Escritor del Mes Cronopio

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LA PRIMERA LÍNEA

Por Alicia Partnoy*

A Jorge Mendoza Calderón, el Piura,
ciudadano peruano desaparecido en
La Plata en 1976

—…Porque escribir novelas es fácil, son como un cuento largo, sólo les hace falta principio, desarrollo y final. A mí lo que me gustaría de verdad es ser poeta, siempre soñé con saber escribir versos.

La carcajada con que ella recibió su comentario fue exagerada. Salvador, en cambio, apoyó los pies sobre la mesita ratona e instaló sobre su panza el vasito vacío del último bourbon de la noche. Ella optó por acallar los gritos de Manu Chao que repetía incansable: «mexicano, clandestino, marihuana, ilegal». Apuntó con el remoto la cassetera plateada y unas letras azules le guiñaron «good bye».

—Tengo el título, hace mucho que tengo el título — insistió el Mingo. —Quiero que ésta la escriba, —agregó señalando con la barbilla hacia su izquierda donde ella se había acurrucado sobre el cuero negro del sillón, resignada a dejar resbalar la noche hasta que las visitas resolvieran irse y él se dejara acunar por su propia voz y el beso de la grappa en la garganta.

Salvador lo miró con curiosidad. —¿Cuándo se fueron los gringos?, preguntó. Pero el Mingo ya estaba de cuclillas, treinta años atrás en la casa de la J.U.P en La Plata, con el Dueño, el Surubí, el Piraña y un pibe nuevo que recién empezaba a militar.

Ese día la ciudad se había iluminado de innumerables actos relámpago, había estallado en molotovs. Su asfalto erizado de miguelitos y las sirenas policiales ya agujereaban la noche. Armados, los cinco esperaban a la cana o a la triple A. Había que defender la casa, la casa de la J.U.P.

—Sabíamos, —dijo el Mingo— que quedaríamos pocos.

Apoyó con cuidado la botella de grappa sobre el posavasos de cuero.

—La novela se va a llamar La primera línea. Eso era lo que le estábamos tratando de explicarle al pibe nuevo esa noche, que nosotros éramos la primera línea y que de ésa quedarían pocos cuando se hiciera la victoria. Con ganas, con muchas ganas, un veinte por ciento.

El Mingo se ríe sólo recordando los ojos desorbitados y el tartamudeo del pibe nuevo que miraba a los veteranos con la ansiedad del que busca más de una verdad.
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—¿Ve… ve… veinte por ciento? —Y los cinco se habían sumergido en una discusión de varias horas sobre las fuerzas populares, la represión, la coyuntura histórica, la resistencia, las nuevas formas de organización.

—La primera línea. Loco, nos vamos a comer todos los cachetazos.
—¿Y cuántos decís que quedan si la hacemos bien? ¿Un ochenta por ciento? —El pibe nuevo no se daba por vencido.

«Pero ¡¿qué dice el compañero?!» dice el Mingo que le dijo el Dueño.

—Bueno ¿un sesenta por ciento? Si el pueblo de verdad se resiste… logramos organizarnos bien…

Dice el Mingo que el Surubí le dijo al Piraña: «Aclaráselo vos, a mí no me va a entender». Entonces el Piraña le repitió: «El veinte por ciento, pibe, con suerte el veinte por ciento».

El Mingo hace una pausa y Salvador carraspea:
—¿En qué año fue ésto?

Ella se desenrolla y se despega del cuero negro del sillón. Extiende un vaso transparente en dirección a la botella de grappa. Cabecea. Pregunta:

—¿Dónde está el Dueño?
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—Desapareció, lo secuestraron en el 76, se iba, se estaba por ir. Parece que estaba guardado en casa de una compañera que tenía al pibe enfermo y él fue a la farmacia a comprar remedios cuando lo levantaron. El Dueño aparentemente estuvo desaparecido en la misma celda que el Piura.

—¿Y el Surubí?
—Está desaparecido, me enteré, teníamos idea con el Chito, pero al final él lo confirmó.
—¿Y el Piraña?
—No sé, creo que está desaparecido, no sentí hablar nunca más de él.
—¿Y el pibe nuevo?
—No tengo la menor idea, no sé cómo se llamaba, nada.
— Entonces vos sos el veinte por ciento, —le contesta ella.
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Están solos a pesar de Salvador, de las visitas… Y a él le queda claro, le queda claro de una vez para siempre que alguien que saca ese tipo de conclusiones no podrá nunca jamás escribir una novela, porque una novela tiene principio, desarrollo y final. Y ése no es un final. Ese, definitivamente no es un final.

Alicia Partnoy. Cortesía de theroyalchunkinson. Pulse para ver el video:
[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=SoeneGB3VEk[/youtube]
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*Alicia Partnoy es profesora de literatura en el Departamento de Lenguas y Literaturas Modernas de la Universidad Loyola Marymount en California y ex coeditora de la revista cultural Chicana/Latina Studies: The Journal of Mujeres Activas en Letras y Cambio Social. Alicia Partnoy fue presa política durante la dictadura militar y llegó a EE.UU como refugiada en 1979. Es autora de The Little School. Tales of Disappearance and Survival in Argentina, que circula desde hace veinte años en EE.UU y Europa, siendo material de lectura obligatoria en numerosas universidades. Estos  cuentos testimoniales sobre ‘La Escuelita’ de Bahía Blanca, donde Partnoy estuviera desaparecida en 1977, han sido presentados como evidencia en el Juicio de la Verdad en dicha ciudad, y fueron publicados por la editorial La Bohemia bajo el título La Escuelita, Relatos testimoniales.  Autora de varios poemarios, ensayos y testimonios que han sido publicados en decenas de antologías y en revistas y periódicos de Argentina, México, Estados Unidos, Inglaterra, Israel, El Salvador, India y Puerto Rico. Alicia Partnoy fue vicepresidente de Amnistía Internacional en los Estados Unidos y miembro de la junta directiva de la organización de escritores PEN-West. Actualmente preside Proyecto VOS-Voices of Survivors, una organización sin fines de lucro que organiza giras de sobrevivientes de violencia de Estado.

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