que las palabras que lo componen, y la forma no puede separarse de su contenido. De igual modo, la historiografía carece de referentes subyacentes a su propia forma narrativa. No obstante ello, todas estas entidades se vuelven inteligibles para nosotros cuando las confrontamos con sus paradigmas ideales. Ello nos permite, como en el ejemplo tan debatido entre tomistas y ocasionalistas, postular una suerte de manzana ideal que construimos a partir del sabor y del color que experimentamos en nuestro hacer con las manzanas individuales. Los objetos ficcionales descritos en las obras literarias sólo pueden ser inteligidos a través de paradigmas similares, puesto que constantemente proyectamos estos objetos contra el telón de fondo de la realidad. Del mismo modo, según Borges, suponemos que las distintas narrativas históricas son segmentos de una historia total (completa) o Historia Universal [3].
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Recordamos la caracterización que hace Borges de los cuentos fantásticos, me refiero a la existencia de aquello que no puede ser y sin embargo es; dice Borges que lo fantástico es L’impossible et pour tant là. Borges se refiere a esta singular condición del cuento fantástico en ‘La flor de Coleridge’, un texto este de algún modo precursor, en donde se analizan algunos ejemplos famosos de la tradición literaria, como ser la flor del paraíso que proponía Coleridge; la novela The Time Machine de Wells; y la novela inacabada de Henry James, The Sense of the Past. En todos los ejemplos, Borges concluye, hay un terminus ad quem, el fin de un proceso que culmina con la aparición del objeto, un objeto que por su carácter liminal carece de ulterior fuerza asociativa; su aparición al final de la historia marca un límite en el tiempo, quedando las condiciones de su existencia, o su modo de ser, fuera de ese límite. Lo fantástico es la forma y también el contenido. Y sin embargo, en virtud de ese carácter extraordinario del objeto, un nuevo escenario de pensamiento se abre ante nosotros. Dice Borges en ‘El sueño de Coleridge’: ‘Acaso un arquetipo no revelado aún a los hombres, un objeto eterno (para usar la nomenclatura de Whitehead), esté ingresando paulatinamente en el mundo; su primera manifestación fue el palacio; la segunda el poema. Quien los hubiera comparado habría visto que eran esencialmente iguales.’ (OC 2: 23). El desarrollo de este idealismo literario permite a Borges postular construcciones como la Compañía, (‘La lotería en Babilonia’), la biblioteca (‘La biblioteca de Babel’) o Tlön (‘Tlön, Uqbar, Orbis Tertius’). Estos son los objetos borgesianos que ingresan paulatinamente en el mundo abriendo nuevas vías para el pensamiento. Nuestras facultades mentales nos permiten conjeturar modelos plausibles del universo; representaciones que compiten con la eternamente entre comillas ‘realidad’ (o más bien la postulación de la realidad). A este método o ejercicio contrastante lo llamamos conocimiento. A cada representación le sigue otra que la sustituye en el tiempo. La tarea no tiene fin. La enciclopedia del mundo no puede ser completada.

II

En el caso de Cortázar, lo fantástico y lo real aparecen indisolublemente unidos, ya que lo fantástico es una noción que se abre paso en el seno de la realidad cotidiana. Para Cortázar, el conocimiento de la realidad exige situarse fuera del sistema reticular cartesiano y de la regularidad que prescriben las leyes científicas. Esta lógica de las excepciones alcanza formulación positiva en la obra de Alfred Jarry. Cortázar se refiere al alto valor heurístico del descubrimiento de Jarry: la patafísica. La patafísica es el instrumento de exploración de esta realidad que escapa a la razón razonante, como la llama Cortázar; la valla kantiana que nos impide acceder a una realidad más profunda y reveladora del ser [4].

Quisiera, a continuación, hacer una pequeña digresión para referirme a la obra de Jarry que contiene los principios fundamentales de la ‘doctrina’ patafísica: Gestes et opinions du docteur Faustroll, pataphysicien [5]. Es este indudablemente un libro producto de la reacción anti-positivista; en él, Jarry consigna una extensa crítica a las bases incuestionadas del saber científico en un momento histórico en donde las ciencias, especialmente las físico-matemáticas, gozaban de un prestigio absoluto. Los argumentos contenidos en el Faustroll pueden sintetizarse como sigue: La ciencia se basa en la suposición de que si el fenómeno observado ocurre bajo las mismas condiciones un número suficiente de veces, entonces, es posible inducir que ese fenómeno ocurrirá siempre en la misma forma y formular una «ley» general acorde. Es así que la ciencia, al construir su modelo de realidad, selecciona (y muchas veces por razones extra científicas) los hechos de la totalidad de los fenómenos que constituyen el universo. A estos eventos únicos, particulares, les atribuye estatuto de fenómenos generales. Jarry cuestiona este principio de inducción, al que califica de simple «prejuicio» del «consenso universal», y más adelante, en el capítulo que lleva como título «Définition», proporciona una de las definiciones de la Pataphysique:

[L]a pataphysique sera sur tout la science du particulier, quoiqu’on dise qu’il n’y a de science que du général. Elle étudiera les lois que régissent les exceptions […] DEFINITION: La pataphysique est la science des solutions imaginaires, qui accorde symboliquement aux linéaments les propriétés des objets décrits par leur virtualité. (‘Faustroll’, Ibidem, pp.668-9)
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La definición es «conteste» con la visión anárquica y «ubesque» de la vida preconizada por Jarry; esa visión no sólo cuestiona el valor lógico del principio de inducción, sino que también rechaza las normas morales y los valores éticos de la sociedad burguesa, tratando a todas las leyes como simples fenómenos «accidentales» o «epifenómenos». La patafísica, entonces, es la ciencia que rige las excepciones, y es también la ciencia de las soluciones imaginarias. No obstante el sólido prestigio que había alcanzado el saber científico de la época, y el control sobre las fuerzas naturales que su aplicación práctica depara, fue Jarry quien claramente percibió la diferencia entre explicación científica y causal, y explicación lógica-apodíctica. La ciencia puede decirnos cómo es el mundo, pero no puede contestar a la pregunta qué es el mundo. A pesar del progreso del conocimiento científico, no hay ninguna respuesta al enigma de la existencia o el propósito de la historia humana si se excluye, por supuesto, la religión y el mito. En su definición, Jarry extrae las consecuencias de la ausencia de una razón vinculante entre un evento dado que habitualmente es precedido por otro, ya que esta relación meramente fáctica no ofrece ninguna garantía de que invariable y necesariamente suceda lo mismo en el futuro. Por razones prácticas, por supuesto, podemos concluir que determinados eventos se comportarán de acuerdo a una ley preestablecida, pero la ausencia de necesidad en términos metafísicos permanece.

Para Cortázar es también en la excepción donde nace la posibilidad de recuperar el objeto del aplanamiento en que lo ha transformado la ciencia, y el uso pragmático que de él hacemos. Así, en el cuento ‘Las babas del diablo’ [6], después de establecer la analogía fotografiar = contar, se recomienda que la primera capte el gesto preciso que revela a la cosa en su ser único, en su excepcionalidad. De la misma manera, en ‘Las armas secretas’, se denuncia esta tendencia a homogenizar experiencias y objetos para convertirlos en lo general y anónimo: ‘Curioso que la gente crea que tender una cama es exactamente lo mismo que tender una cama, que dar la mano es siempre lo mismo que dar la mano, que abrir una lata de sardinas es abrir al infinito la misma lata de sardinas. «Pero si todo es excepcional»…’ [7] Para Cortázar la «noción» o «sentimiento» de lo fantástico es siempre algo que irrumpe en lo cotidiano y a su vez es lo cotidiano. Es una manera de aprehender aquella singularidad que nos está vedada por nuestros propios hábitos mentales y el carácter pragmático que atribuimos a la existencia. A este respecto, lo fantástico no comporta una evasión de la realidad, sino por el contrario, una forma distinta de captarla prescindiendo de las formas coaguladas con que la consciencia da cuenta de los hecho externos del mundo físico. Pero lo fantástico es inextricable de lo patafísico; un orden menos comunicable, el orden de las excepciones donde fracasan las explicaciones científicas. A este respecto, lo fantástico también es único e irrepetible. Captar su excepcionalidad y transformarla en el punto focal de la narración, importa la apertura a otra visión de la realidad. Podría decirse que en Cortázar existe el empleo de una técnica para sacar a los objetos de su contexto habitual y colocarlos, a veces incongruentemente, en otro plano, y desde esta perspectiva desentrañar su ser oculto. Al igual que los surrealistas, mediante el humor y el absurdo, se pretende destruir los límites de la realidad y el sueño, se intenta cancelar las condiciones inhibitorias de la existencia cotidiana. El propósito de este humor es desquiciar al lector para señalarle la inutilidad de los cánones burgueses en que vive, empujándolo así a la reflexión, a la búsqueda de una alternativa que convierta a lo ordinario en extraordinario y excepcional [8].
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En Rayuela, la vacuidad de la historia en general parece seguir este postulado de la sin razón suficiente. Un ejemplo es la gratuidad de lo que ocurre en el capítulo de los tablones (capítulo 41) en donde mediante la escritura, Cortázar hace un corte en la realidad invirtiendo el curso de los acontecimientos de manera tal, que el nexo teleológico desaparece. Otra vez, el propósito es arrancarnos de la geometría euclidiana para llevarnos a otro «terreno» en donde los objetos se asocian diferentemente, en donde nuestra mirada es conducida hacia un punto de mira que descentra al observador y abre así una instancia para lo excepcional. En su búsqueda de lo absoluto, del point suprême de Breton, los surrealistas intentaron todos los métodos para abolir el concepto realista de la vida; existe en Rayuela un planteamiento similar: la búsqueda de lo merveilleux, que en la novela asume nombres diversos como Kibbutz, centro, mandala, etc., parece practicarse por caminos similares. Entre esos recursos, aparece el humor. Al igual que el pere Ubu de Jarry, el humor le sirve a Cortázar para desmitificar, para provocar la desconfianza ante lo cotidiano y así, implícitamente, advertir que existe una segunda versión de las cosas; una lectura de la realidad que escapa a la solemnidad, al gran dogma, a cualquier forma hegemónica del saber.

La exégesis del ‘Faustroll’ de Jarry permite confirmar la filiación surrealista y el alcance de la doctrina patafísica en Rayuela: el humor all pervading, su estructura anárquica y su búsqueda de lo excepcional y maravilloso, aparecen como los elementos más visibles de dicho nexo. Sin embargo, la patafísica no tiene un lugar hegemónico en la novela. Cortázar la menciona sólo de paso al referirse a las conversaciones «patafísicas» que Horacio y la Maga tenían con frecuencia en los baldíos de París: ‘Con la Maga hablábamos de patafísica hasta cansarnos, porque a ella también le ocurría (y nuestro encuentro era eso, y tantas cosas oscuras como el fósforo) caer de continuo en las excepciones’ [9]. Pero es patafísico el gesto de incluir en la novela fragmentos de los textos de Ceferino Piriz, que proponen un disparatado modelo geopolítico para organizar el mundo de acuerdo a razas y zonas. Como también es patafísico el modo de organizar algunos fragmentos contenidos en el espacio «serio» del texto. También de eminente filiación patafísica es la idea cortazariana de construir sus novelas sobre principios distintos al de la causalidad que rige la psicología de los personajes. Esta noción aparece en una forma programática en el famoso capítulo 62, allí Morelli establece un texto que tendría un desarrollo epigonal en Cortázar, patentemente en su novela 62 Modelos para armar.
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En esta preceptiva literaria que rezume la patafísica, se cuestiona la psicología de los personajes y sus previsibles descripciones de acciones y reacciones; se encuentra subyacente en ella la crítica al principio de causalidad y la visión anárquica que se propone en el ‘Faustroll’. Recordemos que para Jarry no existe ninguna garantía de que los eventos han de repetirse uniformemente como en las asociaciones que las leyes científicas prescriben. La uniformidad prescripta por el principio de causalidad es una falacia, ya que no es otra cosa que una correlación de excepciones, de hechos accidentales. Esta crítica al principio de causalidad, el mismo que a través de sucesivas impugnaciones y replanteos atraviesa la historia de la filosofía occidental, no se agota en el argumento idealista de Hume; en Cortázar la crítica adquiere otra significación: es la indicación de que lo excepcional puede ocurrir. Nuestra apertura a lo excepcional nos depara un conocimiento más originario, más nuevo de la realidad. Un conocimiento que la mayor parte del tiempo nos está vedado por una larga y ocultadora tradición.

NOTAS
[1] Introduction à la littérature fantastique. (Points). Paris: Seuil, 1976. 28-45
[2] Obras Completas (OC), cuatro volúmenes, Barcelona: Emecé, 1996.
[3] Sobre Borges y la historiografía he escrito más extensamente en Fictions as Cognitive Artefacts: The Case of Jorge Luis Borges’ ‘Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, ISBN: 978-1-86977-092-1, Magnolia Press, Auckland, 2004. El presente artículo resume algunas de las ideas expuestas ahí.
[4] Para la recepción de Jarry en Cortázar véase «Le Fantastique chez Cortázar», in Six Lectures on Fantastic Literature, Ed. Fanfan Chen, ISBN 978-986-85692-0-1, Hualien, National Dong Hwa University, Taiwan, 2009. El presente artículo resume algunas de las tesis expuestas ahí.
[5] Jarry, Alfred: «Gestes et Opinions du docteur Faustroll, pataphysicien», Œuvres Complètes, Bibliotheque de la Pléiade, Paris, Gallimard, 1972.
[6] Cortázar, Julio: «Las babas del diablo», Las armas secretas, Buenos Aires, Edit. Sudamericana, 1972.
[7] Cortázar, «Las armas secretas», Ibid., p.114.
[8] Como es sabido, Cortázar estuvo vinculado a varios humoristas que en la década del cincuenta colaboraban con distintas publicaciones que aparecían en Buenos Aires. Algunas de estas publicaciones, como Letra y Línea, incluían la «doctrina» patafísica introducida en la Argentina principalmente por Esteban Fassio, amigo de Cortázar. Son de la misma orientación otros humoristas argentinos como César Bruto (Carlos Warnes), autor del extenso texto que, a manera de segundo epígrafe, figura al principio de Rayuela; Landrú (Juan Carlos Colombres) y Copi (Raúl Damonte Taborda).
[9] Cortázar: Ibid., p.14.
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* Alejandro Riberi ha realizado estudios en distintas universidades; es abogado egresado de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina), y posee maestrías otorgadas por el Trinity College Dublin y la Università degli studi di Bologna, como así mismo el título de doctor por la Universidad de Nottingham (Reino Unido), con una tesis que trata sobre aspectos gnoseológicos en la obra de Jorge Luis Borges. Alejandro Riberi ha escrito extensamente sobre temas relacionados con aspectos filosóficos en las obras de Jorge Luis Borges y Julio Cortázar. Entre sus publicaciones se pueden mencionar Fictionas as Cognitive Artefacts: The case of Jorge Luis Borges ‘Tlön, Uqbar, Orbis Tertius’ (2004) y «Le Fantastique chez Cortázar», en Six Lectures on Fantastic Literature (2009). Alejandro Riberi enseña actualmente en la University of Hull (Reino Unido).

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