Literatura Cronopio

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Mariposas Lengua

LA LENGUA DE LAS MARIPOSAS: GÉNERO Y TEMÁTICA

Por Susana Maroto Terrer*

La crítica ha defendido la naturaleza de cuento en La lengua de las mariposas, pero no en su sentido tradicional, donde su principal rasgo es la oralidad. Fijémonos en la definición que nos da Estébanez Calderón del cuento:

Relato breve, oral o escrito, en el que se narra una
historia de ficción (fantástica o verosímil) con un
reducido número de personajes y una intriga poco
desarrollada que se encamina rápidamente hacia su
clímax y el desenlace final. Se ha dicho que el
cuento se distingue «por su brevedad, la tendencia a
la unidad (de lugar, tiempo, acción, personajes);
la concentración en algún elemento dominante que
produzca un efecto único (con frecuencia un objeto-símbolo
o una palabra clave); y la suficiente capacidad para excitar
desde un principio la atención del lector y sostenerla hasta el fin.

Y, en mi opinión, para entender y distinguir tipos de cuentos la idea clave es la que nos propone en el principio de la definición de cuento: oral o escrito. El autor nos refiere la diferencia entre el cuento tradicional u oral y el literario o escrito. El primero es también conocido como leyenda, aunque esta última se halla más bien relacionada con una persona o una comunidad determinada, con un monumento, un lugar o un acontecimiento cuyo origen pretende explicar (leyendas etimológicas). La leyenda se caracteriza por el anonimato del autor y por haberse transmitido de forma oral. Esto ocasiona que el cuento sufra modificaciones, por lo cual se conocen muchas versiones diferentes del mismo relato.

El cuento literario se transmite mediante la escritura y está generalmente escrito en prosa. El autor suele ser conocido. Al estar fijado por escrito, el texto no sufre las modificaciones que son frecuentes en el cuento popular. Este tipo de cuento es de procedencia oriental (Las mil y una noches).

Edgar Allan Poe señala que para que un cuento se pueda considerar un buen cuento es necesario que sea bastante breve para leerlo en una sola sesión, que conmueva, suscitando una sensación de «belleza» (entendiendo belleza como un efecto de placer, de satisfacción y de pureza), que el tono sea de melancolía y que logre un efecto artístico.

Tras esta primera diferenciación básica, existe otra clasificación de cuentos, como señala después E.Calderón, según su temática y personajes y según tipos de relato. Así tendríamos el cuento maravilloso, mítico, heroico, realista… Y este es, en definitiva el que nos va a interesar para caracterizar este texto de Manuel Rivas.
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El hombre siempre reflejó en sus expresiones de arte la realidad que lo circunda. El realismo se configura a finales del siglo XIX. Se origina en la observación de las tradiciones y costumbres de los pueblos y, por ser una manifestación objetiva de la realidad, se expresa preferentemente en las formas de la narrativa, como la novela y el cuento. Sin embargo, el modo o técnica de representación de la realidad ha evolucionado a través de los tiempos. El realismo literario del siglo XIX consideraba el arte como espejo de lo cotidiano, partía de la observación directa del mundo e intentaba reflejarlo objetivamente en su obra. Por ello sus temas eran la rutina y lo trivial de la existencia del hombre y el recurso predilecto la descripción. Hay que destacar, sin embargo, que la copia fiel de la realidad es imposible por la multiplicidad y complejidad de la misma. El artista debía entonces seleccionar algunos elementos que volcaba en su obra; el resultado era la descripción de un mundo distinto del originalmente observado. Para el arte contemporáneo, la única realidad que el artista llega a conocer con cierta profundidad es su propio yo. De este modo el mundo visto a través de la subjetividad del escritor se transforma aún en las cosas más convencionales. El artista no falsifica la realidad pero la proyecta en su obra como un juego de espejos. El resultado es una visión prismática y deformante de la misma. Es por ello que el arte actual aparece como irreal, cuando en verdad no sólo pretende describir la realidad con mayor exactitud, sino también iluminarla y revelar sus estratos más profundos. En conclusión: hoy la literatura no refleja solamente la realidad externa y visible, sino también la invisible, infinita, de dimensión metafísica.

En el cuento realista el autor se propone dar una idea cabal y verdadera del mundo que lo rodea en todos sus aspectos: material, moral, económico, político y religioso. Por ello, la realidad hombre en su esencia y existencia, y la descripción del medio en el que éste se desarrolla como individuo o como ser social, es la materia literaria de este tipo de relato. En el afán de testimoniar la realidad inmediata, las obras resultan a menudo vastos cuadros sobre la vida, las creencias, el lenguaje y las tradiciones del hombre contemporáneo. En estos casos, la anécdota se diluye o es solamente un pretexto para la descripción de caracteres y de costumbres. El desarrollo del tiempo de la acción es lineal y cronológico. Con el fin de precisar los hechos narrados y dotarlos de realismo, las fechas son indicadas con exactitud, acentuando la verosimilitud de la ficción. Como recurso de verosimilitud el narrador realista reproduce el lenguaje de los personajes: habla local, modismos, formas coloquiales. Es así mismo importante la mayor inclusión de diálogos como procedimiento para la caracterización de los personajes y su presentación objetiva.

Tras semejante reflexión teórica, vemos la obviedad de que este texto corresponde al género de cuento realista, o lo veremos tras la exposición que se presenta en este trabajo: es un texto breve que condensa la acción sin descripciones que nos alejen del tema primordial, con dos protagonistas claros donde lo que se intenta es dar cuenta del contexto social en una época de guerra, sintetizado en un pueblo gallego a través de la experiencia de un inocente niño.
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La lengua de las mariposas supone, aún siendo un cuento, varios temas. Sí, es cierto que existe un tema primordial que muestra la intención del autor al crear este texto, pero a él se subordinan otros temas importantes que lo completan. Si leemos el cuento enseguida notamos que el asunto principal es de carácter socio-político. El autor pretende hacernos ver cómo era la vida de las gentes en época de guerra. Se nos sitúa la acción justo en el momento en que se produce el golpe de estado de Franco y la falange, que dará comienzo a la Guerra Civil Española. Hay un par de alusiones directas a este momento: «la guerra de Marruecos», «lo llevaba también aquel día de julio de 1936», o a otros momentos de guerra: «como desertores del Barranco del Lobo», «me pareció la lanza de Abd el Krim», «Luchábamos con palos y piedras en Ponte Sampaio contra las tropas de Napoleón». En ciertos momentos se establece en el texto una oposición entre republicanos y franquistas. Hay alusiones a Azaña, a la Iglesia, a los soldados. Y es que todo el cuento se enmarca en la República con el gobierno de Azaña, del que son partidarios el padre de Moncho y su profesor, entre otros. Sólo al final es cuando se produce el levantamiento de las tropas de Franco. Y esa oposición de la que he hablado se anticipa a este momento con la presencia del padre de uno de los niños que acuden a la escuela con Moncho, partidario franquista. Se ve muy claro en la adaptación cinematográfica. La situación del país es precaria: se produce la destrucción y quema de iglesias, asaltos de templos, incendios sofocados, destrozos, agresiones personales, huelgas generales, periódicos —todos de derecha— totalmente destruidos, uso de bombas y artefactos explosivos… El Gobierno del frente popular alegaba estar desbordado ante la escalada de violencia entre sectores radicales izquierdistas y derechistas. Cinco días antes del trágico incidente se produce el asesinato de José del Castillo Sáez de Tejada y el líder de la oposición, J.Calvo Sotelo, convirtiéndose este hecho en el detonante de la Guerra Civil. Pero es que además, en palabras del propio Manuel Rivas:

La Guerra Civil en Galicia fue una historia de
adversidad terrible como pueblo, entre otras cosas,
porque se había aprobado el 28 de junio de 1936 el
estatuto de autonomía por una mayoría aplastante y
que se convirtió en un día de fiesta […] Fue en esas
circunstancias, que en el verano de 1936, en medio de
la fiesta y la alegría, se produjo ese terrible giro:
sensación de pérdida de tiempo para muchas
generaciones, de robo de sus vidas. También cabía
la intimidación, el miedo para todo, no poder hablar.
Era una amargura total que además aquí significó
emigración, porque hubo mucha pobreza.
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Durante todo el cuento se nos muestra la opinión de un maestro de ideas republicanas. Continuamente hay alusiones a la libertad, incluso representadas en referencias bíblicas como el monte Sinaí: «con la ilusión de que algún día me saldrían alas», «hasta que pudiese salir y echar a volar por la Alameda», «huí, eché a correr como un locuelo», «esta vez llegaría hasta Coruña y embarcaría de polizón». En el cuento todas ellas son referidas al niño, a las ganas de huir por el miedo de acudir a la escuela. Incluso en la adaptación cinematográfica, don Gregorio dice en una ocasión hablando con el cura: «la libertad estimula el espíritu de los hombres fuertes» y casi al final se despide del magisterio con el siguiente discurso, también evocador de libertad:

En el otoño de mi vida yo debería ser un
escéptico, y en cierto modo lo soy. El lobo
nunca dormirá en la misma cama con el
cordero. Pero de algo estoy seguro: si
conseguimos que una generación, una sola generación,
crezca libre en España, ya nadie les podrá arrancar
nunca la libertad. Nadie les podrá arrancar
ese tesoro. (Cuerda 1999a: min. 01:09:08-01:10:30)

Es notable la aparición de referencias al monte Sinaí. Este tiene una más que evidente connotación bíblica, que también supone la alusión, en cierta manera, a la libertad, desde mi modo de verlo: «Corría como un loco y a veces sobrepasaba el límite de la Alameda y seguía lejos, con la mirada puesta en la cima del monte Sinaí, con la ilusión de que algún día me saldrían alas», «Mis piernas decidieron por mí. Caminaron hacia el Sinaí con una determinación desconocida hasta entonces», «Desde la cima del Sinaí no se veía el mar, sino otro monte aún más grande», «Y se dirigía hacia el ventanal, con la mirada ausente, perdida en el Sinaí», «Recorríamos las orillas del río, las gándaras, el bosque y subíamos al monte Sinaí.» La mayoría de ellas, como vemos, aparecen en la primera parte: esa parte en la que se nos muestra la fragilidad, inocencia y miedos del protagonista. Yo veo en ese Sinaí un símbolo del horizonte, el cual al mirarlo produce una sensación de tranquilidad y paz. Simboliza un cambio, un enfrentar ese miedo y superarlo. Como él mismo dice: «Era como si hubiese cruzado la línea del miedo». Sin embargo, la última referencia aparece más adelante, cuando el niño ya ha pasado esa etapa de miedos. Este último, más bien se entiende como un mundo de descubrimientos, como el descubrimiento que supuso para los cristianos el que Dios entregara las tablas de los diez mandamientos a Moisés. Como dice el mismo Moncho: «Cada uno de esos viajes era para mí como una ruta del descubrimiento. Volvíamos siempre con un tesoro.»
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En lo referido a este tema aparecen evidentes y directas referencias políticas, a la República y la Falange: «Algo extraño estaba sucediendo. Todo el mundo parecía tener prisa, pero no se movía. Los que miraban hacia delante, se daban la vuelta. Los que miraban para la derecha, giraban hacia la izquierda.», «Era un guardia con una bandera sujeta en el asiento de atrás […] Gritó: ¡Arriba España!», «En Coruña, los militares han declarado el estado de guerra», «Hay que quemar las cosas que te comprometan, Ramón. Los periódicos, los libros. Todo.», «También habían bajado algunos grupos de aldeas, mujeres enlutadas, paisanos viejos con chaleco y sombrero, niños con aire asustado, precedidos por algunos hombres con camisa azul y pistola al cinto. Dos filas de soldados abrían un pasillo…», «¡Traidores, criminales, rojos!», «¡Asesino, anarquista, comeniños!».

«Los maestros no ganan lo que tendrían que
ganar», sentenciaba, con sentida solemnidad, mi
padre. «Ellos son las luces de la República.»
«¡La República, la República! ¡Ya veremos adónde
va a parar la República!»
Mi padre era republicano. Mi madre, no. Quiero
decir que mi madre era de misa diaria y los republicanos
aparecían como enemigos de la Iglesia. Procuraban
no discutir cuando yo estaba delante, pero a veces
los sorprendía.
«¿Qué tienes tú contra Azaña? Eso es cosa del cura,
que os anda calentando la cabeza.»
«Yo voy a misa a rezar», decía mi madre.
«Tú sí, pero el cura no.»
(Continua página 2 – link más abajo)

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