Literatura Cronopio

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Abuela literatura

LA FIGURA MÍTICA DE LA ABUELA EN LA LITERATURA DE LA MIGRACIÓN LATINOAMERICANA

Por Ivonne Flores Caballero*

La abuela se desarrolla como una figura central en la familia, la cual está en la literatura femenina y de la migración como personaje unificador, educador y mítico en las novelas y narraciones posmodernas. Se trata de un ser dotado de excepcionales y raras características que juega papeles que van desde los estereotipos de la dulce viejecita indefensa hasta la curandera mágica. Puede ser la mujer anciana que cuida a los niños con amor y ternura y les inculca todos los valores cristianos hasta aquella matrona fuerte y masculina que adopta actitudes de la joven heroína.

Este personaje viene con la búsqueda de la identidad en la escritura, desde los estereotipos y arquetipos femeninos familiares, cuando la mujer se convierte en madre y luego en abuela, y que se mencionan en México y Latinoamérica como la mujer protectora, proveedora y con la indescifrable y contradictoria actitud con personajes como La Malinche, La Virgen de Guadalupe o la Soldadera de la Revolución mexicana.

Curiosamente, el término de la mujer en esta cultura se asocia con la palabra femineidad en el sentido de la procreación y, principalmente, como función principal, la de ser madre. Entonces, el sentido de ser mujer, consciente o inconscientemente se conecta con la maternidad. Así, una dama cuando se convierte en abuela, representa el mejor galardón que puede obtener luego de ser madre. Luego, metafóricamente y en el imaginario e inconsciente colectivo, la madre es también la patria y la tierra, la cual es considerada un ser fuerte, valiente, amoroso, incluso guerrero; y que da cobijo a sus hijos.

Por ejemplo, la puertorriqueña Esmeralda Santiago presenta en un refinado ejercicio de la memoria en su autobiografía, los lugares de su infancia como una metáfora de su país, que lo imagina y siente en términos maternales y femeninos (Santiago, Cuando era puertorriqueña). De la misma forma Pat Mora, escritora de origen mexicano, nacida en los Estados Unidos en 1942 y criada en la frontera; abunda en su obra con imágenes de la naturaleza fértil, fuerte, dura, con pintorescas tradiciones y costumbres mexicanas, de mujeres independientes con ásperas y profundas críticas sociales (Mora, El desierto es mi madre y En la sangre). Mora percibe al desierto que rodea a El Paso, Texas, con su flora y fauna, clima, sonidos, olores y colores, dándole una sensación de calidez, sensualidad, pero también de misterio y misticismo.

El hecho de que Esmeralda Santiago describiese a su tierra como una mujer, indica una proyección de intimidad, romanticismo, inocencia, naturalidad y candidez mostrada hacia afuera y para el hombre, quien es el conquistador, el invasor, y lo dibuja como el estadounidense. Su interiorización es su patria y su feminidad. Así, en cuanto a la figura materna, todo el texto de Santiago está elaborado desde, por y para la madre, es un mater constante (Vanessa Vilches, De(s)madres o el rostro materno en las escrituras del Yo: a propósito de Jaques Derrida, Jamaica Kincaid, Esmeralda Santiago y Carmen Boullosa).
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En la novela santiagueña, el hogar materno en Puerto Rico señala un descubrimiento del «yo» interior: joven y frágil frente al exterior de Nueva York: agresivo, fuerte y masculino. Es una metáfora de la relación entre su Isla y su lugar de recepción, se trata de una mujer joven y pequeña con un hombre maduro, poderoso y rico: «A mí me gustaba pensar en nuestra islita como una mujer cuyo cuerpo era un jardín de flores, sus pies acariciados por las olas del mar, sus cielos sin nubes» (Santiago, Cuando era puertorriqueña, 84).

La madre y la abuela en la escritura femenina de migración aparecen siempre y constantemente en todas las narraciones. Son figura con mayor peso para explicar el origen de la autora, y de ahí parten todas las historias reales y fantásticas.

En el núcleo familiar, la interdependencia emocional e identitaria de y con la madre y posteriormente la abuela, por parte de los hijos y nietos, marca la relación, forma y conducción de la vida de éstos. Es la madre la que educa, forma y explica el sentido de la vida a sus descendientes. Las posibilidades de ser en un mundo binario, contradictorio con convergencias y divergencias que conforma ambigüedades y sustanciales roles de incluidos y excluidos. Así, la intensidad de la ambivalencia cultural y la explicación del mundo, llega principalmente en la infancia, y de forma directa por la madre y la abuela.

¿Quién es la abuela? ¿quién es la madre? ¿quiénes son estas figuras femeninas en la conformación de la identidad del escritor de la migración y la diáspora? ¿qué representan? Son las figuras fundamentales de la identidad escritural femenina de migración que aparecen desde Euníce y Noemí (quien fuera la suegra de Ruth), en el Antiguo Testamento.

En el prólogo de la antología Las Mamis, compilado por Joie Davidow y Esmeralda Santiago, se reconoce y celebra a las mujeres que les dieron vida y en respuesta, escriben sobre sus madres. Se trata de un homenaje no sólo a las progenitoras, sino del valor a cada mujer que soportó el dolor de parto para dar vida; y las luchas que hicieron para encaminar a sus hijos.

En Las Mamis, algunos autores buscan el momento clave en el pasado para resumir el espíritu y la vida de su madre, como Alba Ambert que en su narración Búsqueda de Perséfone en Waterloo: relato de una hija, utiliza el mito griego de Deméter y Perséfone para describir la relación con su madre fallecida.

Liz Balmaseda, de origen cubano, en su relatoViaja con Mami, describe la conexión con su madre Ada, y la historia de ésta, la cual, estuvo llena de obstáculos desde su infancia, llena de pobreza, y que después, ya en el exilio, lleva una desafiante vida en los Estados Unidos,en donde finalmente, muere de
cáncer.

Estas historias representan, por un lado, la gratitud hacia la madre; y por el otro, celebran y muestran a la cultura latina en la vida, la familia y el lenguaje materno, al recordar cada uno, frases o palabras de sus Mamis. Muchas de las historias están acompañadas por una fotografía, así como una breve biografía del autor. Además esta historias, representan el saber enfrentar dificultades límite como la pobreza, xenofobia, y enfermedad; pero al mismo tiempo, el disfrute de la vida. Aunque los detalles en las historias no son siempre halagadores para los autores o las madres, cada caso es un paso que busca la comprensión del niño-autor hacia la mujer que llama «mamá», y muestra los recuerdos desde la más tierna infancia hasta su edad adulta.

Las abuelas y las madres de Lorna Dee Cervantes, Sandra Cisneros, Gloria Anzaldúa, Judith Ortiz Cofer, Rosario Ferré, Liz Balmaseda, Alba Ambert, Pat Mora y Esmeralda Santiago entre otras en una gran lista de escritoras, son y representan este pilar de la familia y hacen de ella el singular personaje literario de la migración y de la diáspora.

En la literatura norteamericana ese paralelismo entre el génesis, el hogar y el seno materno aparece con Edgar Allan Poe, Emily Dickinson, Jack London, Henry James, Sherwood Anderson, John Steinbeck, Henry Miller y Sylvia Plath, entre otros. Cuando Walter Benjamin señaló: «la identidad se remonta al origen», la describió como «un remolino en el flujo del devenir», y se refería a que ésta proviene del hogar materno y se vincula profundamente a la memoria. La procedencia fue interpretada por Freud como la vuelta al seno materno, quien aseguró que es «una aspiración de cada hombre y mujer». (Freud, La interpretación de los sueños, Lo siniestro e Introducción al Psicoanálisis).
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Roland Barthes, en su autobiografía declaró: «un escritor es alguien que juega con el cuerpo de su madre» (Barthes, Roland) al exteriorizar su intimidad, los recuerdos de su infancia y los roles de su identidad. En el proceso de su escritura, Barthes desarrolló su reconstrucción y fabricación interna: al distinguirse en el pasado, designando al primero como él y al segundo como un yo. (Bruce Parain, De fil en aiguille,135).

Por ejemplo, en la escritura de Gloria Anzaldúa, se parte de la búsqueda de la identidad al escribir: Si le preguntas a mi mamá, «Qué eres?» te dirá, «Soy mexicana». Mis hermanos y hermanas dicen lo mismo, y a veces yo misma digo «soy Mexicana» y otras veces digo «soy Chicana» o «soy Tejana». (Anzaldúa, Borderlands/Fronteras).

Los paradigmas se remontan a hace más de 50 o 500 años, en una reflexión fluctuante de búsquedas y explicaciones de estructuras de invenciones y reinvenciones interiores y exteriores de escriturales movimientos identitarios. Así lo señala Anzaldúa, al explicarse su identidad chicana, al escribir: «Despojando, desgranando, quitando paja». Es exactamente cuando ella pregunta por sus ancestros y se explica el mundo y la vida a través de la escritura: «Pero es difícil, diferenciar entre lo heredado, lo adquirido, lo impuesto», (Anzaldúa, Borderlands/Fronteras).

La construcción y deconstrucción de sí misma, de los demás y de los otros, forma parte integradora de su ser a través de la escritura. La abuela ha hecho su trabajo, ha protegido y soportado con amor y valentía las diversas opresiones raciales, sociales y financieras. En esta literatura, esa parte mexicana, chicana o latina vinculada al origen, al pasado, a lo indígena o español, a lo despreciado y a lo femenino lucha y se vincula al mismo tiempo con lo nuevo, lo actual y lo impuesto.

Sin embargo, además de la ternura y lo femenino, el personaje de la Madre, es un ser con autoridad y fuerza, que sabe educar con disciplina y aplicar la ley en el momento oportuno: «Eso es pa´que aprendas que nunca se toca una pared donde da el sol… Mami me levantó y llevó a la tina de lavar ropas… Me empujaba y me volteaba y sacudía tanto que yo no sabía qué hacer con mi cuerpo». (Santiago, Cuando era puertorriqueña, 9 y 14).

La madre, casi en todas estas narraciones es la mujer protectora, responsable y proveedora de lo necesario para sus hijos. Estas obras de escritoras puertorriqueñas, caribeñas y latinas simbolizan de manera directa e indirecta al útero y su visión femenina del mundo, así como la relación central entre su cuerpo y la escritura por el acto biológico de la reproducción.

La abuela no sólo es la encorvada viejecita tierna y dulce en la sala tejiendo o cosiendo para sus nietos, la que dice los fantásticos cuentos a los niños antes de dormir o hace el más delicioso chocolate para el invierno. Ella es la mujer que vivió los encuentros y desencuentros del feminismo de los primeros años, al querer romper conductas opresivas, abusos de poder hacia el otro y el marginado. Ella ha debido luchar contra el macho y la sociedad falocéntrica; sin embargo, la ignorancia y la opresión le han negado su restitución como ser humano pleno e, incluso, la han hecho, muchas veces, invisible.
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No obstante su lucha, ella, la abuela, ha debido asumir su condición de marginada, y vivir en la periferia como mujer y anciana. Ha tratado de conservar a su esposo, unir a su familia y educar a sus hijos y nietos, al inculcarles la prudencia como mayor virtud y el silencio como camino hacia la sabiduría, pero también al mismo tiempo de la represión y sumisión:

En boca cerrada no entran moscas. Es una recomendación de
mi abuela que atesoré desde pequeña, quien me decía: «guárdate
de ser chismosa o mentirosa, se crea un lío hablando mucho».
Ser habladoraes un gran problema […] además, las niñas bien
educadas no hacen preguntas. Recuerdo que durante la
confesión con el sacerdote, retroceder significaba ser hocicona,
repelona o chismosa, el tener una gran boca es un término
despectivo aplicado siempre a una mujer, pero
jamás a un hombre… (Anzaldúa, Borderlands/Fronteras).

El encontrarse a un personaje como The Grandmother, va desde las abuelas más antiguas (…) y representa a la madre fértil y próspera en la maternidad, que ve a sus descendientes formándose cada día en la sociedad receptora, es decir, a la que emigraron. Y aunque los hijos y nietos convertidos en unos otros, en seres lejanos que llevan en su esencia e identidad lo inculcado e imborrable de la abuela, forman parte y vínculo con la lengua, su origen y su definición como latinos.

El cementerio, la última morada de las narraciones de las abuelas, con las flores, las visitas, las comidas, las conversaciones, los recuerdos y las fotografías en las lápidas, llegan al corazón y a lo más íntimo de la conformación de laidentidad de la escritura hispana en los Estados Unidos. La puertorriqueña Judith Ortiz Cofer escribe la despedida de su abuela, quien le explica que «ya está demasiado cansada para continuar en esta vida». (Ortiz Cofer, Una Isla como tú).

Sin embargo, la abuela en el exilio, vive en su propio mundo, con sus propias reflexiones interiores, Anzaldúa dice de su abuela, que gustaba de cultivar flores, como un símbolo identitario femenino y mexicano:

Camino hacia afuera al patio trasero y ella quiere que
le ayude a podar sus rosales, a sacar la hierba. Ella me
dice que todos los mexicanos cultivan flores. Si ellos
no tienen un pedazo de tierra, usan viejos neumáticos
de auto, frascos, latas o cajas de zapatos…
(Anzaldúa, Borderlands/Fronteras).

La abuelita viste a los niños, les prepara y sirve el desayuno, y los lleva a la escuela, apoyo con el que la madre puede trabajar y busca superarse en la vida:

Necesito hablar inglés. Pa´hallar buen trabajo tienes
que saber hablar el inglés bien. Qué vale toda tu educación
si todavía hablas inglés con un «accent». Mi madre
estaba muy preocupada de que yo hablara inglés como
mexicana. (Anzaldúa, Borderlands/Fronteras).

La abuela y la madre también son la tierra y el país de origen. Los renacimientos de la madre-tierra. De esta forma, se marca la conexión entre la lengua española, la abuela y la patria de sus ancestros. Sin embargo, la relación de los nietos e hijos para con sus madres y abuelas, no es precisamente recíproca, casi siempre hay una sensación de molestia o queja, porque ellos no corresponden con ese mismo trato en cuidado y atención que les dedicaron: «Recuerdo cuando vi el filme Cuando los hijos se van, y a todas las películas mexicanas que trataban de la relación entre las madres e hijas y todas ellas destacan del gran amor sufrido». (Anzaldúa, Borderlands/Fronteras).

No obstante, todos los dones de la madre y la abuela, Octavio Paz y Gloria Anzaldúa, de acuerdo con la cultura mexicana, destacan a los hijos de la mujer mestiza y de la Malinche como hijos sin padre, tal como lo expuso Juan Rulfo en su Pedro Páramo, en donde la identidad se convierte en una borrosa y confusa relación que busca ser resuelta a través de la escritura.
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Por su parte, Ortiz Cofer presenta a su abuela como matriarca de la familia, la mujer en quien se puede confiar el cuidado de los hijos, mientras la madre sale a trabajar, sin embargo también le parecía una extraña mujer legendaria que intercedía entre el mundo de los adultos y los niños, con una gran capacidad y fuerza que ayudaba a todos.

Ortiz Cofer narra en sus memorias que aprendió a amar y a respetar a su abuela, principalmente durante los tiempos difíciles, ya que la idea de la mujer en Puerto Rico (como en muchos países de tradición patriarcal), es dedicar y sacrificar su vida por sus hijos y nietos. Por ello, la abuela tiene jerarquía y un estatus especial y fuerte en la familia, al conocer y seguir cuidando del resto de sus descendientes; y ésta le inculca los valores familiares y cristianos, al afirmar que «las mujeres que abandonan a sus hogares y a sus maridos, se convierten en brujas»… (Ortiz Cofer, The Witch´s Husband).

The Grandmother es un ser con virtudes excepcionales espirituales, que además sabe guardar los secretos de la familia, y cura a sus niños-nietos con amor y ternura: «La abuela aplaude con sus manos tres veces y canta los poemas a los niños para terminar un cuento, al mismo tiempo que ella me sonríe…». (Ortiz Cofer, The Witch´s Husband).

La abuela de la chicana Sandra Cisneros es un ser sabio que sabe de antemano lo que sucede:

Mientras mamá está en la cocina poniendo la
ropa en la lavadora y secándola con el rodillo del
cual sale exprimida como un papel. A Lucy se le
atora el brazo y grita: Maaaaaaa! Cuando llegué
a la casa de mi abuela, ella le dijo: «no te lo dije…»
(Cisneros, WomanHollering Creek).

Así, el personaje de la abuela en la literatura femenina de la migración y la diáspora no es sólo la figura fuerte, femenina y puente de las nostálgicas memorias y conexiones con el entrañable país, sino la representación de la fe y el escudo protector que parte de su interior y encuentra las reflexiones identitarias que van más allá del ser mujer, anciana y/o latina.
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* Ivonne Flores Caballero es Doctora en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México. Autora del libro «El cruce de las fronteras en la escritura de Óscar Acosta, Mario Bencastro y Esmeralda Santiago», Editorial Plaza y Valdés, México, 2012. Ha sido dobladora y locutora para series de televisión. Coordinadora en Conaculta (Consejo Nacional para la Cultura y las Artes), para los Festivales del Programa Cultural de las Fronteras de 1989-1990. Coordinadora de Difusión Cultural de la Orquesta Sinfónica de Coyoacán, 1987-1988.

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